Cada vez que presencio de cerca una cita electoral, surgen entre compañeros y amigos las clásicas conversaciones sobre política, ideología, intención de voto y demás.
El caso es que me suelo encontrar con dos posturas principalmente. Una mayoritaria, que tiene dos tercios de la gente, más o menos, que es la de adhesión cuasi incondicional a un partido político "su partido", aunque no se sea afiliado. Este perfil vota indefectiblemente al partido al que tradicionalmente ha votado y la posibilidad de un cambio en la orientación de su voto es prácticamente nula. Por otro lado, tenemos al tercio restante es un electorado que vota a una opción política en función de las necesidades o la adecuación de las políticas o programas a las problemáticas del momento. Evidentemente este electorado no contempla todas las posibles opciones, pero sí se mueve en una horquilla de posibilidades en las que se moverá adecuando su elección a las circunstancias del momento, grupo en el que yo me encuentro. Al margen de estos dos bloques tenemos un grupo de indecisos que generalmente decidirá su voto por las razones más diversas o de última hora, y otros electores que votan a tal o cual candidato porque les caiga bien o incluso por ser guapo (caso verídico). Por supuesto todos los votos son igual de válidos, aunque es inevitable establecer una reflexión poniendo lado a lado un voto decidido porque tal candidato es guapo, y un voto sopesado y fruto de una maduración y calibración entre las distintas opciones.
Pero atendiendo únicamente a los dos primeros segmentos, me planteo siempre la reflexión de hasta qué punto el primer grupo vota por forofismo político, gente que se vuelve forofa de un partido como lo es de un equipo de fútbol "manque pierda", o por contra lo hace por afinidad ideológica.
Lo que sí está claro es que al margen de todo partido político, prácticamente todo el mundo tiene una inclinación ideológica que a grandes rasgos se puede clasificar como progresista o bien conservadora, admitiendo en este punto una inclinación más o menos acusada en cualquiera de las dos direcciones. Siguiendo este razonamiento puedo comprender una constancia en el voto en una orientación ideológica (que no política) determinada. Pero a la vista de los cambios de coherencia que sufre un mismo partido político en un transcurso relativamente corto de tiempo, el hecho de votar constantemente a un mismo partido me parece forofismo electoral más que convicción ideológica.
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