27 mar 2006

Distintos relojes

Hoy me he topado con un titular que, como tantas otras veces, ha hecho que se me vaya la olla pensando en cosas muy diversas. Resulta que según dice en el periódico ha muerto en Calcuta la tortuga más vieja del mundo, a la edad de 250 ó 260 años aproximadamente, y que vivía en aquel zoológico desde el ecuador de su vida, hace 130 años. La tortuga en cuestión (que ha fallecido debido a un fallo renal y que padecía senilidad 8-|) habría nacido en las Seychelles (antes de que fuesen un paraíso turístico) en torno a 1750, cuando un jovencísimo Mozart de apenas 20 años asombraba a toda Europa con sus creaciones. En algún momento a finales de aquel siglo, cuando murió el genial compositor, la tortuga cayó en manos de unos marineros británicos, junto con algunas primas suyas y fueron arrancadas de su hábitat y llevadas como un presente al general Clive (del cual sólo sé el nombre y en cuya identidad no me interesa profundizar lo más mínimo en este momento). Aunque el resto de las compañeras de viaje murió en la travesía, Addyaita (que así se llamaba la venerable anciana), sobrevivió para ser ofrendada al Clive, y quizá eso la libró de que se la cargasen cuando construyeron bungalows en su playa muchísimos años después. El caso es que el citado militar de alto rango regaló aquel ser vivo, (como si fuese un cuadro o un jarrón), al zoo de Calcuta cuando este fue fundado en 1875. Y allí se quedó Addyaita, viendo lacónicamente cómo aristócratas burgueses primero y niños con globos de colores después, paseaban ante ella. Primero viviendo en una colonia británica, luego en la liberada India de Gandhi, y hasta hoy. Hasta aquí la historia, y ahora mi reflexión:

Los primeros seres vivos, unicelulares ellos, manejaban la vida a su antojo. Una bacteria puede deshidratarse para rehidratarse siglos o milenios después y volver a la actividad. La capacidad de las mismas para manejar la Vida se da de bruces casi con el concepto mismo de Vida. Unos cuantos millones de años después, las plantas consiguieron vidas enormemente largas con una actividad constante, sin pasar por el "truco" de la animación suspendida. Al mismo tiempo, los insectos no consiguieron burlarse del tiempo consiguiendo sobrevivir incluso a la congelación (como le ocurre aún al weta). La carrera por lograr una mayor actividad parecía reñida con la vida, y así, conforme los seres vivos fueron haciéndose más complejos, su vida se acortaba. Los reptiles lograron no pasar por la animación suspendida, aunque con un ritmo metabólico irregular y dependiendo de fuentes de calor externas que actuarían como "motor de arranque". Una vez en marcha, ya podían conseguir alimento y generar más energía. Aunque por ello habían de conformarse con una vida de tan sólo unos cuantos cientos de años.

Tras el primer ensayo de las aves, los mamíferos fuimos un diseño ganador. No dependíamos más que de nuestra capacidad para lograr alimento, para conseguir la energía necesaria. Así, manteníamos un ritmo metabólico casi constante. Generábamos calor y consumíamos oxígeno de forma casi uniforme. Así las cosas la vida se redujo a menos de una centuria en el mejor de los casos (elefantes o grandes cetáceos), y a tan sólo unos pocos años en el caso de pequeños roedores.

Pagamos entonces un enorme precio. ¿O quizá conseguimos un enorme beneficio que compensó acortar nuestra vida tan dramáticamente? Quizá nunca lo sepamos. Quizá de no haber pagado ese peaje no nos estaríamos haciendo esta pregunta.

21 mar 2006

Tornero

Muchas veces me topo con una incorrección común. Se trata de hacer una construcción adverbial con posesivo del tipo:
"[...] está detrás suyo."
Cuando alguien me dice algo así, yo siempre le respondo inquiriendo:
"¿Es que está a su detrás?"
Con lo que rápidamente el errado toma conciencia de su error, y rectifica:
"Bueno, no. Está detrás de él."
El ver lo absurdo de la construcción que yo propongo, hace que siempre se de uno cuenta de lo estridente de esa oración. El caso es que el viernes pasado estaba yo comiendo, era algo tarde, y haciendo zapping me topé en Telecinco durante unos instantes con Aquí hay tomate, donde uno de sus versados reporteros, colocándole la alcachofa a una señorita en la cara, espetó:
"¿Qué opinas sobre lo que está ocurriendo con Pepe Navarro, toda la polémica que se ha suscitado en su torno?"
Me dejó completamente patidifuso... Los hay ya a los que ni siquiera suena mal algo tan espantoso como eso. Con este tipo ni siquiera mi técnica me funcionaría.

Nota: La RAE admite la construcción irregular con posesivo "en torno suyo" o "alrededor suyo", pero siempre con el pronombre posesivo suyo, y jamás con el adjetivo posesivo su, ("en su torno", "su alrededor").

Llamamé ¡@#! :-|

Todos los días recibo (y leo) varias decenas de correos electrónicos tanto de índole profesional, como personal. Desde hace ya muchos años vengo observando una tendencia que se da no de forma aislada sino más bien generalizada entre gentes de cualquier estrato y condición. Me refiero a colocar el imperativo reflexivo con tilde en la última vocal.
Llamamé y vemos lo que hacemos.
Lo curioso de este asunto es que se da, no sólo entre aquellos que escriben "hechar una mano", o se enfadan diciendo "¡asta ay podíamos llegar!", (ambos son casos verídicos, puedo jurarlo) o barrabasadas similares, sino que la incidencia de este error es mucho mayor entre aquellos que escriben casi correctamente. Tanto es así, que en ocasiones me he llegado a preguntar si ese "llamamé" es un "ya mamé" escrito incorrectamente o sabe Dios qué diantres es.

El caso es que a mí me resulta evidentísimo dónde está la sílaba tónica en "llámame", e incluso sería más tolerante y vería con mejores ojos que se escribiera "llamame", lo que le daría un acento argentino bastante curioso. Pero no entiendo quién puede ver una sílaba tónica al final de esas palabras: "llamamé", "avisamé", "esperamé", etc. donde jamás la ha llevado ni la puede llevar. En fin...

13 mar 2006

La justicia es un plato que se sirve frío

Ayer domingo me desayuné con una noticia: Milosevic había muerto en La Haya, mientras esperaba a que continuase el jucio que dura más que la obra de El Escorial, contra su persona y por crímenes de guerra y contra la Humanidad. Aún no se sabe a ciencia cierta si se ha suicidado o ha sido una indigestión de gambas, pero eso es lo que menos me preocupa. El motivo de que escriba hoy han sido las palabras de la fiscal del caso Milosevic, Carla del Ponte:
"[...] la muerte de Milosevic priva a sus víctimas de justicia."
Esta mañana, Carles Francino soltaba en la SER, a propósito de Milosevic:
"[...] ha muerto sin que se haga justicia."
Ahí queda eso. Lo verdaderamente triste es que personas de tan elevado cargo y responsabilidad como Carla del Ponte o de la responsabilidad de Francino (por lo abultado de su audiencia) caigan en un detalle de falta de consciencia tan grave, gravedad que se acentúa en el caso de ella por dedicarse además a la carrera judicial. Y es que Carla y Carles, como casi todos los seres humanos de casi cualquier condición, olvidan que un juicio no es una venganza, y que el acusado es juzgado por él mismo y sus actos, no por sus víctimas. A sus víctimas jamás podrá deshacérseles el mal realizado. Si acaso ser compensado de uno u otro modo económicamente (y eso que valorar económicamente un crimen me parece de un mal gusto extremo), pero jamás podrán ser retrocedidas en su mal. Las víctimas de cualquier crimen lo son aún después de que el criminal haya cumplido toda la condena, y lo siguen siendo siempre. El problema es que la mayoría de la gente, por desgracia considera a la Adminsitración de Justicia como el Ministerio de la Venganza, de tal modo que como no pueden vengarse por su propia mano, entienden que es el Estado o las instituciones y estamentos competentes (en este caso el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia) quienes han de llevar a cabo lícitamente esa venganza. Y es que la venganza no se puede llevar a cabo porque la venganza no es lícita en ninguna medida y en ningún caso.

Esto es un concepto difícil de comprender a priori, ya que es tremendamente fácil asociar un proceso judicial al clamor de venganza de las víctimas, que suelen justificar su postura pidiendo "que se haga justicia", cuando realmente lo que quieren es que "alguien les vengue". Es comprensible, y es que la Justicia nació de la mano de la Venganza, precisamente como una forma de aplicar la venganza de forma controladamente. El primer código de justicia conocido es el Código de Hammurabi, redactado en Babilonia y, aun concluyendo que la pena de muerte es algo así como la purga de Benito, ya que es aplicable a casi cualquier infracción, dio, ya entonces (fue redactado en 1692 a.C.), un paso importantísimo en la administración de justicia, pues establece límites para la aplicación de la venganza. Cuando un ciudadano agraviaba a otro ciudadano, se consideraba lícito y correcto que el agraviado se tomase la justicia por su mano y agraviase al agraviador (parece un trabalenguas) en "justa" venganza. El problema era que en caliente, muchos agraviados se iban de la mano. Al que te pisaba un callo, le sacabas un ojo, él en venganza te cortaba una mano, tú le dejabas cojo y él acababa matándote. Más o menos. Hammurabi, consciente de que este tipo de espirales de "justicia" habías de ser frenadas, elaboró un conjunto de leyes, que para otorgarle mayor credibilidad entre los suyos, afirmó habían sido dictadas por Marduk, deidad babilónica. Este código presenta el increíble avance humanista, (aunque suene a cachondeo, en su época fue revolucionario), de artículos como el siguiente:
"Si un hombre ha reventado el ojo de un hombre libre, se le reventará un ojo."
Lo cual implicaba que el agraviado podía vengarse única y exclusivamente en la misma medida en que él había sido agraviado. Lógicamente, de todo esto hace casi cuatro mil años. Ya no hay hombres libres ni no-libres porque todos lo son (en teoría) y además la Sociedad ha evolucionado un poco. Hemos eliminado ciertas prácticas como segar una vida incluso aunque esa persona haya matado a una o muchas más aboliendo la pena de muerte (no en todos los sitios, aunque en ello estamos). Precisamente porque hace ya unos cuantos cientos de años aprendimos que hacer venganza no es exactamente lo mismo que hacer justicia.

Pero sin embargo, para la mayoría de la gente cualquier proceso judicial todavía supone la manera "correcta" de hacer venganza (mal entendida y mal llamada justicia), y por ello precisamente, para la mayoría de la gente (incluída la fiscal del Ponte y Carles Francino), el hecho de que el acusado fallezca antes de ser dictada la sentencia supone una contrariedad difícilmente asumible ya que en esa misma línea de la Administración de Venganza, se impide que sus víctimas (las que sobrevivieron, claro), puedan saborear la venganza de ver cómo el criminal da con sus huesos en la cárcel. Se da la paradoja de que mucha gente que clama por la pena de muerte y demanda que Milosevic sea ejecutado, se lamenta de que haya muerto ¡! ¡Increíble! Sí, claro, porque se ha muerto solo, en vez de achicharrado en la silla eléctrica. Luego, ¿esa supuesta justicia es el fin que se persigue? Si así fuera daría igual de qué modo muriese Milosevic, ahorcado o por un ataque de diarrea. No, claro que no. La justicia no es el fin. Es simplemente el medio. Y es que encubiertamente, el verdadero fin que se ve en este proceso no es otro que la venganza, y precisamente por ello no puede morirse él solo. Tiene que ser matado.

Toda esa gente no comprende que la finalidad de la Justicia, por sorprendente que parezca, no es dar satisfacción a las víctimas de crímenes para que puedan disfrutar viendo cómo se putea de un modo u otro al criminal (ya sea pudriéndose en la cárcel o muriendo más rápidamente de lo que a ellos les gustaría, desde luego), ya que no se les permite a ellos mismos hacerlo (putearle) en persona, cosa que les produciría un gozo infinitamente superior. Y esto es lo que hace que en ocasiones AVT parezcan las siglas de "Asociación de Vengativos por el Terrorismo" más que ninguna otra cosa.

El día que desterremos la Venganza de nuestro repertorio espiritual habremos alcanzado una condición más pura y más humana. El día que, no uno a uno, no sólo yo, sino toda la Sociedad en su conjunto, aprendamos a vislumbrar la tenue y delicada línea que separa Justicia de Venganza, entonces habremos dado un paso de gigante en el camino hacia la iluminación. Es un camino que hay que recorrer. Hace ochocientos años se ahorcaba a alguien por robar dos gallinas. Ahora eso nos parece aberrante. Algo hemos avanzado, pero aún nos queda. Manos a la obra.

2 mar 2006

Recomendaciones literarias

Entre ayer y hoy he leído un libro. Además ha sido un libro "pirata". Esto lo digo para que se me entienda, vamos, no porque realmente lo crea así. Ha sido un libro que aún estando disponible en las librerías, he bajado de Internet. Y eso no es todo. He copiado y distribuido este libro entre mis allegados para que lo lean también. Pero ahí no acaba mi osadía, ya que me he permitido el lujo de subirlo aquí a Blogger para que tenga la mayor difusión y usted, apreciado lector, se lo pueda bajar ahora mismo y comience a leérselo cuando termine, eso sí, de leer esta humilde intervención de un servidor. Y lo mejor de todo es que no he transgredido ninguna ley. Aquí lo tiene en formato PDF.

El libro se titula precisamente "Copia este libro", y su autor, el abogado David Bravo (aquí su blog, aquí unos amigos) nos ofrece un recorrido de 150 páginas por el panorama de los Derechos de Autor en España y el mundo, de una forma amena, satírica, ácida incluso que harán que se lo lea en un suspiro. Palabrita del niño Jesús.

No es sino un paso más (de gigante esta vez) en la batalla que mantenemos unos pocos (o muchos) cuerdos, hechos pasar por grillados, contra la $GAE que todos sabemos (si es seguidor de este blog) que nos roba sin parar con propuestas esquizoides que dentro de poco impondrán un canon al vino ya que a partir de determinada dosis induce a la "difusión de contenidos protegidos por os derechos de autor", aunque nadie sepa quién es el autor de "El vino que vende Asunción". No me enrollo más, que tienen que poner a leérselo. Lean y verán...

Sólo me resta agradecer desde aquí enormemente a David su esfuerzo y valentía, además de su ácido sentido del humor con el que realmente me he deleitado durante dos días de lectura. Prometo volver a leérmelo.
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