"[...] la muerte de Milosevic priva a sus víctimas de justicia."Esta mañana, Carles Francino soltaba en la SER, a propósito de Milosevic:
"[...] ha muerto sin que se haga justicia."Ahí queda eso. Lo verdaderamente triste es que personas de tan elevado cargo y responsabilidad como Carla del Ponte o de la responsabilidad de Francino (por lo abultado de su audiencia) caigan en un detalle de falta de consciencia tan grave, gravedad que se acentúa en el caso de ella por dedicarse además a la carrera judicial. Y es que Carla y Carles, como casi todos los seres humanos de casi cualquier condición, olvidan que un juicio no es una venganza, y que el acusado es juzgado por él mismo y sus actos, no por sus víctimas. A sus víctimas jamás podrá deshacérseles el mal realizado. Si acaso ser compensado de uno u otro modo económicamente (y eso que valorar económicamente un crimen me parece de un mal gusto extremo), pero jamás podrán ser retrocedidas en su mal. Las víctimas de cualquier crimen lo son aún después de que el criminal haya cumplido toda la condena, y lo siguen siendo siempre. El problema es que la mayoría de la gente, por desgracia considera a la Adminsitración de Justicia como el Ministerio de la Venganza, de tal modo que como no pueden vengarse por su propia mano, entienden que es el Estado o las instituciones y estamentos competentes (en este caso el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia) quienes han de llevar a cabo lícitamente esa venganza. Y es que la venganza no se puede llevar a cabo porque la venganza no es lícita en ninguna medida y en ningún caso.
Esto es un concepto difícil de comprender a priori, ya que es tremendamente fácil asociar un proceso judicial al clamor de venganza de las víctimas, que suelen justificar su postura pidiendo "que se haga justicia", cuando realmente lo que quieren es que "alguien les vengue". Es comprensible, y es que la Justicia nació de la mano de la Venganza, precisamente como una forma de aplicar la venganza de forma controladamente. El primer código de justicia conocido es el Código de Hammurabi, redactado en Babilonia y, aun concluyendo que la pena de muerte es algo así como la purga de Benito, ya que es aplicable a casi cualquier infracción, dio, ya entonces (fue redactado en 1692 a.C.), un paso importantísimo en la administración de justicia, pues establece límites para la aplicación de la venganza. Cuando un ciudadano agraviaba a otro ciudadano, se consideraba lícito y correcto que el agraviado se tomase la justicia por su mano y agraviase al agraviador (parece un trabalenguas) en "justa" venganza. El problema era que en caliente, muchos agraviados se iban de la mano. Al que te pisaba un callo, le sacabas un ojo, él en venganza te cortaba una mano, tú le dejabas cojo y él acababa matándote. Más o menos. Hammurabi, consciente de que este tipo de espirales de "justicia" habías de ser frenadas, elaboró un conjunto de leyes, que para otorgarle mayor credibilidad entre los suyos, afirmó habían sido dictadas por Marduk, deidad babilónica. Este código presenta el increíble avance humanista, (aunque suene a cachondeo, en su época fue revolucionario), de artículos como el siguiente:
"Si un hombre ha reventado el ojo de un hombre libre, se le reventará un ojo."Lo cual implicaba que el agraviado podía vengarse única y exclusivamente en la misma medida en que él había sido agraviado. Lógicamente, de todo esto hace casi cuatro mil años. Ya no hay hombres libres ni no-libres porque todos lo son (en teoría) y además la Sociedad ha evolucionado un poco. Hemos eliminado ciertas prácticas como segar una vida incluso aunque esa persona haya matado a una o muchas más aboliendo la pena de muerte (no en todos los sitios, aunque en ello estamos). Precisamente porque hace ya unos cuantos cientos de años aprendimos que hacer venganza no es exactamente lo mismo que hacer justicia.
Pero sin embargo, para la mayoría de la gente cualquier proceso judicial todavía supone la manera "correcta" de hacer venganza (mal entendida y mal llamada justicia), y por ello precisamente, para la mayoría de la gente (incluída la fiscal del Ponte y Carles Francino), el hecho de que el acusado fallezca antes de ser dictada la sentencia supone una contrariedad difícilmente asumible ya que en esa misma línea de la Administración de Venganza, se impide que sus víctimas (las que sobrevivieron, claro), puedan saborear la venganza de ver cómo el criminal da con sus huesos en la cárcel. Se da la paradoja de que mucha gente que clama por la pena de muerte y demanda que Milosevic sea ejecutado, se lamenta de que haya muerto ¡! ¡Increíble! Sí, claro, porque se ha muerto solo, en vez de achicharrado en la silla eléctrica. Luego, ¿esa supuesta justicia es el fin que se persigue? Si así fuera daría igual de qué modo muriese Milosevic, ahorcado o por un ataque de diarrea. No, claro que no. La justicia no es el fin. Es simplemente el medio. Y es que encubiertamente, el verdadero fin que se ve en este proceso no es otro que la venganza, y precisamente por ello no puede morirse él solo. Tiene que ser matado.
Toda esa gente no comprende que la finalidad de la Justicia, por sorprendente que parezca, no es dar satisfacción a las víctimas de crímenes para que puedan disfrutar viendo cómo se putea de un modo u otro al criminal (ya sea pudriéndose en la cárcel o muriendo más rápidamente de lo que a ellos les gustaría, desde luego), ya que no se les permite a ellos mismos hacerlo (putearle) en persona, cosa que les produciría un gozo infinitamente superior. Y esto es lo que hace que en ocasiones AVT parezcan las siglas de "Asociación de Vengativos por el Terrorismo" más que ninguna otra cosa.
El día que desterremos la Venganza de nuestro repertorio espiritual habremos alcanzado una condición más pura y más humana. El día que, no uno a uno, no sólo yo, sino toda la Sociedad en su conjunto, aprendamos a vislumbrar la tenue y delicada línea que separa Justicia de Venganza, entonces habremos dado un paso de gigante en el camino hacia la iluminación. Es un camino que hay que recorrer. Hace ochocientos años se ahorcaba a alguien por robar dos gallinas. Ahora eso nos parece aberrante. Algo hemos avanzado, pero aún nos queda. Manos a la obra.
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