Todos damos por ciertas determinadas cosas como verdades incuestionables, pero muy pocas veces somos conscientes del hecho de que esas "veritates universales" no dejan de ser, para empezar lo que nuestros sentidos han captado y enviado a nuestro cerebro, y después, lo que nuestro cerebro ha procesado en conjunción con el resto de conexiones que esa cognición tiene con las vivencias y conocimientos que almacenamos del pasado. Así las cosas, ¿es "verdad" lo que vemos? O lo que es mejor. ¿Tiene sentido?
Para ilustrar la obra, Waztlawick hace uso de numerosos ejemplos, alguno de los cuales rescataré para este artículo. Me llamó especialmente la atención el caso real de una paciente de un psiquiátrico en Italia, que debía ser trasladada a otra institución. Al llegar los sanitarios, encontraron a la paciente ya vestida, sentada en su cama y con el bolso en el regazo, de modo que la invitaron a acompañarles. La paciente se resistió y empezó a perder los estribos aduciendo que no estaba loca, por lo que el doctor que supervisaba la operación ordenó sedarla. Ya en la ambulancia de camino al nuevo psiquiátrico se les notificó que la paciente aún seguía en el hospital, y que se habían llevado a una visitante que no padecía ninguna enfermedad mental. Este es un caso claro de cómo cuando estamos predispuestos a pensar algo, encontramos incluso en las pruebas contradictorias, pruebas firmes a favor de nuestra tesis. El doctor creyó que la resistencia de la "paciente" y la negación de su enfermedad no era sino un síntoma de su esquizofrenia, por lo que no le cupo la menor duda de que había que sedarla para el traslado.
Otro ejemplo en esta misma línea fue la llamada a la atención que el conde Friedrich von Spee (1591-1635) hizo en su libro Cautio Criminalis a las autoridades tras presenciar numerosos autos de fe. Según Spee era imposible que una acusada de brujería saliese con vida de un proceso de este tipo. Para empezar, se presuponía que si la bruja era inocente, Dios la salvaría. Por otro lado, se investigaba si la vida pasada de la sospechosa era digna o no. Si no lo era, esto no hacía sino cargar de culpabilidad su acusación. Si lo era, sin duda la sospechosa era una bruja ya que las brujas tienen la cualidad de aparentar ser personas íntegras. En la mazmorra, la acusada se mostraba tranquila o temerosa. Si la mujer estaba tranquila era porque es de todos sabido que las brujas confían en que el Diablo las salvará y no tienen nada que temer. Pero si se mostraba atemorizada por su destino era una indicación clara de que los remordimientos actuaban, remordimientos que apuntaban a una vida de pecado. Así la scosas, cuando el tribunal quería creer que estaba ante una bruja, sin duda el final sólo podía ser la hoguera de uno u otro modo.
De esta manera Watzlawick va desmontando los sólidos pilares en los que apoyamos nuestra cotidianeidad para demostrarnos lo frágiles que son nuestras convicciones a poco que hagamos un ejercicio que no solemos hacer con ellas: Rascar ligeramente la superficie y comprobar en su interior que por poco o nada de lo que allí hay podemos poner la mano en el fuego de que esverdaderamente real, sino una mera construcción elaborada por nosotros mismos con mayor o menor éxito.
Sólo puede decirse en su contra que con la tipografía que emplea, la C mayúscula se asemeja demasiado a una una G.
El sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido (96 págs.)
Paul Watzlawick
Editorial Herder, Barcelona 1995
ISBN 84-524-1877-1
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