Hoy me han contado una leyenda urbana que deja a la altura de los zapatos a la historia aquella de la joven de la curva, y que de ser cierta, sería una de las narraciones más espeluznantes que jamás he oído.
La acción se sitúa hace años (cuando no había cámaras digitales) en un hotel, dice la leyenda urbana que de Marruecos o Túnez (estos datos suelen añadirse para agregar detalles y así dotar a la historia de mayor credibilidad). El caso es que una pareja llega al hotel, y baja a la piscina dejando la cámara de fotos sobre la cama.
Dos señoras de la limpieza llegan a la habitación y se introducen los cepillos de dientes por el ano (con las cerdas hacia dentro), y se hacen fotos con la cámara de la pareja. La historia no concreta la motivación de tan aberrante acción rayana en lo escatológico. Quizá fuesen fundamentalistas islámicas venidas a menos, que no tenían Goma2 a mano, o vaya usted a saber.
El caso es que la pareja pasa sus vacaciones cuidando religiosamente de su higiene bucodental después de cada comida. Esto sería ya de por sí suficientemente espeluznante, pero el detalle verdaderamente diabólico sucede cuando la pareja, una vez de regreso a su ciudad, revela las fotos y ve, en el comienzo del carrete las imágenes que son la prueba irrefutable de la tropelía cometida con sus cepillos de dientes y la toma de conciencia de que durante quince días han estado metiéndose en la boca las zurrapas del culo de las señoras de la limpieza de aquel hotel infernal.
La persona que me ha contado esta historia (como verídica), afirma que desde que tuvo conocimiento de ella, se lleva los cepillos de dientes consigo allá donde va. Vamos, que antes deja abandonada la American Express que dar opción a que una inefable señora de la limpieza se meta su cepillo por el culo. Sin embargo yo creo que basta con no dejarse la cámara en la habitación.
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