Cada vez que veo uno de esos bulos que van saltando de correo en correo, como este último, me doy cuenta de lo antiguo que es la afición del ser humano por reírse de sus semejantes y, en medio de dicha vorágine, sacar tajada. Y uno de los ejemplos más curiosos de este comportamiento fue el que se dio a mediados del siglo XIX en la ciudad de Cardiff, en el estado de Nueva York. Allí, un empresario tabaquero llamado George Hull, en un alarde de perversión, encargó a unos canteros de Iowa que labrasen un monolito con forma humana de algo más de 3 metros de alto. Trató con ácidos y otras substancias la escultura e incluso simuló la textura de la piel. Una vez finalizado lo transportó en tren hasta Nueva York y allí lo enterró en noviembre de 1868 a las afueras de Cardiff. En la operación, Hull se gastó unos 2.600 dólares de la época.
Un año después, en octubre de 1869, Hull contrató a dos hombres para que cavasen un pozo en un lugar en el que nadie cavaría un pozo, salvo que supiese que allí iba a encontrar algo, claro. Y efectivamente, apareció el "gigante de Cardiff". Tan pronto como se difundió la noticia, Hull colocó una carpa sobre el lugar de la excavación y empezó a cobrar 25 centavos de dólar por entrar a admirar al amerindio gigante petrificado. Dos días después subió la entrada a 50 centavos a la vista de la avalancha de visitantes. A pesar de que los científicos de la época advertían de lo absurdo de tal bulo, Hull (que era ateo) se escudó en el pasaje del Génesis que narra que la Tierra estuvo poblada por gigantes, y la comunidad religiosa se volcó para apoyarle. (Una de las desventajas de basar tus principios en la fe, es que te pueden engañar sin aportar pruebas).
El caso es que el Sr. Hull vendió poco después su lucrativo negocio a un grupo de feriantes encabezado por David Hannum, por la nada desdeñable cantidad de 37.500 dólares del momento, lo cual, deduciendo los 2.600 dólares de gastos de inicio de actividad, le reportaba un beneficio neto de 34.900 dólares, a los que habría que sumar lo obtenido en concepto de entradas de su exhibición. Para hacerse una idea de lo lucrativo de su exhibición, baste decir que el empresario de espectáculos P.T. Barnum intentó alquilar el gigante de Cardiff durante tres meses por 60.000 dólares. Como no lo consiguió, sobornó a algunos miembros de la exhibición del gigante para crear un molde en cera y hacer una réplica. Barnum exhibió esta réplica en Nueva York reclamando la autenticidad para sí, y difamando que el original (que se exhibía entonces en Siracusa, NY) era en realidad una copia.
El "duelo de gigantes" entre Hannum y Barnum comenzó a subir de tono llegando incluso a los tribunales, y en diciembre de 1869 (ni siquiera dos meses después de la "exhumación") la presión mediática era tal, que el propio Hull confesó ante la prensa. En febrero de 1870 los tribunales sentenciaron que ambos gigantes eran falsos, y por tanto Barnum quedaba absuelto de los cargos por falsificación (no se puede falsificar una falsificación). Sin embargo, el dinero que durante esos dos meses se embolsaron Barnum, Hannum y el propio Hull les hizo ricos.
1 comentarios. Deja alguno tú.:
Fascinante... Si parece un relato de Borges... Mu bien, Lirón.
Anónima Paula
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