Que una de las mayores fuentes de preocupación y frustración para el género masculino es el pene no creo que sorprenda a nadie. En Cuatro se emite "Historias del pene", una trilogía documental que versa sobre todo el componente psicológico que rodea al pene. En el capítulo de la semana pasada se hablaba monográficamente de la cirugía estética del pene y la cantidad de dinero que mueve en EEUU (que era donde estaba hecho el documental) lo que me hace pensar en la cantidad de frustraciones sexuales que hay al otro lado del Atlántico. Además hoy me he topado viendo La Sexta con un anuncio (no he podido hacer una captura) de un producto llamado Jes Extender, que es un artefacto digno de Leonardo para alargar el pene. El anuncio por supuesto es una típica televenta en la que una serie de actores intenta convencerte en este caso de que tu pene es pequeño en cualquier caso, y por tanto tienes que comprar el producto porque el tamaño importa mucho a las mujeres. Al final del anuncio sale una chica que con ademán querencioso dice modulando la voz "a mí me gustan grandes". Pero lo cierto y verdad es que cuando se realizan encuestas anónimas, la inmensa mayoría de las mujeres expresa una total indiferencia por el tamaño del pene de su partenere sexual, salvo que sea de un enanismo rayano en lo liliputiense, claro. Entonces ¿por qué los hombres se obsesionan con el tamaño del pene? ¿por qué se justifican tanto operaciones como todo tipo de imaginativos tratamientos diciendo que "a ellas les gustan grandes"? Está claro que hay algo que no cuadra y tras mucho pensar he llegado a la conclusión de que lo que un hombre desea no es un pene que guste a las mujeres. Por increíble y rompedor que pueda resultar, un hombre desea un pene que guste a lo demás hombres.
El protocolo sexual de los hombres comprende meterla y ya. Realmente es lo que busca el programa genético del hombre y quien diga lo contrario miente como un bellaco. Por supuesto hay hombres que aceptan con agrado el protocolo sexual de las mujeres (entre otras cosas y por zafio que suene, porque si no se acepta, cuesta dinero meterla). El protocolo sexual de las mujeres requiere sin embargo un largo, complicado y delicado proceso previo que que va desde el mero cortejo social, hasta los juegos preparatorios para el acto sexual, y es a esto a lo que realmente le dan importancia ellas. Da verdaderamente igual que se tenga un pollón inmenso bajo la bragueta, porque si no cumples ese protocolo tendrás que lavar a mano. Por otro lado, si se cumple el protocolo, prácticamente cualquier mujer se mostrará igual de satisfecha con un pene normal que con un pene grande. (La razón de esta diferencia de protocolo entre hombres y mujeres la vi explicada en un magnífico documental de la BBC y radica en que la mujer es mucho más selectiva a la hora de elegir una pareja sexual. La estrategia que sigue el hombre es la cantidad. Un hombre puede fecundar a un número increíble de hembras en un período cortísimo de tiempo. Sin embargo, una hembra humana sólo puede concebir a un hijo fisiológicamente cada 10 meses, y aún así no podrá concebir otro mientras tenga a su cuidado el primero lo cual alarga este lapso mucho más. Esto reduce mucho la potencial descendencia genética de una hembra, por lo que la estrategia a seguir ha de ser forzosamente la de buscar la calidad. Por eso son más selectivas. Por eso necesitan asegurarse de que el portador de la carga genética es de calidad. En el caso de un ciervo bastará con que su cornamenta sea grande y lustrosa y venza a otros machos. En el caso del género humano se valoran otras habilidades. No se trata de ninguna moda, ni de hacerse de rogar, ni de que se hagan las estrechas. Se trata simplemente de un programa genético que tiene millones de años de antigüedad.)
Sin embargo los hombres aún conociendo este hecho siguen mostrando una enorme obsesión por el pene. La razón principal de este hecho es que la condición masculina reside en el pene. Así las cosas, con la psicología por defecto de la que nos dota la naturaleza es casi imposible zafarse de la relación entre virilidad y pene. Si a esto le añadimos un pelín de inseguridad (¿quién no la tiene en este mundo de Dios?) es muy fácil establecer comparaciones y envidias en duchas de gimnasio, películas porno, etc. Así es como se genera la sensación de no ser el envidiador sino el envidiado. Así es como se genera la obsesión por un pene mayor. Es muy posible que todo esto sea un proceso subconsciente del cual muchos hombres no tengan noticia, y los pocos que sean conscientes jamás reconocerían algo así. Así de complicados somos. El verdadero problema es que a esto se ponga remedio con bisturí y no con un diván.
1 comentarios. Deja alguno tú.:
Me ha gustado mucho la conclusión de que a los hombres lo que les importa es que los otros hombres crean que tienen el pene grande. Lo mismo ocurre con las mujeres que se visten para que las vean las otras mujeres.
A mí también me ha llamado mucho la atención esa especie de arma de tortura alargadora de pitos que naturalmente yo no necesito...
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