Leí con atención su artículo del pasado 24 de mayo, Prostitución, una esclavitud no tan visible, artículo que suscribo de principio a fin. En dicho artículo, sin embargo, se hace mención a un punto del libro de estilo de El País, en el cual se dice "La línea editorial del periódico es contraria al fomento del boxeo, y por ello renuncia a recoger noticias que contribuyan a su difusión". Y esta mención me ha despertado una reflexión.
Sin embargo, no puedo por menos que asombrarme cómo un periódico tan progresista, tiene tantos remilgos ante un deporte (olímpico, no lo olvidemos) en el cual dos señores deciden por propia voluntad darse mamporros hasta tambalearse (los hay que llegan al mismo fin a base de ginebra), y sin embargo no tienen reparo alguno en incorporar la crónica taurina, espectáculo sangriento y gratuíto no de mamporros sino de muerte, y con un animal al que nadie preguntó si quería participar en él. Y no sólo eso, sino que El País incluye dichas crónicas en la sección "Cultura".
Cultura, según nuestro sacrosanto DRAE, es, en su tercera acepción, el "conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc." ¿Realmente creen en El País que la "cultura" de sus lectores se siente identificada con el vil espectáculo del toreo? Lo digo porque en la última encuesta de Gallup (ahora Investiga) sobre el tema (le remito a ella http://www.ig-investiga.com/encu/toros08/intro.asp), se reveló que el 67,2% de los españoles no muestra ningún interés por los toros, siendo un 21,4% los moderadamente interesados, y sólo un 9,7% los auténticos aficionados. El gráfico por edades es mucho más revelador, y es una ventana clara al futuro, ventana por la que parece que El País no quiere asomarse.
Creo que no les vendría mal conocer a este periódico mejor a su audencia, y quizá con ello se sorprendieran y de paso nos sorprendan a los lectores con una revisión de su libro de Estilo a propósito de los toros, antes de que nos dé por pensar que la postura de El País huele a hipocresía.
Un saludo
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