Hay un montón de cosas que me rondan la mente y aunque parecen aparentemente inconexas, huelo una relación entre todas ellas. Por un lado una increíble corrupción a todos los niveles. No hablo de corrupción de concejales de urbanismo, ni consejeros de la Comunidad de Madrid. Hablo de corrupción a todos-los-niveles. Es decir, que cualquiera que maneja pasta, ya sea para una entidad pública o privada, intenta sacar tajada de lo que pasa por sus manos y la mayoría de las veces lo consigue y se lo lleva a cargo de la cuenta de resultados o de los presupuestos públicos. Luego no hay dinero y hay que despedir a gente.
De otra parte veo una cantidad escandalosa de puestos de trabajo ocupados por gente que no está preparada para desempeñarlos. Con un intrusismo profesional galopante en determinados sectores, con directivos pusilánimes sin capacidad psicoemocional para desempeñar el cargo, con compadreos familiares dignos de farmacia de barrio, en empresas del IBEX35. Y no hablo de Patricia Botín puesta por papá Botín al frente de Banesto, ojo, sino de casos de menudeo a todos los niveles de la escala da mando. Empresas enormes en las que un perito forestal se contrata para dirigir un departamento de desarrollo informático y casualmente el hermano, o la tía trabajan en la empresa. Y da lo mismo si a esa persona no le llega la camisa al cuello, o no sabe cómo desempeñar su labor. Se lleva la pasta, toma decisiones a veces equivocadas, y no pasa nada. Pero luego hay gente muy válida que se va a la calle.
Por otro lado, en una desaforada carrera hacia el aumento exponencial de los beneficios, las empresas realizan cada vez peor su trabajo. Y cuanto más grande y renombrada es una empresa, más comprometida está con su puñetera cuenta de resultados y sus putos accionistas, lo que nos ofrece la curiosa paradoja de que cuanto más grande y renombrada es la consultora (por citar un ramo), peores consejos da, porque contrata cada vez a empleados peor cualificados para poder pagarles un sueldo más exiguo y que de esa manera su exorbitante factura pueda dejarle una tajada más suculenta y carnosa y al cerrar el ejercicio pueda anunciar a bombo y platillo más y más beneficios año tras año. Beneficios que se suelen anunciar en la misma época del año en la que a los empleados que producen ese beneficio, se les anuncia que se les congela el suelo o con suerte se les sube un punto por debajo del IPC.
Sin embargo, lo que es evidente para todo el mundo, cuando decenas de profesionales hablan del evidente, escandaloso, y vergonzante trabajo realizado por la enorme consultora, quien firma las factura y aprueba las partidas presupuestarias no hace nada. ¿Es que es tan gilipollas que no es capaz de ver lo que todos ven? ¿Es que los comerciales de la consultora le pagan las noches en un puticlub de lujo? ¿Es que se lleva una tajada bajo cuerda por entregarle a la consultora el presupuesto de la empresa y de los accionistas aunque sea a cambio de una bazofia de trabajo? ¿Es que son estas e incluso otras razones más? Y cuando alguien que no tiene parte (pero sí arte) en la estafa (porque no se me ocurre otra forma de llamarlo), reúne el coraje suficiente para denunciar la situación, se le acalla (cuando no se le despide directamente) por decir las cosas como son. Está claro que no interesa que estas cosas se hagan bien, o de lo contrario se premiaría a quien señala con el dedo el problema, en vez de cortarle el dedo.
Por mi profesión, me encuentro con casos así constantemente que veo desde dentro, pero no hace falta ser un topo. Buscar en los medios de comunicación nos ofrece casos como la tristemente famosa web del Congreso de los Diputados que hizo Indra a cargo de las arcas públicas. Una web que formaba parte de un plan de modernización adjudicado a Indra y Telefónica, y presupuestado en su día en más de CATORCE MILLONES DE EUROS (exactamente 14.304.113 € "ampliables" según reza el título III (página 2) de la sección D del Boletín Oficial de las Cortes Nº 278 de 21 de octubre de 2005) El resultado fue tan vergonzoso que saltó a las portadas incluso de la prensa no especializada. Lo triste es que el trabajo realizado ni de lejos valía el importe pagado. Yo ya me preguntaba en su día qué fallaba aquí. Porque cuando esto sucede en una empresa privada, quienes tienen que pedir cuentas son los accionistas, pero cuando este nivel de corrupción, malversación de fondos, degradación de calidad laboral, inutilidad de servicio público, etc, depende de los contribuyentes, ¿por qué no se hace nada?
¿Cuento un secreto? Venga, va, pero sin decir nombres, porque esto (aún) no ha salido en los periódicos. Una empresa pública madrileña que asigna un proyecto presupuestado en NUEVE MILLONES DE EUROS a una megaconsultora, por hacer un proyecto que, honestamente, conozco docenas de PYMES que lo harían por la cuarta parte del dinero y decenas de veces mejor, aunque sin pagarle las putas al directivo de turno, claro. O mejor aún. Si el directivo de turno no se dejase sobornar, con esa cantidad de dinero podría desarrollar cuatro proyectos, dando trabajo a cuatro veces más personas. Y luego no hay dinero para la crisis...
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