A las ocho y media de la tarde salimos de Moal hacia Cangas del Nancea, a menos de veinte kilómetros, en medio de una penumbra. A las dos horas, a eso de las diez y media recorremos el camino de vuelta esquivando algún que otro sapo que, renqueante, cruza la carretera. Llegando a Ventanueva, justo donde me tengo que desviar hacia Moal, veo a lo lejos un enorme resplandor que a la salida no estaba. Es un incendio forestal en pleno parque de las Fuentes del Narcea. Me paro de inmediato mientras con una mano marco el uno-uno-dos. Intento comunicar la ubicación del incendio a la chica que me atiende, que evidentemente no conoce la zona. Le indico la carretera en la que estoy, y ni le suena, ni sabe dónde está Moal. Le digo que vengo de Cangas del Narcea y le informo que soy de Madrid, para que tome conciencia de que en teoría conozco la zona peor que ella. En teoría. Empiezo a citarle pueblos cuyo cartel he visto a media tarde (memoria fotográfica, gracias a Dios). Finalmente Veiga de Rengos le suena, pero no sabe si voy o vengo de Cangas (se lo acababa de decir). Le digo que voy al puerto de Rañadoiro desde Cangas. Allí, en Veiga, el incendio se extiende ante mis ojos de forma circular abarcando la totalidad de la ladera. Cuelgo. Arranco el coche. Por un momento vacilo, y decido pasarme el desvío hacia Moal y seguir camino del puerto. Paso junto a Veiga. El incendio es enorme. Los robles, hayas, castaños y avellanos que forman el bosque mixto de Muniellos arden como paja. Decido pasarme de largo, impulsado por “algo”. Pasando de largo Veiga me encuentro, a lo lejos con otro foco, a poco más de un kilómetro, hacia el sur. Me paro en la gasolinera sin marca que he visto al llegar. Está cerrada y con las luces apagadas. Desde allí vuelvo a marcar el mismo número y creo que me atiende la misma señorita:
— Oye, creo que he hablado contigo hace un par de minutos. Tenéis otro foco a un kilómetro al sur, mucho más pequeño, y evidentemente más reciente. —No parece enterarse mucho de lo que le estoy diciendo. No me ha reconocido (yo estoy seguro de que es la misma de antes). Me dice que les acaban de informar.
— Sí, si te he informado yo. Acabo de llamarte hace nada. Te he informado de un incendio en Veiga, que por cierto, estoy al lado y está muy cerca de la población. Pero tenéis otro foco más al sur, a un kilómetro o kilómetro y medio. —Como notifico una docena de incendios al 112 de Madrid, sé qué aclaraciones tengo que darle— No es el incendio de antes desde otro ángulo. Desde donde estoy, veo los dos focos claramente diferenciados. Uno es el de Veiga, abarca toda la ladera y lleva ardiendo unas dos horas. El otro que te digo es mucho más pequeño, Debe de llevar una hora o menos, y no es una extensión del primero. Las ascuas no saltan un kilómetro ¡contra el viento! para crear otro foco más allá. —La chica parece saturada por lo prolijo de la información. Me dice que los bomberos están ya informados y que cuando lleguen estudiarán la situación, pero no las tengo todas conmigo de que vaya a llamarles de nuevo para notificarles que hay dos focos. Llegando desde Cangas no se ve el segundo foco, a no ser que te pases de largo el incendio de Veiga, cosa que los bomberos no harán. En Madrid, el 112 me pide el teléfono y los bomberos suelen llamarme para pedirme de primera mano los datos del lo que veo. Color del humo, presencia visible o no de llamas, etc. Aquí no. Vuelvo a arrancar el coche y sigo hacia el sur, camino del puerto, rezando por no encontrar otro foco, ya que es evidente que los incendios han sido provocados por algún malnacido, que sabe que por la noche no se ataca un incendio forestal. Iniciar el fuego al ocaso es garantía de que permanecerá ardiendo hasta entrada la mañana. En mi divagación nos cruzamos con un todoterreno que circula en dirección contraria a una endiablada velocidad (la carretera carece de arcén y yo no me atrevo a ir por ella a más de setenta). Por un momento tengo el pálpito de que ese puede ser el responsable. Sigo rumbo al sur, pero no parece haber más incendios. Finalmente me doy la vuelta. Vuelvo a pasar por el incendio pequeño, y doblando una curva me topo con el primero que avisté. Ahora es enorme y amenaza claramente a las casas de Veiga de Rengos. Tomo una foto con la única cámara que tengo a mano. El mismo móvil con que di la alarma es testigo del desastre. Enmudecemos, sólo para emitir alguna maldición contra el desgraciado vecino de la zona causante de toda esta destrucción.
Al llegar a la casa rural, le comento al dueño que tienen un incendio, pero me sonríe y me dice que no me preocupe, que es normal. ¿Una ladera de robledal ardiendo normal? Le informo que no era una quema de rastrojos, sino un incendio forestal en toda regla. Pero me sonríe y se retira. Para evitar ese sentimiento bastaría con que esta gente se diese cuenta de que ni yo, ni la inmensa mayoría de la gente que venimos aquí, no venimos a Moal, La Pescal, Ventanueva, Rengos, Veiga y demás municipios del valle por ver una aldea de cuatro casas con poco o ningún encanto en sí mismas. Sino precisamente por el robledal de Muniellos que rodea la zona. Hasta que la población local no vea que es el bosque el atractivo de su zona. Que es el bosque lo que les reporta el beneficio del turismo, no sólo del que se queda en la casa rural, sino que además se mueve por la zona, compra un tarro de miel en una tienda, una guía en la librería de Cangas y come y cena en los restaurantes de la zona. Que es el bosque lo que llama a la gente a recorrer quinientos kilómetros por ver un urogallo, o una gineta. Hasta que eso no ocurra, no dejarán de considerar los robles como algo que estorba a las vacas para pastar.
3 comentarios. Deja alguno tú.:
¿Tan pronto empieza este año la cosa?
Nos vamos a quedar sin árboles. Mi pueblo, Centenera de Andaluz, se ha quedado desde hace ya unos cuantos años, en medio de un páramo feo. Bueno, ahora hay jaras y quedan muy bien pero no es lo mismo. Encima contaminan y son peligrosos. Estuve dando asistencia con el todo terreno llevando botellas de agua para los "apagadores" de los nuevos focos provocados por pavesas y sientes mucha impotencia ante la imposibilidad de no poder hacer nada significativo contra el fuego.
Lo del servicio 112... sin comentarios.
Y mientras algún desalmado se dedica a quemar robles, en uno de los inviernos más secos y cálidos de los últimos años, el resto del mundo nos estremecemos al enterarnos de que los glaciares se descongelan a la mayor velocidad de los últimos 5.000 años... que las nieves perpétuas del Himalaya habrán desaparecido en 30 años y las del Kilimanjaro en 20...
Reconozco en esa anécdota que cuentas, sobre todo en la parsimonia cuasi cómplice (?) del fuego del lugareño que saca perras al señorito de Madrizzz, con su bonita casa rural, a la actitud de muchos isleños de la Gomera, donde maldicen (hbráse visto) la declaración de Parque Nacional de Garajonay, que no ven sino como "matos" (=árboles no frutales), cuando es un resto de selva jurásica, casi, con su laurisilva y sus helechos gigantescos.
Viva la España verde :P
Cómo se nota que no han crecido ahorrando agua, como por mis archipelágicos lares...
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