27 ene 2008

Los frutos de la carambola cósmica

Hace unos días mantuve con Yaiza una interesante conversación acerca de un tema que desde pequeño me ha resultado fascinante. El calendario.

Los hombres más primitivos se dieron cuenta de que había una serie de sucesos astronómicos que sucedían con regularidad. Algunos son más que evidentes, y es posible que nuestros antepasados previos al homo sapiens ya se percatasen de forma consciente de que el sol sale cada mañana, recorre el cielo, y se pone por el lugar opuesto del horizonte. Es una forma fácil de definir lo que es un día. Del mismo modo, la luna sale cada noche, pero con la particularidad de que, si bien el sol es homogéneo, la luna cambia de aspecto. Aquellos humanos primitivos se dieron cuenta de que cada 28 soles, la luna repetía su ciclo. El período mes tenía una sencilla forma de ser percibido, y además podía subdividirse claramente en días. Para aquellos tiempos en los que no existía ningún tipo de cálculo, el hecho de que se diese esta coincidencia era realmente un regalo del universo, ya que de otro modo habría habido un desfase evidente que habría dado al traste con esta relación. Aquellos humanos, se dieron cuenta, a su vez, de que cada 13 lunas, había otra serie de sucesos que se daban también con regularidad. Ciertas plantas florecían, los animales entraban en celo, llegaban las nieves, comenzaba la temporada de lluvias, sucedían crecidas. Evidentemente estos sucesos ocurrían con la suficiente periodicidad para asignarles un período de tiempo lógico (un año) y con la suficiente inexactitud para adjudicarles motivos o condicionantes externos (los dioses).

La casi mágica exactitud de la divisibilidad del año en meses y en días, producida por la casi mágica exactitud de la divisibilidad entre las cifras de los períodos de traslación y rotación terrestre, y del ciclo lunar, facilitó la creación de los calendarios. De otro modo, quizá no habría sido posible crear un calendario hasta milenios más tarde, cuando se hubiesen desarrollado herramientas mátemáticas más avanzadas como los logaritmos en el siglo XVII, teniendo en cuenta que, sin la creación del calendario quizá el desarrollo de la humanidad no habría sido el mismo.

Sin poder predecir de forma correcta las crecidas de los ríos, las estaciones de lluvias o las épocas secas, la planificación de la agricultura y la ganadería habrían sido imposibles. Y no hay que olvidar que estos fueron los primeros pasos con los que el hombre prehistórico del neolítico se adentró en la Civilización. La agricultura y la ganadería permitieron ahorrar tiempo respecto a la recolección y la caza, y este tiempo extra fue vital para dedicar a otras actividades de investigación, filosofía, protociencia y demás. Sin la elaboración de aquellos primitivos calendarios neolíticos tallados en hueso quizá ahora no seríamos quienes somos. Sin la carambola cósmica de la divisibilidad matemática entre los períodos astronómicos, quizá estaríamos aún a merced del universo, del tiempo, y del espacio.

1 comentarios. Deja alguno tú.:

Anónimo dijo...

Por cierto que los calendarios y almanaques son o constituyen otro de los intereses restringidos, absorbentes y reiterativos de las personas con síndrome de asperger...

Anónima P.

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