Escuchaba yo el otro día por la radio un debate sobre los cambios en las personas, y cómo los afrontamos. En muchas ocasiones oigo expresar algo que parece ya una máxima de la vida: "La gente no cambia" Y el caso es que yo estoy en profundo desacuerdo con esa afirmación.
Yo creo firmemente que las personas cambiamos, y mucho. Pero habría que diferenciar entre dos tipos de cambio. Por una parte tenemos la evolución, que sería el conjunto de cambios que realiza una persona sin darse cuenta, de modo involuntario debido principalmente a factores sociales y ambientales. Es el entorno afectivo, económico, sentimental, etc. lo que nos hace evolucionar, no siempre a mejor, todo sea dicho. Esta evolución conforma el carácter de la persona a lo largo de su vida. Así, es fácil ver cómo personas con las que en un momento vital hemos tenido enormes paralelismos y coincidencias, pasados unos años, dejamos de tener puntos en común y se pierde la conexión, sin que necesariamente ninguna de las personas haya realizado un cambio a peor, y sin que haya conflicto alguno. Simplemente cambian los intereses y quienes antes eran amigos, pasan a no llamarse y a dejar de tener temas de qué hablar.
Por otro lado estarían la mutación usando la terminología de Jodorowsky, que a mi modo de ver son aquellos cambios que imprime una persona voluntariamente en su carácter, generalmente a resultas de una situación traumática, o un proceso de profunda reflexión. En situaciones de pérdida, crisis emocional, etc. de la suficiente gravedad, solemos iniciar un replanteamiento de gran calado que nos hace sanear nuestros principios y modos de actuación, generalmente hacia posturas menos radicales y conflictivas que mejoran la convivencia. Este es el cambio más difícil de llevar a cabo.
Lo cierto es que el resultado de ambos tipos de cambio puede ser idéntico. Conozco personas que han tenido un cambio confluyente en el mismo estado, en una ocasión de forma involuntaria (evolución) y en otra de forma premeditada (mutación). Generalmente esto se da en cambios "a mejor" ya que es muy raro que una persona, tras meditar y madurar una posición, valore la posibilidad de hacerse "más malo", a no ser que debido a una laxa moral se acepte que la "maldad" otorga otras contrapartidas beneficiosas para el individuo que de forma egoísta se acepten aún a pesar del cambio. Pero esta situación es relativamente rara.
Sin embargo las mutaciones, o cambios voluntarios son, como ya adelanté antes, los más raros de ver, y quizá sea por eso que se convierta en un tópico la frase antes citada de "la gente no cambia" que es la expresión de un sentimeinto que en nuestra sociedad es muy común. Y son raros de ver precisamente porque emprender un cambio requiere una asunción de que algo no va bien. Es increíble cómo somos los humanos increíblemente conservadores cuando se trata de mirar hacia nosotros mismos, y cómo nos cuesta admitir que determinadas posiciones son erróneas, y precisan de un trabajo de cambio. La gente suele ser con demasiada frecuencia renuente a admitir posturas no válidas y es por eso que en muchas ocasiones se encastillan en otra postura también clásica. La de "yo soy así y no cambio", que enarbolan como bandera de su invariabilidad. Honesta y personalmente creo que adoptar una postura de rigidez no tiene nada de positivo. Interiorizar el cambio y la evolución, intentando siempre mejorar, es algo que en las culturas orientales viene dándose desde antiguo como parte de la filosofía de vida. Así, tenemos en Japón el concepto del kaizen (改善) que podríamos traducir como "mejora continua". El kaizen es un pilar de la cultura japonesa que se aplica no sólo al ámbito del crecimiento personal, sino también a facetas de la vida cotidiana, con casos tan famosos como el llamado TPS (Toyota Production System) que no es sino una aplicación del kaizen a todo un sistema de producción en serie de automóviles, diagnosticando, localizando y solventando problemas con increíble agilidad.
Como salta a la vista, esto choca frontalmente con las posturas occidentales donde tanto a nivel social, como a nivel personal y otros, la gente se aferra a su postura sin oír ni prestar atención a las situaciones de alerta que se dan a su alrededor, enrocándose en la postura de que si se cambia, se reconoce que la postura anterior era errónea, y esto desacredita. ¿No desacredita más la persistencia en el error?
(Vía Luz y Sombra)
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Yo sí creo que hay cosas que pueden cambiarse, de las cosas que has nombrado, sobre todo la sociabilidad, precisamente por la influencia del entorno en nosotros (a nivel de trabajo, estudios...).
Leí hace poco que el ser humano se mueve por inspiración o desesperación, y por desgracia, la mayoría de las veces, efectuamos los cambios porque hemos llegado a nuestro "umbral emocional", y es más doloroso para nosotros continuar con las viejas actitudes, por lo que decidimos pasar a la acción (o sea, desesperación).
Yo también era de las que pensaban que la gente no cambiaba... porque veía a mi alrededor que la gente se comportaba igual que en un patio de colegio, daba igual la edad que tuvieran, hasta que te fijas en tí mismo, ves como reaccionas al dolor, el dolor que provocas a los demás... y decides cambiar. Quizá es una postura egoísta, por el bien propio, pero al final se refleja en los demás.
Y más que voluntad, es motivación.
Besos
Sélene, los cambios son perfectamente factibles y aún te diré más. He sido testigo presencial de varios cambios bastante drásticos en varias personas.
En unas ocasiones simplemente por vivir procesos de trance en los que una persona se encuentra a sí misma niveles psicoemocionales que normalmente no ha explorado y de forma más o menos consciente lleva a cabo transformaciones, no siempre fructíferas ni positivas.
En otros casos son fruto de una toma de conciencia de una situación traumática que, bien por su gravedad, bien por su recurrencia, nos hace abrir los ojos y tomar decisiones valientes acerca de diversas posturas, sobre todo actitudinales.
¿Es muy raro que una persona que es tristona pase a ser alegre? No lo es si lo que cambia es la actitud ante la vida que provoca uno u otro estado. Y un tristón puede volverse vitalista por tocarle la lotería, o por cambiar de actitud ante la vida. Y es este cambio de actitud el que se lleva a cabo mediante procesos más o menos trascendentes. Te aseguro que no te hablo de teorías, sino de casos reales conocidos de primera mano.
Evidentemente, como he dicho antes, estos procesos implican la asunción de responsabilidades muchas veces incómodas, enfrentarse al fantasma de la culpa, y en ocasiones buscar la redención de aquellos a quienes hemos hecho daño, y estas acciones, desde luego no agradables, generalmente se acometen (cuando no se ha solido hacer nunca) tras un proceso traumático.
Abrasador Nacho...ahora me jugaría un parchís.
Un beso
Muy interesante el artículo. Supongo que así se intentan ganar la vida ciertos profesionales, como los psicólogos y aún más los conductistas. También "antiguamente" los curas y demás sacerdotes.
Por cierto, que es más fácil dejar el carácter (o la expresión de un supuesto carácter) alegre por uno tristón, taciturno o como quieras llamarlo, que a la inversa.
Quizás, como tú mismo has dicho en otra ocasión, no se trate de cambiar, ni siquiera de renovarse, sino de encontrarse a uno mismo debajo de infinidad de pieles muertas: conocerse (y reconocerse) a uno en el más íntimo espejo puede ser no muy agradable, ni fácil actuar en consecuencia.
Salud,
Anónima P.
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