Podríamos debatir más que en el Concilio de Nicea sobre la exclusividad sexual dentro de la pareja sin llegar a buen puerto. Aún así, voy a meterme en esos jardines, ya que es un tema al que he dedicado no pocas reflexiones. ¿Por qué las relaciones de pareja se establecen de forma monolítica sobre la base de una exclusividad sexual? Esto, que puede parecer una visión simplista y hasta superficial, a poco que escarbemos en la arquitectura de las relaciones, nos daremos cuenta de que no es tal. Las relaciones se fundamentan en lo que llamaré en adelante sexo exclusivo, y en todo lo que ello conlleva. Y para saber dónde nos movemos, aclararé que cuando a una persona le jode que su pareja se vaya de fiesta con otra persona es, en la inmensa mayoría de las ocasiones, por la componente sexual subyacente, lo que nos deja de nuevo en el plano del sexo exclusivo.
Si preguntamos a la población sobre qué cosas no toleraría jamás a su pareja, sin duda la primera opción es “que me ponga los cuernos”. Pero ¿por qué en el imaginario colectivo se ancla tan fuertemente la relación de pareja a la exclusividad sexual? ¿Por qué a un individuo le jode que su pareja folle con otra persona, pero no le jode (o le jode menos, que de todo hay) que su pareja vaya al teatro con esa misma otra persona? Parece claro que hay algo primario y atávico en el sexo que no está presente en ninguna otra faceta de nuestras vidas.
Un posible origen de esta necesidad de exclusividad sexual es la religión, la cual no hizo sino regular una necesidad anterior más o menos tácita, pero sí imprescindible. Si cada varón tiene una hembra de uso particular tiene prácticamente garantizada la supervivencia de sus genes. En una época en la que ley y religión se funden, las creencias místicas imponían la monogamia en una forma de garantizar una hembra para cada hombre, en oposición a culturas poligámicas donde hombres con grandes recursos económicos podían pagar la dote de muchas mujeres, y donde en una población pequeña, podría producir una catástrofe biodemográfica, al dejar a muchos varones sin ninguna hembra disponible. Así, ya en textos tan antiguos como el Antiguo Testamento, cuya redacción podemos datar en torno al año
Pero remontándonos decenas de miles de años antes de la aparición de ninguna religión podemos encontrar motivos profundamente arraigados en la biología y la etología del ser humano, o protohumano. Nuestra especie procede de una rama de seres vivos (los primates) con una fuerte tendencia a los patriarcados.
El caso es que en ambos casos estaríamos justificando la necesidad de exclusividad sexual del hombre hacia su pareja hembra, pero estos ejemplos no justificarían el caso inverso. La exigencia de exclusividad sexual de la mujer hacia su pareja varón, que, si bien no respetada, sí ha sido manifestada en numerosas ocasiones a lo largo de la Historia. Lo cierto es que la única explicación que se me ocurre para este comportamiento (ya que los libros de Desmond Morris los tengo metidos en una caja) sería una traslación de una costumbre masculina al total de la población. Así, lo que empezó siendo una especie de prerrogativa del varón sobre la hembra, acabó adoptándose como una especie de acuerdo contractual entre cualesquiera personas que estableciesen una relación de pareja, independientemente del género de los individuos.
El descalabro sociomoral, y que hace que se me caigan los palos del sombrajo, viene cuando nos encontramos que al margen de las consideraciones biológicas, éticas, religiosas o etológicas, es posible realizar el acto sexual sin que ello conlleve que se perpetúen los genes. Además, hay individuos de la especie humana que adoptan para criar a un cachorro humano, aún a sabiendas de que no porta sus genes. Por otro lado, una hembra humana hoy en día no precisa del concurso de un macho para alimentar a sus crías. Esto deja fuera de juego las razones biológicas y etológicas expuestas anteriormente. Teniendo en cuenta que gente de ideología liberal, carente de corsés religiosos y de mente abierta siguen sin aceptar un devaneo sexual de su pareja… ¿Qué nos queda? ¿Por qué esa exclusividad sexual? ¿Podemos considerarla un residuo heredado de un pasado remoto en que las condiciones biológicas, religiosas o sociales no eran las actuales pero que mantenemos por inercia, o por el contrario realmente tiene algún tipo de sentido en el mundo de este siglo XXI? Desde luego desde un punto puramente racional no, pero cuando nos vemos invadidos por ese frío y agrio sentimiento de haber sido engañados sexualmente, ¿realmente se debe estar imbuidos de una costumbre social, o hay algo más?
5 comentarios. Deja alguno tú.:
La madre del cordero...
Bueno, para liarla más, en la isla de Lanzarote, antes de la conquista europea, las mujeres practicaban la poliandria, de forma que podían tener un marido pastor, otro agricultos, otro pescador y supongo que uno más que era monísimo... ;-) No sé si esa costumbre se daba también en otras culturas mediterráneas o bien bereberes.
Lo que sí es cierto es que el estado-estadío de la población autóctona de Canarias antes de la conquista era el Neolítico, hala, así que chúpate esa mandarina (metafórica) para los argumentos antropológicos que expones...
Anónima Paula
Puro y simple miedo al abandono, al rechazo... baja autoestima, que nos hace pensar que no somos suficientes para nuestra pareja, que algo en nosotros falla y por eso lo busca fuera. O relaciones de propiedad y dependencia... hay tantas justificaciones que el engañado puede usar, como engañados. Pero son sólo eso, justificaciones sin base. Nadie tiene la culpa, son cosas que pasan, sin más.
Pôr otro lado, me gusta la idea de la poliandria ;)
Aparte de lo que indica Silvara, que es bien cierto, creo que también influye otra razón que ya expliqué en su momento:
Cuando uno se enamora, sólo tiene ojos para el otro, no cabe nadie más. Eso se establece primero como una rutina (lo que estableces como norma luego no pretendas cambiarlo a la ligera), y segundo como muestra de amor: "Si te vas con otro/a, es que ya no me quieres (como antes)". Lo cual, puede llegar a ser tremendamente cierto.
La fidelidad es llevadera al principio en la mayoría de los casos, pero luego se cambia de "manera de querer", la relación evoluciona, y el deseo por otros se reactiva tras el bajón de atontamiento general y como reacción a la rutina y la repetición (supongo...). No me negaréis que por mucho que os gusten los langostinos, 40 años comiendo únicamente langostinos es una perspectiva aterradora.
Todo esto sin olvidar la naturaleza egoísta del amor posesivo (insano donde los haya). Pero la cultura (nuestra) refuerza este esquema vital como socialmente válido...
A ver quién es el listo q rompe las reglas...
Creo que a ti mismo te molestaria que tu mujer se acuete con otro...
Que la sociedad nos obligue a practicar la monogamia, no significa que efectivamente en el aspecto sexual eso se cumplirá. Es mas que nada impuesto por las legislaciones actuales por una cuestion de orden publico, por que o si no la sociedad seria un caos.
En el imperio Romano el concubinato era aceptado e incluso existia legislacion para protegerlo, porque a pesar de la importancia del matrimonio, existia conciencia que la exclusividad sexual en la practica no es mas que una utopía.
Saludos de CHILE..
yOP...
La mo
Aparte de parecerme muy interesante tu entrada me ha encantado el comentario de Anónima Paula (tanto como el hecho de "encontrarla") y los demás también; yo añadiría que, sea por el motivo que sea, si la sociedad o la pareja individual, supongo que al poner la entrada antropología lo enfocas desde lo social y cultural, sea por el motivo que sea, decía, creo que es mucho más fácil de llevar y/o soportar que no la exclusividad de la libertad individual y del establecimiento de límites que eviten la falta en de ella en el otro.
Pero esa ya es otra historia. Te cedo la idea que seguro que será interesantísimo debatir sobre ello.
Saludos.
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