Acabo de escuchar una noticia en la radio que me ha dejado frío. Por lo que parece, es imposible dejar de ser católico. Sí, vamos, entiéndaseme. Para dejar de ser católico de facto, sólo hay que decírselo uno a sí mismo. Pero dejar de ser católico de iure, es imposible.
Hace dos años, se realizó en Madrid una campaña a favor de la apostasía, en la que se recogieron tres mil solicitudes a la Iglesia Católica, en concreto al Arzobispado de Madrid, para apostatar. El tema es que después de más de dos años, la Iglesia no ha respondido positivamente, y ha aducido que la Iglesia Católica no mantiene ningún registro de sus fieles. El caso es que aunque vistoso por lo abultado de la cifra de apóstatas (tres mil de una tacada), no es un caso aislado, y hay casos de intentos fallidos de apostasía por toda la geografía española. A decir verdad, todos los intentos de apostasía son fallidos porque la Iglesia Católica no prevé la posibilidad de la apostasía, aunque paradójicamente, sí prevé la posibilidad de la excomunión. Es decir, te pueden echar, pero no puedes irte si tú quieres.
Personalmente estoy en contra del bautismo involuntario. Aquel al que se somete a un bebé de días o meses de edad sin su consentimiento ni opinión. Evidentemente también nos imponen el nombre, pero al menos esto podemos cambiarlo cuando somos mayores si así es nuestro deseo (la madre de una amiga se cambió el nombre legalmente por Emma siendo bien mayorcita, y la verdad es que le queda estupendamente). Sin embargo el caso del bautismo no admite, por el momento, forma alguna de desfacer el entuerto. Pero aún así, aunque una persona se bautice con 50 años de forma voluntaria, tampoco concibo que no se le permita dejar de pertenecer a dicho colectivo. En El Corte Inglés te dejan cambiar una tele aunque la hayas comprado voluntariamente.
Lo más curioso de todo esto es que la Iglesia Católica utiliza estadísticas relativas al número de fieles, cuyas cifras ahora me pregunto de dónde salen si, tal y como afirma, no dispone de ningún listado de fieles, ya que según la Conferencia Episcopal, el único registro que se tiene son los libros de bautismo, lo cuales, por razones históricas y documentales, no pueden ser modificados. Entiendo perfectamente que no se modifiquen los libros, pero cuando la Iglesia Católica dice que en España hay un 93,63% de católicos (datos de 1998) digo yo que de algún lado lo sacarán.
El caso es que cuando he comentado este asunto con la gente, algunos me han respondido "Y para qué alguien va a querer borrarse de la Iglesia Católica, si a fin de cuentas, no te obliga a nada, ¿qué más dará?". Y a mí, así a botepronto se me ocurren varios motivos de peso. Para empezar, porque el interesado quiere. Y esto ya debería bastar. Yo pertenezco a los colectivos que quiero, mientras quiera pertenecer. Y estoy en mi derecho de dejar de pertenecer a ellos en el momento que a mí me dé la gana. En segundo lugar, se me viene a la cabeza el hecho de que es un derecho amparado en la legislación vigente. La Ley Orgánica 15/1999 de 13 de noviembre, de Protección de Datos de Carácter Personal, contempla en su artículo 16 el Derecho de Rectificación o Cancelación, estableciendo en el punto 1 del citado artículo que:
1. El responsable del tratamiento tendrá la obligación de hacer efectivo el derecho de rectificación o cancelación del interesado en el plazo de diez días.
Por lo que si yo quiero que no se me incluya en el listado del que se saque esa cifra de 93% de católicos en España, la ley me asiste. Pero es que hay una razón clara de ética y principios que paso a analizar.
La Iglesia Católica utiliza esos datos estadísticos sobre sus fieles por ejemplo para justificar un trato de favor hacia la Iglesia exigiendo el sostenimiento de la misma con el erario público. Sin embargo, aunque la Iglesia Católica aduce que tiene un 93,63% de seguimiento, cuando se pregunta al ciudadano de a pie, las cifras son bien distintas como las arrojadas por el barómetro del CIS de abril de 2005 (estudio 2.602). Ante la pregunta (35) de la orientación religiosa del interesado, un 79,4% se considera católico, frente a un 11% de no creyentes (supongo que agnósticos), un 6% de ateos declarados, y un 2,3% de creyentes de "otra religión". Sin embargo, la magia de la estadística hace que la siguiente pregunta (36) dirigida sólo al 81,7% que se dicen seguidores de la Iglesia Católica u otra religión, arroja cifras más esclarecedoras. La pregunta se refiere a la frecuencia con la que se acude a misa o culto religioso equivalente. Y aquí el 49% acude nunca o casi nunca, entendiendo esta respuesta como gente que acude exclusivamente a dichos actos en bodas, bautizos, funerales o demás actos, y más por motivos sociales que religiosos. El 18,1% acude varias veces al año, el 11,2% acude alguna vez al mes, y sólo un 18,1% acude los domingos y fiestas de guardar, quedando un 3% que acude varias veces a la semana.
Así, muchos apóstatas se niegan a que se emplee su persona (formando parte de esa cifra total de fieles) como argumento o valor de peso de la Iglesia Católica, máxime cuando muchos de ellos por no decir todos, no admiten muchas de las doctrinas divulgadas por la Iglesia, sobre todo en temas de especial sensibilidad social como son el uso del preservativo como medio de control de la natalidad y difusión del sida en lugares en los que estos factores suponen una alteración grave de la calidad de vida, como África, por citar un ejemplo de desencuentro entre una Iglesia que controla a mil millones de fieles mirándose el ombligo y una sociedad que es sensible en mayor o menor medida a los problemas que aquejan a los colectivos y países más desfavorecidos de esta aldea global.
Sin embargo, la triste realidad es que el único avance en materia de apostasía se ha conseguido en el Arzobispado de Sevilla donde los apóstatas, si bien no son borrados de ese censo inexistente pero enarbolado de católicos, son inscritos en un "libro de abandonos de la Iglesia Católica", en el cual, a modo de lista negra se apunta a los que no quieren formar parte del colectivo. Y a modo de anécdota, para terminar, a los que sabemos un poquito de CRM, esto nos recuerda a las listas de "robinsones" porque para el que no sepa un poquito de CRM, le informo desde ya, que cuando usted solicita a una empresa que no le envíe publicidad, sus datos sí se almacenan, pero con un indicador llamado robinson, que le libra de recibir correo no deseado, ya sea en papel, o en formato electrónico. El gran Hermano le vigila.
4 comentarios. Deja alguno tú.:
Es como dar de baja el teléfono...te ponen pegas chico, igual lo que hay que hacer es mandar un fax a la iglesia o bien mandar un sms con la palabra NO CATÓLICO al 0666.
¿¿¿Tampoco Juliano el Apóstata, entonces, es apóstata??? Pero si pasó a la Historia (bueno, también ayudó el que fuera emperador, supongo) por su famosa apostasía...
Anónima Paula
Ya sabes que con dinero y poder, en la Iglesia Católica se consigue cualquier cosa. Y si no, que se lo digan a la difunta Rocío Jurado, que habiendo parido de su vientre a la Rociíto, le anularon el matrimonio con el boxeador para que se pudiese casar de blanco como una virgen con el torero...
Si el argumento es "la Iglesia tiene listas aunque lo niegue, porque ese porcentaje no lo pueden sacar de una encuesta ni inventárselo", habría (por inverosímil) mucha información que manejas y no has dicho.
Si es "el gobierno le hace más caso a los números que le da la Iglesia que a los del INE", habría que ver de dónde sale eso, pero de todas formas el problema estaría en el gobierno.
Si es "es que le hace caso a los números de la Iglesia porque ésta pone como pruebas los nombres de esa lista en la que hay apóstatas", no se me ocurre cómo encajar el que la Iglesia niegue tener tales listas.
Si en cambio no hay tales listas (y no sé para qué querría la Iglesia tenerlas), no hay pertenencia de iure, sólo de facto, y para apostatar sólo hay que quererlo (la Iglesia no podría hacer más que desearte suerte).
¿Es otra cosa, y lo he entendido mal?
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