Sería tremendamente fácil que ante un secuestro, se accediese con presteza a las peticiones de los secuestradores, y de ese modo se accediese a una rápida liberación de los secuestrados. Y si las cosas funcionasen así, sin duda el número de secuestradores aumentaría día tras día y yo mismo me dedicaría a tan lucrativo negocio. El secuestro juega con la presión de las familias de los secuestrados, y por ello a esos mismos familiares no puede pedírseles que comprendan que una liberación de un secuestro no es tan fácil. No puede atenderse sin más a las peticiones, ya que se estaría alentando precisamente esa conducta. Es algo sencillo de comprender, y que funciona para cualquier chantaje. La labor que tienen las fuerzas de seguridad es complicada ya que se basa en conseguir dos objetivos que a priori parecen incompatibles. Por un lado, capturar y poner a disposición judicial a los secuestradores, y por otro lado liberar sanos y salvos a los secuestradores.
En casos de piratería internacional, como el del Alakrana, es clave la colaboración entre el cuerpo diplomático, que intentará la colaboración de países cercanos a los secuestradores como mediadores en la crisis, los servicios de inteligencia, que intentarán obtener la mayor información posible de los secuestradores y su entorno, sobre las condiciones del secuestro y de los secuestrados, al tiempo que se impide por todos los medios que la información fluya en sentido inverso, es decir, hacia los secuestradores, y por último de las fuerzas militares y de acción, de las cuales dependerá una nunca descartable intervención. A nadie se le escapa que para que estas actuaciones surtan efecto y tengan éxito, han de mantenerse en el más escrupuloso secreto, sea cual sea su naturaleza. Por ello, reclamar que aquellos que dirigen dichas operaciones den más información es siempre irresponsable.
Evidentemente un familiar que recibe una llamada de un secuestrado, pidiéndole que remueva cielo y tierra para finalizar su cautiverio, hará lo imposible movida más por sentimiento que por la razón. Ya que con una perspectiva externa parece claro que cuando un secuestrado llama pidiendo ayuda, no lo hace en su beneficio, sino que habla por boca del secuestrador. Y así, los familiares que acceden al chantaje emocional, en realidad le están haciendo el juego a aquellos que tienen bajo arresto ilegal a sus seres queridos. Quien, teniendo una perspectiva alejada, no sea capaz de ver este engaño de los secuestradores e incluso la tome con aquellos de quienes depende la liberación, está haciendo un flaco favor al sistema judicial, e incluso a la sociedad en su conjunto.
Cuando alguien está a disposición judicial, dado que este último es uno de los tres poderes del Estado, es inútil pedirle a cualquiera de los otros dos poderes que influya sobre aquel para que libere al procesado, o bien presione a los jueces para que modifiquen su actuación ad-hoc. Esto es algo que países como China no saben ni respetan, y por eso lo hacen en casa, y piden a otros países que hagan lo propio.
Evidentemente las encuestas respondidas por la población opinan de modo diferente. Una realizada por Antena 3 afirma en estos momentos que el 83% de los encuestados está a favor de que los jueces atiendan las peticiones de los familiares de los tripulantes secuestrados en el Alakrana. Me pone los pelos de punta. Las peticiones de los familiares son comprensibles, desde luego, pero la respuesta popular es irresponsable. ¿Es esto un argumento más en contra de los jurados populares? No lo sé, pero afortunadamente, la justicia sigue siendo ciega, de momento.
Tan inevitable como que el mortal de a pie sienta pena y sea parcial ante un caso conmovedor, es absolutamente inviable que la actuación de los jueces se ajuste a cada caso en particular cayendo peligrosamente en el sesgo, la parcialidad y la subjetividad digna de países de donde proceden los piratas.
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