El sistema de pensiones de la Seguridad Social comenzó en los años cincuenta bajo el auspicio de la Obra Social 18 de julio, en un intento de dignificar la tercera edad. El sistema era sencillo en su concepción. Bastaba con “contratar” un plan de pensiones con el Estado que se cobraba mes a mes en forma de retención en la retribución por el trabajo, para que al llegar la edad de jubilación, ese mismo Estado nos diese la paga hasta estirar la pata. El problema era que al ponerse en marcha dicho sistema, nadie había cotizado previamente, por lo que era necesario que aquellos que en ese momento estuviesen trabajando pagasen la pensión a aquellos que ya estaban en edad de recibirla. Y ahí radicó el problema. El sistema de pensiones de la Seguridad Social se convirtió en una estafa piramidal al más puro estilo de Madoff, con el problema, además, de que lo que se transmite a los ciudadanos es que sus retenciones irán a parar a su propia pensión de jubilación, lo cual es incierto a todas luces. El sistema de pensiones, tal como está montado funciona porque los que llegan, pagan a los que ya estaban, como cualquier sistema piramidal. Tal como funcionaba Fórum Filatélico o Afinsa. Con un sistema piramidal, la única forma de sostenerlo es que cada año se inscriba más gente que el anterior. Como cada vez vivimos más tiempo, la necesidad de cotizantes por parte de la Seguridad Social se hace acuciante y verdaderamente dramática. De ahí que nos vendiesen como muy necesaria la inmigración, para que los curritos inmigrantes le pagasen la pensión a los jubiletas españoles. Pero como cualquiera con dos dedos de frente puede ver claramente, no pueden llegar inmigrantes de forma infinita para seguir pagándole la jubilación a sus contemporáneos.
Además de lo dicho, los sistemas piramidales son ilegales en España y en prácticamente todos los países civilizados, de modo que queda feo que el Estado haga algo que dice que está prohibido hacer. Así, aunque uno lleve cotizando toda su vida para su jubilación, es un hecho más o menos aceptado (y desde la clase política se nos va poniendo ya sobre aviso), que en unas décadas el sistema terminará por petar y no habrá pensiones para nadie. ¿Y dónde está entonces todo el dinero que me retuvieron de la nómina diciéndome que era para mi jubilación?
Es decir, que en contra de lo que me dicen, lo que yo le pago a la Tesorería General de la Seguridad Social en concepto de cotización por jubilación, no me lo guardan para cuando yo sea viejo, sino que lo usan para pagarle la pensión a mi abuela el mes que viene. Ojo, me parece estupendo. No estoy diciendo que mi abuela no tenga que tener su pensión. Ni mi abuela ni ninguna abuela del mundo deberían quedarse sin pensión. Pero que no nos cuenten milongas ni nos engañen como a chinos intentando colarnos la bola de lo que no es. Porque luego es cuando se pillan los dedos y quedan aún peor. ¿Por qué? Porque la natalidad cada vez es menor y la esperanza de vida mayor, lo cual supone que, tal como está planteado el actual sistema de pensiones, cada vez son menos los que pagan y más los que cobran (según un estudio que leí el otro día, en 2030 la población activa sería menos del 50% del total poblacional. Esto, que es a todas luces insostenible y sencillo de comprender, es algo sobre lo que la clase política parece hacer oídos sordos, mirando para otro lado como quien intenta que no mirando el problema, este desaparezca.
El sistema nacional de pensiones tiene un serio problema. Ante el mismo hay varias soluciones posibles. Una es el sistema capitalista salvaje. Nos cargamos el sistema de pensiones, y que cada palo aguante su vela. Que cada uno se contrate su plan de pensiones privadamente. Esta solución es un tanto radical y además provoca una gran desigualdad social, provocando marginación en determinados colectivos que no hayan podido acceder a dichas pensiones. Otra solución sería que se retuviese parte de la nómina en concepto de compensación solidaria, para aquellos que no pueden acceder a un plan de pensiones privado, y luego, que cada uno pagase su propio plan de pensiones. Esto eliminaría la marginación ya que la jubilación de dichos colectivos correría a cargo del Estado. Es más o menos el mismo planteamiento que se sigue cuando nos retienen parte de nuestra nómina para el Fondo de Garantía Salarial. El problema es que esta solución se prestaría a la picaresca, ya que uno podría elegir no contratar (aun pudiendo) un plan de pensiones, sabedor de que en ese caso, el Estado tendría que hacerse cargo de la jubilación, con lo cual no habríamos resuelto nada.
La solución honesta e ideal, según yo la veo. Empezar por reconocer por parte del Estado el problema. No es un problema de ahora, sino heredado. Además, reconocerlo es un acto de valentía. Llegado ese punto, la cuestión es separar los dos problemas y darles soluciones independientes. Se trataría de practicar dos retenciones a los trabajadores. Una en concepto de Fondo Social para la Jubilación, enfocado a eliminar el esquema piramidal, y en segundo lugar a crear un “granero” para aquellos colectivos, como amas de casa, que no han cotizado. La segunda retención sería un plan de pensiones garantizado por el Estado y de suscripción obligatoria, cuya rentabilidad podría ser asegurada mediante bonos o pagarés del Tesoro Público. Esto sería lo que cotizamos hasta ahora, pero dándole el uso real que se nos cuenta. Dicho plan personal de pensiones sería de cotización variable, de modo que cada uno pudiese elegir el grado de cotización. Por supuesto, se acabaría la farsa hasta ahora mantenida de que cuentan los n últimos años de cotización para el cálculo de la pensión. Como en cualquier plan de pensiones, la paga a percibir se calcula en base a las aportaciones realizadas durante al vida del plan. Todas y cada una de las aportaciones. Por supuesto, no habría inconveniente (como no lo hay ahora) en que se suscribiese un plan de pensiones privado a título personal, como complemento al plan de pensiones estatal.
Por último sólo queda ajustar la forma en que se pasa de un sistema al otro. Dado que ahora sólo cuentan los n últimos años de cotización, en el momento de implantar el nuevo sistema de pensiones, habría una gran cantidad de gente que habría cotizado “en vacío”. Me explico. Si cuentan los 15 últimos años de cotización, esto significa que jubilándose uno a los 65, sólo se tienen en cuenta las cuotas en concepto de jubilación retenidas a partir de los 50 años. Esto es, si una persona tuviese 45 años, y llevase trabajando desde los 25, habría estado cotizando 20 años sin que esas cuotas se utilizasen para el cómputo de su jubilación. (Por eso muchos autónomos cotizan por lo mínimo y se suben la cuota al máximo cuando entran en el período de tiempo que computa para el cálculo de su pensión). De implantarse hoy el nuevo sistema, ese señor de 45 años empezaría a cotizar para su pensión, y se tendrían que computar sus 20 años de cotización anteriores, lógicamente, ya que él le ha dado su dinero al Estado, sí o sí. ¿De dónde saldría el dinero de las pensiones cotizadas “en vacío”, hasta que toda la población activa estuviese ya aportando al nuevo sistema desde su primer día de trabajo? Muy sencillo, de las aportaciones que harían los trabajadores en concepto de lo que he llamado antes Fondo Social para la Jubilación. En un futuro, cuando se regularizase dicha situación, podría reducirse la retención en concepto de dicho fondo, lo cual sería una medida bien recibida.
Y de una forma tan sencilla tendríamos un sistema nacional de pensiones sostenible y solidario. Lo que está claro es que cuanto más tiempo pase, más complicada será la solución a dicho problema, porque serán más los que estén cobrando de lo que aportan cada vez menos.
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