Apropiación indebida es, en el código penal, aquel delito en el que una persona, valiéndose de su posición de administración o depósito de bienes ajenos, se apodera de ellos con intención de lucrarse. En mi opinión, esto puede hacerse también con los símbolos.
Recuerdo que hace muchos años tuve una conversación con Laura a propósito del uso que había hecho el NSDAP (Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores) de un símbolo prehistórico como la cruz suástica (cuyo nombre procede del sánscrito swástica, que literalmente quiere decir “la forma bendita” en el sentido de “buena suerte”). Este símbolo estuvo presente en casi todas las culturas indoeuropeas y en buena parte de las culturas americanas desde tiempos inmemoriales (anteriores al siglo V a.C.), ya que es una forma atractiva y fácilmente confeccionable mediante cestería o tejido. Sin embargo, el partido nazi utilizó este símbolo dotándolo de un giro de 45º en un golpe de diseño que le proporcionaba un gran dinamismo. Finalmente, la protohistórica suástica quedó adherida para siempre a los nazis, y su uso prohibido en algunos países. Yo, en aquella conversación, defendía el libre uso de un símbolo mancillado, y su recuperación con su significado original.
Lo mismo le sucedió a la cruz celta, símbolo protocristiano empleado por los celtas tras su conversión a la fe de Jesús y como fusión ecléctica del icono cristiano con el círculo solar pagano, y con el que sembraron toda Irlanda. Mil quinientos años más tarde, el Ku Klux Klan, el nacionalismo blanco europeo y hasta el asesino del zodiaco se apropiaron de este símbolo y hoy en día su utilización no suele inspirar su antiguo significado.
Con las banderas suceden tres cuartos de lo mismo. La bandera republicana hecha oficial en España en 1931 no tenía ningún significado ideológico. Representaba únicamente una forma de gobierno (sobre esto podríamos hablar largo y tendido, aunque eso lo procrastinaré de momento). Y así, los gobiernos de derechas de la CEDA la emplearon sin problemas. Sin embargo, durante la guerra civil, la izquierda se erigió en valedora de los principios del republicanismo, por lo que la bandera tricolor quedó ligada de forma casi indeleble a esta ideología. Poco más o menos le sucedió a la bandera rojigualda de 1785 que fue recuperada en 1936 por los golpistas de derechas, y de tal suerte aún hoy, tras treinta años de democracia su enarbolamiento sigue levantando suspicacias y recelos. El emblema de los reyes católicos, con el águila real, representante de la fauna ibérica, fue utilizado por el franquismo con mínimos cambios, y así aún hoy, algún desinformado se escandaliza viendo el emblema de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón.
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Yo pienso lo mismito en cuanto a la tergiversación de los símbolos y la incultura respecto al escudo de los Reyes Catolicos, el yugo y las flechas.
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