23 nov 2005

Mirar para otro lado

La ONU anuncia que seis millones de niños mueren cada año a causa del hambre y la malnutrición | elmundo.es

Una de las primeras cosas que enseñan a los estudiantes de periodismo, es que la noticia es noticia en función de lo cerca que te pille. Así, una rotura de una conducción de agua es noticia si ocurre en su barrio, pero probablemente lo ignore de por vida (y ni le interese) si ocurre en Bangkok.

Y es que la FAO ha hecho público su informe anual en el que arroja que cada año mueren en el mundo seis millones de niños de hambre. Y ahora pasamos a la información de los deportes...

Un momento, un momento. Permítanme una pequeña reflexión. No son seis millones de niños. Es que son SEIS MILLONES de niños, coño. Es decir 6.000.000. Pero lo malo es que se dice así, en bloque, y da un poco igual que sean sesenta o que sean seis millones. Pero no son un bloque ni una masa. Son niños, individuos independientes, no puré de patata. Son personas, una a una, que tienen cada una unos padres, abuelos, hermanos, tíos, primos y amigos con lazos afectivos. Niños que se llaman Juan, María o Paco, o nombres igualmente comunes en sus respectivos idiomas. Son muchos niños, uno tras otro, que podrían

¿Qué mierda de mundo hipócrita y estúpido es éste en el que nos permitimos el lujo de recorrer DIEZ MIL kilómetros para ir a Nepal para calmar la conciencia en busca de energía cósmica y no sé cuántas moñeces más mientras MILLONES de niños (y otros tantos adultos) MUEREN, no de enfermedades, tabaquismo, infarto, alergia ni atropellados, sino simplemente DE HAMBRE. De no comer hoy, ni comer mañana, ni comer pasado mañana, ni al otro. Hasta que el cuerpo comienza a consumirse a sí mismo en un desesperado grito ahogado por SOBREVIVIR. Grito del todo inútil, ya que finalmente el cuerpo no puede vivir del aire, y en condiciones infrahumanas, cuando el organismo no tiene los mínimos necesarios para sustentar la vida, se da por vencido. Y esa mañana, cuando su madre o uno de sus hermanos se despierta y acude a levantarle, el pequeño ya no se mueve.

"Bueno, bueno, ya pensaré en ello mientras leo las noticias en el avión, acompañadas de unos panchitos, camino de Katmandú..."

En definitiva: Si usted tiene tres mil euros y no sabe qué hacer con ellos, no se lo gaste en un retiro espiritual al otro lado del mundo. Le puedo garantizar que donar esa misma cantidad a una ONG seria sosegará su espíritu infinitamente más.
Y me dejo muchas, porque hay tantas... Para todos los gustos.

3 comentarios. Deja alguno tú.:

Anónimo dijo...

Si es que tienes razón... Mira que comprarme un coche alemán mientras podría haberme agenciado el R-5 casi nuevo que vende el primo de mi cuñado el del pueblo... Y eso, por no hablar de lo que me gasto al mes en loterías y apuestas del Estado. O en cenas de empresa. O en gasolina (con lo bien que funcionaba el gasógeno). O en mi última grabadora de DVD. O en mis zumos vitaminados bajos en calorías, esos con los que me desayuno cada mañana para ir cargado de energía a la oficina... Yo aquí intentando adelgazar con productos de supermercado, cuando resulta que otros, en la puerta, se conforman con mantener la piel sobre sus huesos a costa de algún resto de calderilla que me sobre a la salida de la caja...

Conclusión: que, dándome igual que otros amasen millones mientras explotan con sus multinacionales a media infancia del planeta, yo habré de sentirme en la obligación de erigirme en expiador de la humanidad entera. Dejaré de jugar a la bonoloto. Me iré a vivir a un zulo de 25 metros. Me alimentaré exclusivamente de hamburguesas (una al día, claro). Iré a trabajar en monopatín. Reservaré, en lugar de 18 ? mensuales, 4 quintos de mi sueldo a la ONG a la que actualmente estoy suscrito. Así podré dormir tranquilo de una vez por todas...

Gracias, lironcareto. Tu testimonio ha supuesto toda una revelación en mi vida. Y una revolución en la de la Humanidad entera.

Nacho dijo...

El problema de la condición humana es que siempre busca excusa para sus actos, en que hay otro ser humano que lo hace aún peor. Yo lo hacía también de niño en la escuela, señalando con el dedo diciendo "Fulanito también lo hace", o "Menganito lo ha hecho primero".

En esto, como en tantas otras cosas, no se trata de abandonar nuestro modo de vida y convertirnos en eremitas o anacoretas, sino sencillamente de colaborar en la medida (real) de nuestras posibilidades estando a gusto con nuestra propia conciencia, en vez de basar nuestras acciones en las acciones del vecino. Y recordar siempre que muchos pocos hacen un mucho. Nada más. Así de simple.

Anónimo dijo...

Al comentarista anónimo:

Pues leñe, sí, que sí, que me vengan ahora con "sofismas sofisticados", que no son sino falacias, que cada uno puede y debe hacer, y el ingenio está bien para unas cosas pero para otras no, es más, sobra, es decadente e indecente (y digo estas palabras y me quedo más ancha que larga: DECADENTE E INDECENTE, qué pasa, que yo, puesta a ser a posmoderna, displicente, sarcástica y lo que haga falta para lucir mi masa gris impúdicamente en la feria de las vanidades mundanas no hay quien me gane, pero sé distinguir aún el culo de las témporas, lo justo de lo injusto, la eterna moral o ética, qué más da el nombre, natural, que nos hace humanos).

Que sí, que no me vengas luego a preguntar por quién doblan las campanas.

Paula

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