21 ene 2014

No somos todos iguales

Hoy he tenido la enésima discusión sobre un tema que me preocupa especialmente. Se trata de una corriente de pensamiento que cala hondo entre sectores progresistas y que, amparándose en una supuesta igualdad, y en un supuesto derecho a titular (no corra nadie, que en seguida trataremos este tema), pregona, como se ve en la imagen que acompaña este artículo, que la evaluación de un determinado contenido o aptitud ha de estar personalizada para que todo el mundo pueda aprobar. Aunque a primera vista pueda parecer que esto parece el colmo del buenrrollismo y la igualdad social, esconde bajo el mantel la peor lacra de cualquier sociedad. La mediocridad.

¿Educación personalizada? Por supuesto. No veo por qué no. ¿Evaluación personalizada? De ninguna manera. Yo quiero saber que cuando me va a operar de (supongamos) mi hernia discal en una vértebra cervical, operación con riesgo de quedarme tetrapléjico, el cirujano que lo haga no haya aprobado en un examen hecho a su medida para que aprueba incluso siendo un gilipollas. No señor. Yo quiero tener la certeza de que mi cirujano es un figura, y que si está donde está, es porque ha superado el nivel de exigencia y excelencia de una universidad de prestigio. Bueno, en España lo de "universidad de prestigio". Y lo mismo quiero del arquitecto que diseña el edificio donde vivo, o del ingeniero de caminos que calcula el puente por el que paso. Del ingeniero aeronáutico que diseña el avión en el que vuelo, etc.

La educación en general y en España en particular está derivando peligrosamente hacia lo que se llama "Adaptación Curricular" que viene a ser, en esencia, diseñar unos contenidos adaptados a cada alumno y, por supuesto, examinarle de esos contenidos. Pondré un ejemplo. Para aprobar en Geografía hay que saberse las capitales de Europa. Pues si alguien demuestra que no es capaz, se le hará aprender la capital de España, y se le examinará de eso, claro. Y finalmente su aprobado valdrá lo mismo que el aprobado de quien se sabe al dedillo las capitales europeas. Y claro está que el que adquiere los conocimientos del currículum normal, y el que aprueba mediante una adaptación curricular, acaban obteniendo el mismo título. Esto ocurre, de momento, hasta la Educación Secundaria. ¿Cuánto creen que tardará este sistema en dar el salto a la universidad, en mitad de la sangría de alumnos y la carnicería que se está dando por captar a cada chaval? "No importa que seas un zoquete, porque si te matriculas en nuestra universidad, aprobarás de seguro tu Ingeniería Aeronáutica."

Lamentablemente los sectores más conservadores han hecho un excelente trabajo apropiándose del término "Excelencia" y lo que ello conlleva. Es triste que una horda de supuestos progresistas con menos seso de un mosquito ahora denosten la excelencia y se lancen de cabeza a la piscina de su antónimo sólo porque Esperanza Aguirre creó su Bachillerato de Excelencia.

Hoy un grupo de progresistas (no sé si descerebrados, puede que sí), me han acusado de ser del Opus (agárrense que vienen curvas) por exigir la excelencia. Y me han puesto como ejemplo de integración el hecho de que una persona con Síndrome de Down sea concejala. Concretamente concejala por el, ¡oh, sorpresa! Partido Popular, el partido de la pérfida Excelencia, y sobre lo que ya me pronuncié aquí cuando fue noticia.

Es un error eso de que "todo el mundo tiene derecho a obtener un título". Más que un error es una mentira, porque a lo que todo el mundo tiene derecho es a examinarse, no a titular. Por esa misma regla de tres, todo el mundo debería tener derecho a conseguir una medalla de oro olímpica, y por tanto yo, que no sería capaz de correr los 100 metros lisos en menos de un minuto, quiero que a mí, concretamente a mí, me pongan el baremo de valoración ahí. Sería una terrible injusticia que me valorasen a mí en comparación con Usaín Bolt, ¿verdad? De igual manera, sería terriblemente injusto que en el examen psicotécnico preceptivo para obtener un permiso de armas se viera que, contra el baremo establecido, yo no soy apto por ser una persona con graves trastornos. ¿No tengo yo acaso el mismo derecho que cualquier ciudadano a tener una escopeta en casa? Yo quiero un examen psicotécnico adaptado a mi capacidad y del cual tenga la garantía que seré capaz de aprobar. Parece una salvajada, pues bien, esa es la mentalidad. Extrapólese a todo lo demás. Y así, según lo dicho, habría que eliminar los tests psicotécnicos que criban a aquellas personas que manifiestamente no están en condiciones psicotécnicas (valga la redundancia) para obtener desde un permiso de conducir hasta una licencia de armas.

Sí, amigos. No somos todos iguales, y repetir muchas veces que una cabra tiene derecho a volar no hace que remonte cuando la tiramos de un campanario. Todos tenemos derecho a igualdad de trato pero nos guste o no, entre nosotros los hay más capaces y menos capaces. No entraré aquí a valorar si esas diferencias son connaturales a cada individuo o se adquieren a lo largo de la trayectoria vital. No viene al caso. Pero lo que sí está claro es que no querer ver este hecho sólo nos conduce a implantar políticas en las que todo el mundo tiene derecho no sólo a examinarse para ser algo, sino al hecho mismo de SER neurocirujano, de SER piloto de líneas aéreas, arquitecto, o Guardia Civil. Y en algunas de estas disciplinas ya me parece demasiado laxa la condición de acceso.

8 comentarios. Deja alguno tú.:

Oscar Eslava Álvarez dijo...

Creo que hay cierta confusión. Evidentemente, no quiero que un cirujano sin capacitación le meta mano a mi cuerpecito, pero no por ello hay que exigir a todo el mundo que sepa operar.
Es decir: empeñarse en meter a presión en la cabeza de los chavales cosas para las que no tienen interés ni capacidad, despreciando a la vez áreas en las que sí podrían descollar, me parece un desperdicio típico de la mentalidad estandarizadora del Fordismo. En ese sentido, te recomiendo a Sir Ken Robinson y su ensayo "El Elemento" o su serie de charlas en TED.
Dicho lo cual, confieso haber caído en el topicazo del "es que la educación de ahora es una mierda, no como en mis tiempos" que creo se viene repitiendo desde el amanecer de la Historia, para darme cuenta de que no puedo comparar, y de que la obligación de meterme montones de información sin procesar en el cerebro para repetirla como un loro y pasar mis exámenes fue un suplicio absurdo e innecesario.
¡Saludos!

Araceli Arellano Torres dijo...

Creo que he sido una de las implicadas en el debate así que ahí va mi opinión...
Totalmente de acuerdo en que:
- no todos somos iguales, ni tenemos las mismas capacidades. Por supuesto, hay unos con más capacidades que otros. Eso es evidente. Y, sobre todo, todos tenemos capacidades diferentes.
- Titular por titular a los alumnos, independientemente de sus habilidades, conocimientos, nivel, esfuerzo y capacidades (demostradas en evaluaciones diversas) es un error. Un gran error.
- Tener derecho no quiere decir tener capacidad para hacer algo. Pongo un ejemplo, una persona con una discapacidad profunda (No deficiencia mental, como ha nombrado, el lenguaje es importante), tiene derecho a casarse. Pero, probablemente, no tenga la capacidad para tomar esa decisión. Por lo tanto, no estaría bien que lo hiciera.

Por otra parte, en desacuerdo (al menos en parte) en que:
- Cuando se habla de individualizar la enseñanza (incluida la evaluación) no significa = "derecho a que cualquiera se titule en cualquier cosa" (como parece que usted atribuye a los que hemos defendido ese sentido).
- Y, precisamente, debe ser individualizada porque todos somos iguales en derechos, diferentes en capacidades.
- La evaluación forma parte de la educación. Educación personalizada es evaluación personalizada (que no injusta, ni poco objetiva). Si uno de mis alumnos no ve, tendré que ponerle el examen en braille. Si mi alumno tiene parálisis cerebral, no creo que pueda evaluarle en educación física de salto vertical. Y, por supuesto, no le orientaré para que se haga saltador de pértiga profesional (eso es individualizar).
- Las adaptaciones curriculares no son "peligrosas", y no son exactamente (o simplemente) "diseñar objetivos para cada alumno". Es algo más complicado que podemos seguir analizando en otro momento...

Creo que, si hablamos de educación, no hace falta mencionar ideologías, creencias, fes, etc. Me parece un error atribuir conceptos a ideologías (por ejemplo, si creo en la excelencia es que soy de derechas, si creo en la igualdad soy de izquierdas. Lo del opus ya me parece totalmente absurdo...). Creo que es una pena esta interpretación y hace que no lleguemos a entendernos bien.
Por el bien de los alumnos, del sistema educativo, y de todos nosotros (ya que yo también quiero que mi cirujano sea un figura), espero que sigamos intentando comprender todas las posturas. En el fondo, no opinamos tan diferente, cuando se analizan las cosas despacio.
Incluso sin necesidad de llamar a nadie "Pedabobo".

un saludo,

araceli

Nacho dijo...

Óscar, pensaba que estaba expresado con claridad en el texto, pero seguramente no ha sido así.

Lo que dice Ken Robinson en "El Elemento" es que ha de buscarse una disciplina que a uno le haga prosperar sobre todo emocionalmente.

De lo que estoy hablando yo es de adaptar la evaluación y los contenidos evaluables a cada individuo, lo cual va en contra de cualquier principio educativo. Si alguien no tiene interés ni capacidad en aprender, pongamos, las tablas de multiplicar, lo suyo sería que se dedicase a otra cosa, no que se le examine de la tabla del 1 (un examen adaptado a sus necesidades) para darle a final de curso un aprobado que vale lo mismo (y de hecho no se puede distinguir, pues antes se ponía un asterisco que ahora, por ley se ha eliminado) que el aprobado de otro chaval que multiplica con soltura.

Esta doctrina no trata de encaminar una trayectoria educativa, lo cual me parece estupendo, sino antes al contrario, de hacer que todos los alumnos acaben por sacarse su título, aunque para ello los requerimientos se rebajen al "ponga una X donde dice su nombre". Con esta degradación en la exigencia educativa hemos conseguido no sólo hundirnos internacionalmente en todos los ránkings internacionales, sino además que los chavales que salen de la Educación OBLIGATORIA, lo hagan con unas carencias educativas tremendas (decir que la capital del Reino Unido es París, tremendos problemas de comprensión lectora o no saber escribir con corrección ni siquiera su propio nombre). Y estamos hablando de unos MÍNIMOS en lo que se refiere a la adquisición de contenidos que son infinitamente inferiores a los de la generación anterior, e incomparables a los de sus propios abuelos (si estaban escolarizados).

Y lo terrible de esta situación es que dado que se rebaja el nivel de exigencia en la Primaria es imperativo bajar el nivel de exigencia en la Secundaria, y ya estamos viendo cómo se rebaja el nivel de exigencia en la universidad, a tal punto que los contenidos que se estudian en primer o incluso segundo curso de cualquier grado universitario son equivalentes a los que se impartían en el BUP de hace 20 años.

Así tenemos hoy a personajes ocupando cargos públicos sin formación, y que incluso escriben con tremendas faltas de ortografía pero que están ahí porque "tienen derecho", sin darnos cuenta de que ese mal entendido derecho sólo redunda en una expansión de la mediocridad. Hace 50 ó 100 años habría sido impensable que un diputado no escribiese con corrección. Hoy es la norma (véanse para ello los numerosos escritos de sus señorías que aparecen publicados en la web del Congreso). Esa falta de exigencia en la escuale se traduce sin ningún género de dudas en una falta de exigencia a nivel social. Ese desprecio por el saber, la cultura y la excelencia de determinados sectores es dramáticamente nocivo y sólo conduce a una sociedad mediocre, de electores mediocres y gobernada por políticos mediocres. Quien crea que así se puede progresar en algún sentido, no sabe de lo que habla.

Nacho dijo...

Araceli, te agradezco enormemente que te pases por aquí y expongas tus tesis en algo más de 140 caracteres lo cual sólo puede redundar en un mayor entendimiento.

Creo que en todo momento durante el debate y en mi artículo posterior me he postulado a favor de una personalización de la enseñanza. Pero lo vuelvo a repetir por si aún no ha quedado suficientemente claro. A lo que me niego rotundamente es a una personalización de la e-va-lua-ción. Si evaluamos a cada alumno en función de las posibilidades y capacidades de cada alumno, lo que obtenemos es un aprobado general y estaremos perdiendo la pista a aquellos mejor dotados, ya sea por su capacidad innata o por su esfuerzo, lo cual no es materia de debate aquí. Lamentablemente perder la pista a los mejores nos priva como sociedad de designarles a ellos para que ocupen los puestos de responsabilidad, porque créame, lo mejor que le puede pasar a una sociedad es que esté gobernada por los mejores. Siempre pongo a este respecto el mismo ejemplo: En 2009 Barack Obama eligió a su Secretario de Energía (el equivalente a nuestro Ministro de Energía). ¿A quién llamó? ¿A alguien de su camarilla? ¿A algún conocido? No. Llamó a Steven Chu, galardonado con el Premio Nobel de Física (el de la Paz ya carece de prestigio, pero el de Física aún significa algo), en 1997. Así es. El señor que dirige el futuro energético de Estados Unidos es un Nobel de Física. El que dirige el futuro energético de España es un licenciado en Derecho.

Conocer quiénes son los mejores es esencial para cualquier sociedad. Y personalizar la evaluación a las capacidades de un alumno nos dará (permítaseme la reductio ad absurdum) licenciados en Medicina que aprobaron en un examen en el que se les exigía sumar 2+2, porque era a donde llegaban con su capacidad. Y ojo, un examen en braille no es evaluación personalizada, mientras los contenidos exigidos sean los mismos que al resto de los alumnos. Esto yo creía que estaba bastante claro, pero el comentario a ese respecto me ha dejado con la mosca en la oreja.

Respecto a la asociación de la excelencia con determinadas ideologías e incluso creencias religiosas, no hay más que ver la retahíla de tuits de algunos de los lapidadores para apreciar en todo su esplendor la solidez de sus convicciones.

Un saludo, y disculpe por lo de "pedabobo" lo cual, tengo que reconocer que ha sido un comentario desafortunado provocado, seguramente, por una visión muy parcial y sesgada (aunque basada en experiencias personales), con dicho colectivo.

Araceli Arellano Torres dijo...

Supongo que estamos más de acuerdo de lo que parecía...
Cuando hablo de evaluación personalizada, me refiero a evaluar a cada alumno según los objetivos y contenidos que se le han enseñado y para los que está preparado (Sea para obtener el título de la ESO, sea para ser astrofísico, fontanero, o simplemente leer y escribir).
Puedo evaluar de las capitales de España a mi alumno marroquí que todavía no sabe escribir en español, haciéndole señalar en el mapa, o poniendo los nombres en árabe.... Si lo hago por escrito, probablemente, la conclusión sea: No sabe las capitales (ese es el sentido de la imagen que ilustra el post). El contenido, como dices es el mismo, la forma es otra.
Sigo pensando que la evaluación es "personalizada", por definición (quizá solo sea cuestión de términos).
Lo del examen en braille es un ejemplo un poco burdo pero, según mi experiencia, te puedes encontrar con profesores que encuentran esa adaptación, personalización o como se le quiera llamar, es injusta para el resto...
Totalmente de acuerdo en que conocer quiénes son los mejores es esencial para la sociedad.
Más esencial me parece, educar y formar a cada uno según sus necesidades y capacidades (llegue a donde llegue la "excelencia" de cada uno).

Perdonado por lo de "Pedabobos".

Bobos hay en todas partes, no íbamos a ser la excepción nosotros...

un saludo y hasta otra!!

Nacho dijo...

Ahí es donde no puedo estar de acuerdo, Araceli. Porque la obtención de un título implica la demostración de unos conocimientos adquiridos en una serie de materias, y esos conocimientos (el currículum) ha de ser igual para todos los alumnos. Creo que no precisa de mayor explicación decir que es un sinsentido que diferentes alumnos se examinen de diferentes contenidos para obtener el mismo aprobado. Al tontico le exigimos menos y al listo le exigimos más, pero al final, los dos obtienen la misma titulación. ¿De verdad ese es el sistema educativo que queremos?

Se supone que los contenidos en la educación OBLIGATORIA tienen por objeto establecer una base de conocimiento que se supone imprescindible para desenvolverse con normalidad en la sociedad que a ese alumno le tocará vivir. Dejándole entrar por la puerta trasera no hacemos sino un flaco favor al alumno (que cree estar preparado sin estarlo) y a la sociedad en su conjunto que cree que se incorporan a ella ciudadanos con una base que no tienen. Eso sólo redunda en una degradación generalizada de la sociedad (lo dicho, gente que no escribe con corrección ni su propio nombre, o que no sabe si Ciudad Real está al norte o al sur de España, y ambos son casos reales).

Si lo que queremos, por contra, es segregar a los alumnos a edades tempranas, no me parece lógico, toda vez que, como acabo de explicar, la educación OBLIGATORIA supone un corpus de conocimiento que no debería saltarse ningún ciudadano. No estamos hablando del chaval, hijo de médico y abuelo de médico al que su padre obliga a estudiar medicina cuando a él lo que le gusta es ser arquitecto. De lo que hablamos aquí es de unos contenidos de base que se están rebajando más y más en pos de un aprendizaje en muchas ocasiones chorra y estúpido y carente de contenido. ¿Ejemplo? En un instituto público los chavales hacen un collage con el mapa del mundo de geografía inventada, con el Océano del Amor, el Mar de la Amistad, el Río del Buen Rollo y gilipolleces de ese calibre. ¿No costaría lo mismo hacer que hicieran el mismo mapa, pero con una geografía real, que al menos les sirviera para algo. Supongamos que por pura desidia, sólo se les queda en la memoria el 1% de los topónimos de ese mapa. Al menos que ese 1% sea de elementos del mundo real, que les puedan sonar cuando lo oigan en un telediario y no la gilipollez extrema a la que llegamos con iniciativas de dudosísima pedagogía como lo del Océano del Amor.

Si lo que queremos es una sociedad formada los alumnos, todos, habrán de compartir una base de conocimiento común, independientemente de que terminada la educación obligatoria, cada uno se especialice en la rama de conocimiento que desee. Pero ese corpus de conocimiento previo no puede ser escindido ni adaptado, ni en contenidos ni en evaluación, salvo que asumamos que hay determinados individuos insalvables. Pero pretender que el 100% de nuestros chavales tengan su título de Secundaria, unos aprendiendo más, y otros aprendiendo nada, me parece una estafa contra la que deberían posicionarse, precisamente, aquellos que ven que con su esfuerzo obtienen el mismo título que el zoquete de turno (porque recuerdo que en el título no pone nota). Menuda recompensa al esfuerzo.

Aprender cuesta, claro que sí. Es algo que no se hace con gusto y menos a una edad a la que se prefiere jugar a la pelota en el patio. Incluso cuando uno se matricula en una carrera universitaria por amor al arte, como es mi caso, cuesta esfuerzo, a pesar de que se hace por gusto. Si lo que se pretende es un currículum académico que pueda aprenderse sin esfuerzo la estamos cagando pero bien, porque si no inculcamos una cultura del esfuerzo, incluso a edades tempranas sólo aprenderán los nombres de los últimos títulos de la PlayStation o la alineación del Real Madrid. Si esa es la sociedad que queremos, adelante. Yo desde ya digo que creo que es un error y más tarde o más temprano la Realidad nos pasará factura.

Nacho dijo...

Se me olvidaba hacer mención a lo del alumno marroquí.

Al igual que el caso del braille, si de lo que se trata es de evaluar unos contenidos, el método, braille, caracteres arábigos o textos aljamiados es lo de menos. Si el alumno demuestra tener los conocimentos, se le aprueba. Si por ser marroquí se le aprueba sólo con saber dónde está Algeciras, tenemos —de nuevo—, un problema.

Sea como fuere si esa persona quiere o va a permanecer en este país, tendrá que aprender español sí o sí, como parte del corpus de conocimiento. Y ahí es donde admito más debate sobre si deberíamos hacer que aprendiera español antes de iniciar el aprendizaje en cualquier otra materia, o por contra intentamos llevarlo en paralelo minimizando el retraso y adaptando los mecanismos de evaluación (y sólo los mecanismos y no los contenidos), a su discapacidad (en este caso el no saber escribir en nuestro idioma).

obedienceiannucci dijo...

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