Que vivimos en un país sin memoria no es nada nuevo. Quizá no sea un país, quizá sea un planeta sin memoria. Normalmente la memoria de lo malo se invoca por decreto, y por ello muchas veces es necesario que nos obliguen a recordar lo malo que fue este o aquel el año pasado, cuando nos acordamos sin ayuda de lo bien que lo pasamos en aquellas vacaciones de hace una década.
Vaya por delante que esto que escribo no es, bajo ningún concepto una crítica a nada, ni un manifiesto a favor de nada. Simplemente es una reflexión sobre la psicología del comportamiento humano, y sobre cómo la gente, llevada por extrañas motivaciones retuerce hasta la perversión, mecanismos que podrían ser útiles y que conducidos de esa mano no obtienen sino el rechazo.
Siempre me ha parecido absurdo el perdón por el pasado. Quizá porque siempre me ha parecido absurdo ahondar en la culpabilidad, máxime cuando eso no conduce a nada. Mi máxima es permanentemente buscar dónde ha fallado el sistema para corregirlo e impedir que el error se reproduzca, porque saber quién es el culpable de algo, y obligarle a hincar la rodilla pidiendo perdón, sirve de muy poco, muy a pesar de aquellos que disfrutan con el espectáculo del adversario humillado.
Dicho esto, pensando en la Ley de la Memoria Histórica y sus múltiples interpretaciones, aclararé que me parece una ley francamente cojonuda para amparar y dar cobertura legal a aquellos que quieren sacar a su abuelo, o a su tío de la cuneta en la que los gusanos roen sus huesos desde hace ochenta años, cosa que hasta ahora, sería una exhumación ilegal, a no ser que uno iniciase un tedioso y costoso procedimiento judicial para que un juez autorizase el levantamiento del cadáver, uno por uno. Sin embargo, puede uno llegar a pensar que es también una ley revisionista que persigue condenar a aquellos que cometieron atrocidades y escaparon sin condena, intentando condenarles. Pero aún ahondando en este comportamiento, me encuentro también con personas que dicen "¿por qué detenerse en 1936?", y buscan que dicha ley de Memoria Histórica no se pare ahí, sino que siga para atrás "reparando" (no puedo evitar las irónicas comillas) todas las injusticias históricas habidas y por haber.
Aquí quería yo llegar. Siempre me ha parecido una soberana estupidez juzgar las cosas fuera de contexto. Y no sólo del contexto espacial, sino también del intelectual y por supuesto el temporal. La historia de España, como la de casi todos los países está cuajada de atrocidades y de tiranos que quedaron impunes muriendo en su cama plácidamente. ¿Y qué? ¿Qué sentido tiene buscar el perdón? ¿Y hasta dónde debemos remontarnos? ¿He de sentirme yo responsable de actos que cometieron gente a la que no conocí, o que incluso siendo antepasados míos, fueron cometidos antes de que yo naciese incluso? ¿He de sentirme responsable y/o avergonzado por actos que yo jamás me plantearía cometer? ¿He de sentirme mal por actos cometidos en un contexto histórico en el que dichos actos podían ser lícitos?
La moralidad evoluciona. No es un concepto absoluto en absoluto. Hoy vemos la esclavitud como algo aberrante, cuando prohombres como Benjamin Franklin (al que admiro) tenían esclavos a su servicio como algo natural. ¿Era una atrocidad la política de sangre y fuego llevada a cabo por la corona española en América en el siglo XVI? Probablemente según los estándares actuales sí, pero en aquella época era simplemente lo normal, tan normal como bañarse una vez al mes, cosa que nos parece hoy una asquerosidad. Una atroz normalidad, pero normalidad al fin y al cabo. Es lo que tiene hacerse cada vez más civilizados. ¿Hasta dónde seguir con la política del pedir perdón? ¿Quién debe pedir perdón por, haciendo una reductio ad absurdum, el sitio de Numancia? ¿Ha de ser la familia de Quinto Cecilio Metelo, general al mando del asedio? ¿Debe ser el país que ahora ocupe su lugar de nacimiento (que no tendrá nada que ver con aquel en el que él nació)? ¿Debe ser la República de Roma? ¿O quizá la República Italiana? ¿Hasta dónde llegar en la estupidez meapilas del revisionismo histórico y de los perdones históricos y de las deudas históricas?
Preocupémonos, e invirtamos esfuerzo y dinero en que no se cometan hoy atrocidades deleznables en su propio tiempo (que sólo con eso hay material de sobra) y dejémonos de tonterías revanchistas o atentas a sabe Dios qué puñeteros intereses, que además no conducen a nada. Colgar al asesino nunca ha devuelto la vida al muerto (digan lo que digan en Texas). Y si el asesino está muerto, aún menos. Pero esto debe de ser una cuestión de crecimiento personal y toma de consciencia.
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