Ayer se cayó otro. Los aficionados a la aviación rara vez usamos el término "estrellar". Cuando un avión acaba en el suelo de manera irregular, cuando los demás hablan de accidente, nosotros siempre decimos que "se ha caído". Y ayer se cayó otro, en el aeropuerto de Sabadell, cuya historia se remonta a más de 80 años, desde que en 1919 se operó por primera vez en lo que entonces era una finca rústica que acabó por convertirse en una puerta hacia el cielo. En Sabadell siempre se voló. Era una zona de suaves corrientes y preciosas vistas, que era un punto de partida idóneo para la aviación general. Pero España (a diferencia de otros países, como el Reino Unido, Francia o Alemania), no ha tenido nunca ni tendrá una "cultura aeronáutica", quizá en gran medida porque las sucesivas administraciones se han cuidado muy mucho de hacer que la aviación fuese algo inaccesible para la inmensa mayoría de la población (de nuevo a diferencia de otros países, como el Reino Unido, Francia o Alemania). Y de este modo un aeródromo se construía donde no había nada ni nadie, en vez de hacerse cerca de sus usuarios (a diferencia, una vez más, de otros países, como el Reino Unido, Francia o Alemania)...
Pero llegó el boom del ladrillismo, y los alcaldes contemplaban el aeródromo de Sabadell como una extensión enorme a la que le podían dar mucho uso, para especular, claro. Pero ¿Cómo eliminar de allí un aérodromo que lleva más de 80 años funcionando? Pues muy sencillo, empezamos a infoxicar el ambiente con temores sobre seguridad, etc. Alarmando a la población, que acaba convencida de lo peligroso que es vivir cerca de un aeródromo (aunque el aeródromo ya estaba allí cuando ellos fueron a vivir a su lado) y de ese modo se manifiesten contra el aeródromo de forma espontánea. Los periódicos colocan titulares más o menos afortunados referentes al ruido de las avionetas de Sabadell (inferior al del paso continuo de coches por una avenida, pero nadie elimina las avenidas), aunque el contenido del artículo es más benévolo. Además, vamos tendiendo trampas. Construimos una gasolinera en el peor lugar en el que podría construirse, la cabecera de una pista. Si un día un avión se sale de pista y se estrella contra la estación de servicio provocando una debacle, pocos se preguntarán si estaba antes el aeródromo o la gasolinera. Pocos culparán al desgraciado que firmó el permiso para construir allí una bomba. Las culpas recaerán siempre sobre el aeródromo, sobre la aviación. Por otro lado, vamos dificultando las operaciones del aeródromo, permitiendo la construcción indiscriminada en los alrededores, sin respetar límites de altura, colocando una grúa AZUL, sí, azul, como el cielo en el vuelan los aviones, y sin señalizar ni balizar ni pintar de rojo y blanco como es preceptivo en estos casos. Poco importa que una alcaldesa accidental opine (manda huevos) que la grúa es legal bajo su criterio, y por ello permita su colocación aún cuando no dispone de la aprobación de la Dirección General de Aviación Civil. ¿Para qué tanta burocracia?, ella sabe más. Poco importa que mueran cuatro personas en la broma. ¡Los terrenos del aeródromo de Sabadell valen mucho más! Todo es una cuestión de precios. Así se hacen estas cosas, poquito a poco. Es como la comunidad de vecinos que le hace la vida imposible a uno de ellos para en vez de echarle, hacer que se acabe largando asqueado.
Y así ha venido ocurriendo, y así por desgracia seguirá ocurriendo. La aviación general seguirá siendo considerada por ajenos y administraciones, como un artículo de lujo del que se puede prescindir en cualquier momento. En vez de verla tal y como es. La afición de gentes que sin tener unos recursos elevadísimos, y sufriendo la carga económica que ellos supone en España. Pero la aviación general no importa. Por eso en Huesca se cierra el aeródromo para su uso por planeadores (era uno de los más bellos de Europa para esta práctica). Y podrían citarse decenas de casos parecidos. Pero esto pasará. El aeródromo de Sabadell, cerrado ahora de forma cautelar, se acabará cerrando de forma definitiva. Ningún dedo acusador sentará en un banquillo a los alcaldes criminales u homicidas. Nadie les recordará por qué permitieron actuaciones potencialmente peligrosas. La cabeza de turco siempre será "el dichoso aeropuerto".
Y la gente se manifiesta por lo peligroso que resulta el aeropuerto, peligroso, esí sí, desde que se fueron a vivir a su lado. Es el negocio del siglo. Te compras un piso al lado de un aeropuerto, que lógicamente, resulta más económico por lo que ello conlleva, y luego te dedicas a manifestarte para que cierren el aeropuerto. Es la forma más ingeniosa de conseguir una plusvalía en tu vivienda... Así nos va.
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