Me preguntaba yo qué tendría ese viejo cascarrabias para que todo el mundo le echase de menos. Y la verdad es que hay que escarbar un poco en la realidad política de los últimos veinte años para saberlo.
Rodeados como estamos por una impresentable y decadente clase política en barrena irrecuperable que, cual recua de calamares se dedica desviar la atención (o intentarlo) lanzando cortinas de humo, a hablar de lo que no hace y hacer lo que no dice, un personaje como José Antonio Labordeta que decía las cosas a las claras, en un tono más o menos agrio, pero sin dobleces, era cosa de agradecer a poco que se tuviesen dos dedos de frente. José Antonio Labordeta era de esos políticos que crean afición (como diría Elena). De esos políticos que a los que hacemos gimnasia con la materia gris, nos metía en el cuerpo las ganas de militar políticamente junto a él, incluso aunque tuviese que ser (o quizá precisamente por eso) en un partido marginal como la Chunta.
y esa es la razón de que un político maño, nacionalista moderado y cantautor y paradigma de los mochileros, todo un progre de los de antes, haya hecho tanto ruido cuando se ha ido.
Un abrazo, abuelo. Estés donde estés, estarás regañando con el ceño fruncido y riéndote de tanto en tanto, recorriendo el cielo con tu mochila.
1 comentarios. Deja alguno tú.:
oh, sí... ha vuelto el lirón que un día conocí!! Es una entrada preciosa. Enhorabuena.
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