¿Quién no recuerda aquella canción de The Buggles que hizo furor en Europa? Puede que aquella fuese la primera canción de la yo me aprendiese (a mi manera) el estribillo, cantada por aquel tipo de gafas de optometría infinita, asegurando que el vídeo había matado a la estrella de la radio.
El caso es que mucho más tarde vi un suceso similar a aquel, salvando las distancias, aunque más dramático si cabe pues la víctima apenas saboreó el estrellato.
A finales de los 80 los usuarios de músca portátil estaban ante una grave disyuntiva. Ante sí tenían dos medios de almacenamiento y reproducción de música. Uno, el Musicassete (MC) o simplemente Cassete, ofrecía una casi universalidad. Desde Papúa-Nueva Guinea hasta el Soho de Londres, allá donde fuera uno, encontraría siempre un reproductor de cintas. Además, podía grabarse fácilmente ya que se basaba en los principios de grabación magnética de audio en cinta conocidos desde hacía casi un siglo. Por otro lado, el Compact Disc, lanzado por Sony aún no tenía diez años, pero su calidad superior de sonido, además de no producirse un desgaste físico del medio, como ocurría con los medios empleados hasta entonces (cassetes y discos de vinilo, acetato, acetileno...) lo convertía en el formato del mañana. Pensado para que mañana se oyese exactamente igual de bien, sin el chisporroteo que tenían los viejos discos del abuelo después de que la aguja de la gramola los recorriese incansable infinidad de veces. Pero el exitoso CD no podía grabarse por medios domésticos, lo que hacía de él un medio menos versátil. Además, estaba mucho menos extendido. ¿Por cuál decantarse? ¿Calidad extrema o versatilidad total?
En 1991 Sony anunciaba su nueva criatura. El MiniDisc (MD) era la solución definitiva. Era digital, y por tanto su calidad de audio incuestionable. Pero además se venderían discos vírgenes que podían ser grabados en un grabador doméstico de un modo tan sencillo como se grababa una cassete. Además, era mucho más pequeño y ligero que un CD (llevar un Discman es algo incómodo) y mucho más pequeño que una cassete, ya que cada disco mediría 64mm. Los primeros reproductores portátiles eran del tamaño de un Walkman del momento, y posteriormente llegaron a ser meramente ligeramente más grandes que el propio MiniDisc. Además, era óptico, como el CD, lo que evitaba el desgaste físico del medio, y así se oiría siempre fenomenal. Sony se había dejado el presupuesto desarrollando además un formato de compresión de audio (ATRAC) que permitiría meter en aquel diminuto disco 74 minutos. Los mismos que en un CD. Para redondear la faena, (o más bien para cuadrarla), se dotaría al disco de un encapsulado de plástico cuadrado, de modo que se eliminaría uno de los puntos flacos de los CDs, su delicada superficie inferior de resina transparente se rayaba con facilidad al depositarlo en superficies. Con el encapsulado de herencia claramente informática, el disco quedaba encerrado en una burbuja de cristal que lo protegería de rayaduras, polvo y demás agresiones externas, pudiendo llevarlo en el bolsillo, junto a las llaves de casa sin que pasase nada. Además, Sony garantizaba más de mil regrabaciones Era perfecto...
Yo he tenido varios MiniDisc y por ejemplo, para el coche no había nada mejor. Donde antes cabían 5 cintas ahora cabían 10 MD y además no les afectaba el polvo o la porquería que suele acumularse en el interior del coche. Además podía uno grabarlos varias veces y cuando aparecieron los grabadores y reproductores 2x y 4x que duplicaban o cuadruplicaban la capacidad nominal de cada disco, las posibilidades aumentaban.
No obstante las innegables ventajas del minidisc, de una parte, el mercado no supo acoger este medio, al que se vio como competidor del CD, cuando en realidad era el sustituto del cassete. (Un medio regrabable, portátil y ligero en el que grabar música, no en el que comprar música) y mucha gente me decía "Pero si ya tengo CD, ahora no voy a pasarme todos los discos a MD", a lo que yo respondía "¿No tienes cassete en el coche? ¿Y no te pasas a cassete los CDs que quieres escuchar en el coche?" Pero por la otra, Sony no supo dar a conocer este medio en su verdadera dimensión y adoleció de una promoción escasa y quizá mal enfocada.
Pero lo peor estaba por llegar. En los 90 llega la popularización de la informática de consumo. Ya no hay que ser un freak para comprarse un ordenador. Aparece Windows 95, el enviado de Dios para facilitar el manejo de los ordenadores a los pobres mortales, que hasta ese momento, en la mayoría de los casos requería escribir comandos con extraños nombrecillos en letras blancas sobre un horrible fondo negro. Las ventas de ordenadores personales, en crecimiento moderado desde 1981 se disparan exponencialmente. Se abratan los precios y todo el mundo necesita un ordenador. Poco antes, en 1987 casi a la par del desarrollo del MD, comenzó la investigación en el centro de I+D "Fraunhofer Institut Integrierte Schaltungen" de un medio de compresión de audio. Hasta ese momento los métodos de almacenamiento digital de audio empleados se limitaban a codificar la onda sonora (los famosos ficheros Wave, o .wav). Esto daba una buena calidad, pero a costa de un tamaño de archivo inmenso. El director del centro, Karlheinz Brandenburg, era un matemático especialista en electrónica y entusiasta de la informática y las nuevas tecnologías desde sus inicios. En 1988 se establecía el MPEG (Moving Picture Experts Group), un Grupo de expertos destinado a la investigación acerca de la compresión de imagen en movimiento y audio (vamos, lo que viene siendo una película). Entre 1989 y 1990 el desarrollo del formato MP3 estaba casi concluido. Su tasa de compresión era variable, lo que permitía comprimir mucho perdiendo más calidad, o comprimir menos, manteniendo una calidad mejor. Además se podía reproducir en cualquier PC mediante un reproductor software.
Y el boom de la informática supuso la universalización del MP3... who killed the MD star.
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