Porque tú pagas, existe la prostitución. Esto reza el lema de la nueva campaña del ayuntamiento de Madrid que combate la prostitución intentando disuadir a los clientes.
Parece que el equipo de Ruiz-Gallardón no sabe que es aún más difícil dejar de follar que dejar de fumar. O quizá pretenda fomentar que los madrileños se conviertan en playboys y así follen gratis.
La campaña tiene como protagonistas a los billetes que son empleados para pagar los servicios de las meretrices, y que se quejan del uso que se les da después de dicha transacción, siendo usados en el tráfico de drogas, armas, robos, asesinatos… Es cierto que el mundo de la delincuencia organizada se entremezcla con la prostitución, pero también uno de los implicados en el 11-M regentaba una tienda de telefonía móvil y nadie con dos dedos de frente afirmaría que los móviles son un negocio del terrorismo islámico.
El problema es simplemente que se pierde la perspectiva y se camina en dirección equivocada a la hora de solucionar un problema que tal vez no lo sea tanto, dejando de lado la verdadera cuestión. Porque no nos engañemos: El problema no es ni ha sido nunca la prostitución. El verdadero problema moral y legal es el proxenetismo.
La prostitución cumple una función social, demandada además por la misma sociedad. El proxenetismo no. La prostitución puede existir sin el proxenetismo, mientras que la afirmación inversa no es posible. La prostitución viene a cubrir una demanda social de un servicio, de una necesidad Siendo honestos, no hay nada de malo en que una persona cobre por realizar un servicio. Y ese servicio puede ser bañar a una anciana o sofocar las necesidades sexuales de un señor. ¿Qué diferencia hay? En ambos casos ambas personas utilizan su cuerpo (y su cualificación) para realizar su trabajo. Da lo mismo que una señora use sus manos para empuñar una escoba o una polla. El problema es que lo haga explotada por un gachó. Y llegados a este punto, queda claro que lo que hay que impedir es la explotación del proxeneta. Porque la explotación lo es tanto del chulo, como del que regenta un taller ilegal de camisetas con doce chinos. Es ese el punto en el que los cuerpos policiales han de intervenir.
La cuestión es que la prostitución ha estado en nuestra sociedad estigmatizada por la Iglesia que veía en ella una seria amenaza a su concepción férrea de la familia. Es esta condena de la prostitución la que la mantiene al margen de la ley, y la que hace de esta actividad un caldo de cultivo de la ilegalidad. Y cuando ponemos la prostitución del mismo lado de la delgada línea roja que el tráfico de drogas y demás
Evidentemente el hecho de que la prostitución se legalice y las meretrices pasen a ser un colectivo con un epígrafe en el IAE, pagando su cotización a la Seguridad Social, y demás garantías, no va a impedir que haya prostitutas “piratas”, del mismo modo que un señor de Cuenca puede hacer trabajos de fontanería sin estar dado de alta y cobrando sin factura. Pero esto no sataniza la fontanería, ¿verdad? Tampoco me vale el ejemplo que a veces me ponen de que la prostitución sea una salida para encontrar dinero fácil para el colectivo de drogadictas, ya que si no existiese el oficio, serían igualmente drogadictas y buscarían dinero de otros modos (robando, traficando, etc).
En definitiva. La sociedad demanda sexo. Se gana dinero con el sexo: Pornografía, sex-shops, espectáculos, etc. La prostitución no es sino una pieza más del mismo puzzle. Dejemos de una vez la postura hipócrita y farisaica y aceptemos que la prostitución existe porque hay una clientela que la demanda y no al revés. Si alguien no quiere irse de putas, no lo hace por muchas putas que haya ejerciendo. Asumamos que es un trabajo como otro cualquiera y que cubre una necesidad social, y legalicemos una actividad que de facto está presente entre nosotros. Follar no es malo, ni gratis ni pagando. Lo malo es la explotación y ese es el elemento a combatir.