Hablando el otro día con Fernando, le planteé mis ideas acerca de la reforma del sistema nacional de pensiones de jubilación, y además le expuse la forma de cotizar al mismo, y el modo en que esto afectaría, según lo veo yo, a la edad de jubilación, recortándola más que ampliándola. Y él me animó a que escribiese un artículo exponiendo este último planteamiento.
Empecemos por suponer que hemos aplicado el sistema de pensiones que expuse hace unos días. Para quienes no leyesen la entrada a la que me refiero, podemos resumirla como una propuesta de escindir el actual sistema de cotización a pensión de jubilación de la Seguridad Social en dos. De una parte, un plan de pensiones gestionado por el Estado, de suscripción obligatoria, no liquidable en ningún caso hasta alcanzar la edad de jubilación (como sucede ahora), y con características similares a cualquier plan de pensiones privado. Esto es, cómputo de todas las cantidades cotizadas, de la primera a la última (en vez de los n últimos años, como sucede ahora), e inversión de las cantidades cotizadas en productos de inversión que por ser gestionado por el Estado, podrían ser productos del Tesoro Público, (Obligaciones, Pagarés, Letras o Bonos). Por otro lado, y en paralelo, cotización a un fondo solidario, que podríamos llamar Fondo de Garantía de Pensiones (FOGAPE) con características similares al actual FOGASA, destinado a cubrir los gastos de aquellos ciudadanos que no han podido cotizar o que precisan de pensiones adicionales.
El problema que tiene el actual plan de pensiones, es que al tener una estructura piramidal, es preciso que cada año haya más cotizantes que el año anterior. Pero como cualquier estructura piramidal, es imposible hacerla crecer hasta el infinito, por lo que, si no tenemos nuevos cotizantes, es preciso alargar el tiempo de cotización de los cotizantes actuales, extendiendo su edad de jubilación, como ha propuesto recientemente el Gobierno. Dado que en los años 80 y 90 España experimentó un crecimiento demográfico negativo, en la época de los 1,2 hijos por mujer (lo cual es crecimiento negativo porque se juntan 2 humanos y sale sólo 1,2, lo que nos da un crecimiento de –0,8 humanos), la masa de cotizantes se reducirá, justo cuando empiecen a jubilarse los nacidos en el llamado baby boom de los años 60. Este sistema descarga el peso de todas las pensiones sobre los hombros de los actuales cotizantes, hasta llegar a un punto en que las pensiones se hacen del todo insoportables, y además obliga a los gobiernos a incentivar la natalidad constantemente, con los problemas que ello conlleva.
Cada ciudadano al nacer tiene una expectativa o esperanza de vida. Es lo que en sociología se llama esperanza de vida al nacer. Actualmente se está hablando de que la esperanza de vida al nacer podría ser de unos 120 años, pero eso no significa que yo vaya a vivir 120 años, como muchas veces se piensa, sino que los niños que nacen hoy, puede que vivan hasta el 2130 aproximadamente. Yo tengo que atenerme a la esperanza de vida al nacer de mediados de los años 70, que en España estaba en torno a los 78 años para los varones y 81 para las mujeres. Como de momento soy varón, vamos a suponer que yo voy a vivir 80 años, redondeando con generosidad.
Con esa expectativa, en condiciones ideales una persona consumiría toda su pensión, terminando de gastarla en el momento de pasar a mejor vida, momento que hemos situado a los 80 años. Eso supondría una gráfica más o menos con esta pinta:
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Gráfico de consumo del Saldo final de jubilación. |
Esa línea azul representaría el gasto o consumo de nuestra pensión de jubilación. En el momento de jubilarnos tendremos cierta cantidad y dicha cantidad se irá gastando año a año hasta acabarse en el momento de morir (en condiciones ideales). Lo bueno de esto, es que puedo predecir cuál será mi pensión, ya que el Estado maneja unas cifras de pensiones mínima y máxima, por lo que es bastante sencillo predecir cuánto dinero necesitaré cada año. Supongamos que voy a cobrar 20.000 euros al año en concepto de pensión de jubilación (por decir algo). Para estar jubilados mi último año de vida, necesitaré tener acumulados 20.000 euros. Para jubilarme un año antes, a los 79, habrá que ahorrar 40.000. Para jubilarme a los 78, 60.000, a los 77, 80.000 etc. Cada año que anticipe el momento de mi jubilación, tendré que tener previstos 20.000 euros más. Para jubilarme a la edad “oficial” de los 65 años necesito 300.000 euros que me permitirán vivir, a razón de 20.000 euros al año, hasta los 80 que es la edad a la que, según la estadística, me moriré. A esta cantidad la vamos a llamar “Saldo final de jubilación”. Será el dinero que tendré que tener en un momento determinado de mi vida, para garantizarme los ingresos hasta el final de la misma. Como es obvio, cuanto más joven sea al jubilarme, más dinero acumulado necesitaré.
Supongamos ahora que yo empiezo a trabajar a los 20 años, cobrando unos 12.000 euros al año, redondeando. La retención que se me practica en concepto de suscripción al plan público de pensiones es del 20%, y eso me produce una cotización al plan de 2.400 euros anuales. Conforme mi salario va aumentando con el paso del tiempo, se me aplican tipos de retención cada vez más altos de modo que si a los 59 años cobro, pongamos, 57.000 euros anuales, se me retiene un 28% en concepto de suscripción al plan de pensiones (por supuesto todas las cifras son orientativas). La gráfica de mis aportaciones al plan de pensiones de suscripción estatal, quedaría así (en verde).
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Gráfico de Saldo final de jubilación (azul), junto con el gráfico de las aportaciones al plan de pensiones (verde). |
Como se puede ver, hay un punto en que las dos líneas se cruzan. ¿Qué significa esto? Que en ese punto nuestro saldo de aportaciones superaría al Saldo final de jubilación que habíamos calculado en el punto anterior. Es decir, habré ahorrado más de lo que me voy a gastar hasta que me muera. Y la consecuencia directa de esto es que a partir de ese momento, me podré jubilar ya que he pagado mi propia pensión. En mi ejemplo, esto sucedería a los 61 años.
La ventaja de este modelo es que podría darse la libertad a los trabajadores de elegir su porcentaje de cotización dentro de una horquilla, tal como sucede ahora con las cotizaciones de los profesionales acogidos al RETA (los autónomos), que pueden cotizar desde un mínimo y hasta un máximo. En este sistema podría dejarse a elección de cualquier cotizante un porcentaje máximo y mínimo de retención de su salario. Así, si cotizo más, “perforaré” la línea del Saldo final de jubilación antes, y podré jubilarme a edad más temprana, mientras que si cotizo menos, tardaré más tiempo en alcanzar el cruce, y por tanto me jubilaré más tarde. En cualquier caso el sistema puede afinarse para que con la cotización mínima se garantice la jubilación a los 65 años. Dado que las pensiones de jubilación tienen un máximo, no me serviría de nada cotizar más tiempo del necesario, ya que una vez jubilado no cobraré por encima del máximo.
Actualmente hay gente que cotiza a la Seguridad Social más de lo que percibirá luego en concepto de pensión jubilación pública, lo cual es un beneficio para el sistema de pensiones. ¿Cómo se compensaría esto en el nuevo sistema? Muy sencillo, con lo que he llamado Fondo de Garantía de Pensiones, o FOGAPE, que se retendría como un concepto aparte y de forma proporcional al salario percibido.
¿Qué pasa si una persona supera su expectativa de vida al nacer? Bueno, evidentemente en ese caso el jubilado habrá consumido toda su pensión y tendrá que seguir cobrando, a partir de ese momento, del FOGAPE. Pero también habrá gente que fallezca antes de lo previsto, y cuyas cotizaciones jamás serán usadas (como sucede ahora), por lo que pasarán a engrosar el FOGAPE automáticamente. Esto haría que los desajustes fueran mínimos.
Con este sistema, la pensión de jubilación depende de las aportaciones que uno mismo realiza a lo largo de su vida laboral, por lo que se descarga a las generaciones futuras del lastre impositivo de sostener a sus contemporáneos pensionistas. Así no es preciso un constante y frenético fomento de la natalidad ya que desaparece la estructura piramidal. Sí es cierto que las pensiones de los no cotizantes (amas de casa, etc), o los suplementos a las pensiones (pensionistas que sobrepasan su esperanza de vida) saldrían del FOGAPE, pero al ser los beneficiarios de estas pensiones una minoría, la carga sobre los cotizantes se reduciría hasta hacerla meramente testimonial, máxime si tenemos en cuenta que las cotizaciones no percibidas (por muerte prematura) pasarían a la caja del FOGAPE.
Nota: Dado que presuponemos una inflación promedio constante a lo largo de todo el período (la vida del cotizante), podemos obviarla en ambos tramos, tanto en el de cotización como en el de percepción de la pensión. Evidentemente la inflación puede sufrir cambios que hagan perder eficacia al modelo, pero desde luego este es un efecto del todo ajeno a este o a cualquier otro sistema, y que afecta a todos por igual. De lo que se trata aquí no es de intentar evitar lo inevitable, sino de crear un modelo que contenga, en su propia definición, el menor número de vicios y defectos de diseño.