Los pueblos tienen derecho al autogobierno. Creo que este es uno de los derechos fundamentales del ser humano. Decidir y elegir cómo y quién le gobierna. Y si no está de acuerdo con la forma de gobierno que tiene, tiene todo el derecho del mundo a exigir que sea cambiada, cosa que logrará mediante el consenso con el resto de seres humanos que comparten su misma realidad. Esto es una visión moderna del autogobierno.
El nacionalismo es otra cosa. El nacionalismo busca lo mismo, pero dado que suele anclar sus raíces en épocas remotas, en las que el la psicología política no existía, precisaba de motivaciones en las que apoyarse, más allá de la mera voluntad de los pueblos. Por eso los nacionalismos suelen apoyarse en la historia. Generalmente una historia falsa e inventada, una reclamación de un autogobierno supuestamente perdido. Y es esta argumentación tan poco sólida lo que de forma absurda resta validez a una reclamación que sería legítima sólo por el mero hecho de ser la voluntad de un pueblo. Veamos casos de reclamaciones que se dan en España.
Galicia fue un reino creado de la nada. Una mera división de territorio realizada por Alfonso III en el año 910 para repartir sus dominios entre sus tres hijos. Ordoño recibe el nuevo reino de Galicia, pero su independencia, como tal dura 4 años, ya que en 914 muere García I de León, hermano de Ordoño, por lo que este pasa a heredar el reino de León como Ordoño II, integrando en este reino su anterior posesión de Galicia. En 926, Sancho Ordóñez (hijo del mencionado Ordoño II de León) proclama una independencia del reino de Galicia, no por motivos nacionalistas, no nos confundamos, sino como bastión desde el que organizar su guerra civil leonesa con su hermano Alfonso IV de León. Sancho murió en 929 con lo que el reino de Galicia volvió a formar parte en el reino de León. Y hasta hoy.
El caso catalán es aún más peliagudo. Lo que hoy en día es Cataluña tiene sus raíces en el bajomedieval Principado de Cataluña, una región administrativa dentro del reino (y posterior corona) de Aragón, entidad esta de la que Cataluña jamás fue independiente. El territorio del Principado de Cataluña fue variando con el tiempo, ampliándose desde principios del s.XIV, y perdiendo una gran porción de territorio tras los polémicos sucesos de 1640, en que Cataluña inició una rebelión contra Felipe IV buscando el apoyo de Francia, y tras la derrota de las tropas francesas, nuestro vecino del norte retuvo hasta hoy en día el Rosellón y la Cerdaña, quedando en el lado francés toda vertiente norte del Pirineo catalán. Un testimonio de aquellos sucesos y del leonino Tratado de los Pirineos es el exclave español de Llivia. Pero otros 33 municipios españoles pasaron a manos francesas.
Con la Vasconia española tenemos un caso similar, aún más difuso que los anteriores, si cabe. Para empezar, porque la Vasconia jamás tuvo unas fronteras definidas, ni nada que se le pareciese. Ni siquiera en todo el territorio hoy reclamado por los nacionalistas vascos se hablaba mayoritariamente el euskera antes de la imposición del mismo en Álava. El reclamado territorio de Euskal Herria, que comprende el actual País Vasco, Navarra e Iparralde (el país vasco francés), es una realidad inventada que jamás ha tenido una cohesión histórica, y que incluso ha pertenecido a distintos reinos, ya que tras muchas vicisitudes históricas, el actual País Vasco español estaba enclavado dentro del Reino de Castilla, mientras que Navarra e Iparralde formaban parte del original Reino de Navarra cuya parte surpirenaica (la Baja Navarra, más o menos actual Comunidad Foral de Navarra) se anexionó Fernando el Católico en 1512. Si por contra atendemos a la extensión máxima del Reino de Navarra, alcanzada a finales del s.XI, habría que reclamar parte del territorio de Huesca y de Cantabria, y renunciar al Iparralde.
Como es más que evidente, las razones "históricas" que pretenden los nacionalistas y en las que sustentan sus reivindicaciones tienen una endeble consistencia. Otras razones, las llamadas del "hecho diferencial" intentan justificar de modo igualmente insustancial una reivindicación. El problema aquí es que la cosa empieza a tomar tintes fascistas, ya que los argumentos comienzan con el idioma, y acaban con el factor Rh. El problema, por poner un ejemplo, de este tipo de argumentos es que son igualmente falsarios. El euskera jamás ha estado extendido por todo el actual País Vasco español. De hecho, el castellano nació en Álava, donde además, se situaba el germen del condado de Castilla, origen del Reino y posterior Corona de Castilla. Sin embargo ahora en Álava es obligatorio el aprendizaje y casi el uso del idioma vasco.
Las fronteras no delimitan nada. No delimitan caracteres ni formas de ser, ni de actuar. Ni delimitan razas ni costumbres gastronómicas. Son las políticas las que desde el siglo XIX se han dedicado a potenciar esa diferencia que antes era difusa en las zonas fronterizas, que las gentes se comportasen del mismo modo que los colores de un mapa. Verde claro los de este lado de una línea punteada, y naranja los del pueblo al otro lado de la raya. Unas diferencias que jamás existieron, que nos impusieron y que, ahora, el mismo fanatismo a una escala inferior pretende imponer. Porque la política nacionalista parece tan poco convencida de su propia motivación, que necesita proclamar hasta el hartazgo una supuesta identidad nacional, impuesta y adoctrinada desde la infancia, que los que vivieron antes de esa etapa perciben con sensación de extrañamiento, extravagancia y exageración. Una frontera es una raya pintada en un papel. Una bandera es un trapo de colores. Engendrar fanatismos es un ejercicio de insalubridad mental. Fundamentarlos en mapas o telas, es un total despropósito intelectual.
En definitiva, un pueblo tiene derecho a gobernarse a sí mismo por el mero hecho de desearlo. No es necesaria tanta gilipollez a no ser que ni tú mismo estés convencido de la legitimidad de tus reivindicaciones.
Subproductos y diarreas mentales producidas por diversos excesos de índole cognitiva.
30 ene 2008
29 ene 2008
Pavarotti
Don José era un hombre orondo y de grandes dimensiones. Su barba, su obesidad y su permanente sonrisa eran, realmente, lo único que le asemejaba a Pavarotti, pero sus alumnos, imbuídos en esa crueldad tan adolescente como irreflexiva, se aprestaron a apodarle así: "El Pavarotti". Había llegado en sustitución del jubilado profesor de Latín, Filosofía, Griego, etc. Pero pronto se hizo con el corazón de sus chicos.
Cierto día, uno de aquellos chavales escribió con tiza en la pizarra, justo encima de donde él se sentaba, la palabra italiana Tutto en un tamaño considerable. Por aquel tiempo acababa de salir al mercado un recopilatorio del tenor italiano, llamado "Tutto Pavarotti". Cuando el maestro entró en el aula, vio aquella palabra que, cuando se sentase en su silla, quedaría sobre su cabeza. Por un momento se hizo un silencio sepulcral y todos temieron que aquella broma hubiese superado el límite de aquel jocoso y bonachón profesor de letras. Lentamente se dirigió a su sitio, y ocupó su lugar, bajo aquel rótulo de tiza, como si no hubiese entendido la coña marinera. Entonces rompió a reir y se dirigió a nosotros diciendo: "Vosotros os creéis que los profesores somos tontos, y que no nos enteramos de los motes que nos ponéis. Pero el poco tiempo que llevo aquí me ha bastado para saber quién es la Fifi, el McKeihan, etc. Así que me imagino que Pavarotti será algún profesor gordo y con barba." Sentenció maliciosamente sabedor de que él mismo era el único que encajaba en aquella descripción. Acto seguido, se levantó, borró aquel rótulo y comenzó la clase.
De sí mismo decía siempre que era Gijonudo, por haber nacido junto al Molinón, y gastaba siempre un gran sentido del humor. Pero si algo le caracterizaba sin duda era su pasión desmedida por el ajedrez.
En aquel 3º de BUP, jugué con él un número increíble de partidas de ajedrez rápido, de cinco minutos o menos. Al día podían caer más de diez, de lunes a viernes, todos los días, cada día. Tras la comida siempre estaba allí, en la biblioteca, e interrumpía su lectura cuando me veía llegar con mi ajedrez magnético en la mano para enzarzarse en una, aburrida para él (supongo), didáctica para mí (seguro) sucesión de victorias aplastantes. Recuerdo el día en que gané una única partida, cuando otro profesor se asomó por la puerta para comentarle algo, justo en el momento en que hacía un movimiento de dama, dejándola a merced de mi alfil. Sus intentos por descomponer el movimiento que le dejaba en inferioridad material se toparon por mi parte con la antítesis de aquella benévola comprensión que él había mostrado conmigo infinidad de veces cuando me perdonaba esta torre o me advertía de la enfilada en la que me iba a meter. Reconozco que fue una dulce mezquindad no perdonarle su error, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad. Aún sin su dama, me costó Dios y ayuda que tumbase su rey. Acto seguido se vengó y volvió a zurrarme como siempre. Jamás conseguí vencerle en buena lid.
Cierto día, uno de aquellos chavales escribió con tiza en la pizarra, justo encima de donde él se sentaba, la palabra italiana Tutto en un tamaño considerable. Por aquel tiempo acababa de salir al mercado un recopilatorio del tenor italiano, llamado "Tutto Pavarotti". Cuando el maestro entró en el aula, vio aquella palabra que, cuando se sentase en su silla, quedaría sobre su cabeza. Por un momento se hizo un silencio sepulcral y todos temieron que aquella broma hubiese superado el límite de aquel jocoso y bonachón profesor de letras. Lentamente se dirigió a su sitio, y ocupó su lugar, bajo aquel rótulo de tiza, como si no hubiese entendido la coña marinera. Entonces rompió a reir y se dirigió a nosotros diciendo: "Vosotros os creéis que los profesores somos tontos, y que no nos enteramos de los motes que nos ponéis. Pero el poco tiempo que llevo aquí me ha bastado para saber quién es la Fifi, el McKeihan, etc. Así que me imagino que Pavarotti será algún profesor gordo y con barba." Sentenció maliciosamente sabedor de que él mismo era el único que encajaba en aquella descripción. Acto seguido, se levantó, borró aquel rótulo y comenzó la clase.
De sí mismo decía siempre que era Gijonudo, por haber nacido junto al Molinón, y gastaba siempre un gran sentido del humor. Pero si algo le caracterizaba sin duda era su pasión desmedida por el ajedrez.
En aquel 3º de BUP, jugué con él un número increíble de partidas de ajedrez rápido, de cinco minutos o menos. Al día podían caer más de diez, de lunes a viernes, todos los días, cada día. Tras la comida siempre estaba allí, en la biblioteca, e interrumpía su lectura cuando me veía llegar con mi ajedrez magnético en la mano para enzarzarse en una, aburrida para él (supongo), didáctica para mí (seguro) sucesión de victorias aplastantes. Recuerdo el día en que gané una única partida, cuando otro profesor se asomó por la puerta para comentarle algo, justo en el momento en que hacía un movimiento de dama, dejándola a merced de mi alfil. Sus intentos por descomponer el movimiento que le dejaba en inferioridad material se toparon por mi parte con la antítesis de aquella benévola comprensión que él había mostrado conmigo infinidad de veces cuando me perdonaba esta torre o me advertía de la enfilada en la que me iba a meter. Reconozco que fue una dulce mezquindad no perdonarle su error, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad. Aún sin su dama, me costó Dios y ayuda que tumbase su rey. Acto seguido se vengó y volvió a zurrarme como siempre. Jamás conseguí vencerle en buena lid.
Compatibilidad
¿Qué hace compatible a una pareja? Sinceramente no tengo ni puñetera idea. Probablemente sea esta una de las preguntas de más difícil respuesta de cuantas pueden formularse. No hablo de los elementos que producen el enamoramiento que probablemente sea el más arcano misterio, sino de aquello que hace que dos personas puedan convivir y entenderse en armonía, ya que alguien puede enamorarse de otra persona profundamente incompatible, y no hacerlo jamás de quien sería un compañero ideal.
Durante años he oído aquello de "amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar en la misma dirección", a modo de paradigma de lo que una relación de pareja ha de ser. Sin embargo, experiencia tras experiencia he llegado a pensar que, si bien esa máxima no es sino un intento de salvar la falsa sensación producida por el enamoramiento (mirarse el uno al otro), en pro de poner en común aficiones e intereses (mirar en la misma dirección), quizá se quede corta o incluso sea errónea a la hora de esclarecer en alguna medida la oscura receta que hace posible que dos personas permanezcan juntas de mutuo acuerdo año tras año. Bajo mi punto de vista, tampoco mirar en la misma dirección garantiza nada. Creo que es necesario remontarse a un plano de consciencia superior para, desde allí, darse uno cuenta de que lo que de verdad puede ofrecer más garantías para la perdurabilidad de la relación es "mirar del mismo modo" más que en la misma dirección.
En efecto, la componente actitudinal de las personas es, creo yo, la que marca de forma esencial la compatibilidad. Da igual que a uno le gusten los sudokus y a otro el senderismo. Es la actitud ante la vida, la forma de afrontar el día a día lo que puede producir mayores disensiones o consensos, dando al traste con la relación, o elevándola y haciéndola ir sobre ruedas. De poco sirve que se compartan aficiones y puntos de vista si se tienen formas de encarar la vida incompatibles. Si una persona es nihilista junto a otra tremendamente ofuscada por el determinismo. Si una persona es improvisadora junto a otra obsesionada con la planificación. Evidentemente está claro que ha de haber elementos comunes que articulen la relación y sirvan de bisagra, que permitan el encuentro entre personas que afrontan una relación ordinaria. Pero he llegado a conocer relaciones tremendamente maduras y con un gran nivel psicoemocional con un alto nivel de incompatibilidad en aficiones y puntos de vista, pero que se mantenían a flote simplemente por la capacidad de aportarse luz, paz y un punto de vista y actitud ante la vida común que realmente ofrecía sentirse con un igual.
Quizá haya llegado el momento de cambiar el paradigma de las relaciones interpersonales, adaptándolas a una nueva realidad en la que la psicología cada vez nos prepara más para entender el mundo y a las personas que lo pueblan.
(Más en Luz y Sombra)
Durante años he oído aquello de "amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar en la misma dirección", a modo de paradigma de lo que una relación de pareja ha de ser. Sin embargo, experiencia tras experiencia he llegado a pensar que, si bien esa máxima no es sino un intento de salvar la falsa sensación producida por el enamoramiento (mirarse el uno al otro), en pro de poner en común aficiones e intereses (mirar en la misma dirección), quizá se quede corta o incluso sea errónea a la hora de esclarecer en alguna medida la oscura receta que hace posible que dos personas permanezcan juntas de mutuo acuerdo año tras año. Bajo mi punto de vista, tampoco mirar en la misma dirección garantiza nada. Creo que es necesario remontarse a un plano de consciencia superior para, desde allí, darse uno cuenta de que lo que de verdad puede ofrecer más garantías para la perdurabilidad de la relación es "mirar del mismo modo" más que en la misma dirección.
En efecto, la componente actitudinal de las personas es, creo yo, la que marca de forma esencial la compatibilidad. Da igual que a uno le gusten los sudokus y a otro el senderismo. Es la actitud ante la vida, la forma de afrontar el día a día lo que puede producir mayores disensiones o consensos, dando al traste con la relación, o elevándola y haciéndola ir sobre ruedas. De poco sirve que se compartan aficiones y puntos de vista si se tienen formas de encarar la vida incompatibles. Si una persona es nihilista junto a otra tremendamente ofuscada por el determinismo. Si una persona es improvisadora junto a otra obsesionada con la planificación. Evidentemente está claro que ha de haber elementos comunes que articulen la relación y sirvan de bisagra, que permitan el encuentro entre personas que afrontan una relación ordinaria. Pero he llegado a conocer relaciones tremendamente maduras y con un gran nivel psicoemocional con un alto nivel de incompatibilidad en aficiones y puntos de vista, pero que se mantenían a flote simplemente por la capacidad de aportarse luz, paz y un punto de vista y actitud ante la vida común que realmente ofrecía sentirse con un igual.
Quizá haya llegado el momento de cambiar el paradigma de las relaciones interpersonales, adaptándolas a una nueva realidad en la que la psicología cada vez nos prepara más para entender el mundo y a las personas que lo pueblan.
(Más en Luz y Sombra)
28 ene 2008
La manduca del exultante
Resulta que el litio, que aunque por mecanismos desconocidos, se consensúa su acción contra la depresión, está presente en una serie de alimentos.
- Cereales integrales: arroz, trigo y maíz.
- Leguminosas: frijoles, garbanzos, lentejas, habas y chícharos.
- Alfalfa: hojas y semillas.
- Germinados de cereales.
- Vísceras: riñones e hígado.
- Hortalizas: patatas, nabos, jitomates, pimiento y berros.
- Plantas aromáticas: romero, tomillo y jengibre.
- Frutas: fresas, frambuesas, moras y grosellas.
Desde la chabola
Hace un par de días oí por la radio una noticia referente al desmantelamiento del poblado chabolista de Las Barranquillas para la edificación del nuevo barrio de Valdecarros, en Madrid. La noticia en por sí misma no daba más de sí, pero me incitó a pensar en las algunas implicaciones de esa decisión.
Generalmente, los ocupantes de un determinado poblado chabolista son realojados en viviendas de promoción pública, siendo esta una situación que en numerosos casos acaba en una inadaptación de los realojados al nuevo medio, así como molestias producidas a sus nuevos vecinos, etc.
La pregunta de por qué se les realoja en unas condiciones de vida tan distintas tiene múltiples facetas y no es una cuestión que pueda despacharse en media docena de líneas. Es esta una problemática que sin duda podríamos afrontar analizando cada uno de los perfiles y las causas.
De entre todos ellos, me gustaría elegir al de los que, por elección o por tradición, se sienten cómodos con un modo de vida que la sociedad no acepta: La chabola. Siempre que intentamos justificar la acción de la autoridad (del nivel que sea) de extraerlos de su hábitat e implantarlos en un bloque de pisos del mismo modo que se trasplanta un árbol del monte a un macetón, apelamos a una máxima comúnmente aceptada: Para vivir en sociedad, hay que aceptar las normas. Pero aquí me voy a permitir hacer de abogado del diablo. ¿Qué sucede sucede cuando esa sociedad corre más que nosotros? ¿Cuando cambia sin nuestro permiso, y no nos preguntan si nos gusta o no su nueva cara, una nueva cara que, por vivir en sociedad, estamos obligados a aceptar? Está claro que me voy a encontrar con el argumentario tradicional: "Hay que aceptar el consenso", "lo que diga la mayoría", etc. Pero este argumentario se pervierte a menudo ya que en su origen, aceptar las normas sociales promovía la convivencia.
Originalmente, las costumbres de un individuo o grupo de individuos podía atentar contra las de los demás. Las normas de conducta, de convivencia social, que se llamaban en los años 50 "Urbanidad" y hoy "Educación para la ciudadanía", son, o deberían ser un mecanismo de lubricación social que evitase fricciones. Que evita que un señor se escude en "su norma" para colocarse el primero en la cola del autobús, o que crea que sentarse en el metro en vez de cederle el asiento a una octogenaria es aceptable. Esas son las normas sociales que hemos de aceptar todos sin excepción. Las que afectan a la convivencia e interacción con los demás miembros de la sociedad, que nos reclaman dichas normas. Pero ojo, ¿qué norma de convivencia puede dictar el modus vivendi de un ser humano? ¿En qué punto entra el modo de vida chabolista en conflicto con el resto de la sociedad? ¿En virtud de qué norma de convivencia social decimos que un poblado chabolista creado en un descampado en mitad de la nada es socialmente inaceptable?
En mi opinión sólo entra en conflicto con intereses económicos especulativos, inmobiliarios, etc., ya que casualmente a los habitantes de un poblado chabolista no les hacen el favor de realojarlos y salvarlos de su "triste" modo de vida, hasta que en esos terrenos se plantea una actuación urbanística. Hasta ese momento, están en paz con la sociedad.
Generalmente, los ocupantes de un determinado poblado chabolista son realojados en viviendas de promoción pública, siendo esta una situación que en numerosos casos acaba en una inadaptación de los realojados al nuevo medio, así como molestias producidas a sus nuevos vecinos, etc.
La pregunta de por qué se les realoja en unas condiciones de vida tan distintas tiene múltiples facetas y no es una cuestión que pueda despacharse en media docena de líneas. Es esta una problemática que sin duda podríamos afrontar analizando cada uno de los perfiles y las causas.
De entre todos ellos, me gustaría elegir al de los que, por elección o por tradición, se sienten cómodos con un modo de vida que la sociedad no acepta: La chabola. Siempre que intentamos justificar la acción de la autoridad (del nivel que sea) de extraerlos de su hábitat e implantarlos en un bloque de pisos del mismo modo que se trasplanta un árbol del monte a un macetón, apelamos a una máxima comúnmente aceptada: Para vivir en sociedad, hay que aceptar las normas. Pero aquí me voy a permitir hacer de abogado del diablo. ¿Qué sucede sucede cuando esa sociedad corre más que nosotros? ¿Cuando cambia sin nuestro permiso, y no nos preguntan si nos gusta o no su nueva cara, una nueva cara que, por vivir en sociedad, estamos obligados a aceptar? Está claro que me voy a encontrar con el argumentario tradicional: "Hay que aceptar el consenso", "lo que diga la mayoría", etc. Pero este argumentario se pervierte a menudo ya que en su origen, aceptar las normas sociales promovía la convivencia.
Originalmente, las costumbres de un individuo o grupo de individuos podía atentar contra las de los demás. Las normas de conducta, de convivencia social, que se llamaban en los años 50 "Urbanidad" y hoy "Educación para la ciudadanía", son, o deberían ser un mecanismo de lubricación social que evitase fricciones. Que evita que un señor se escude en "su norma" para colocarse el primero en la cola del autobús, o que crea que sentarse en el metro en vez de cederle el asiento a una octogenaria es aceptable. Esas son las normas sociales que hemos de aceptar todos sin excepción. Las que afectan a la convivencia e interacción con los demás miembros de la sociedad, que nos reclaman dichas normas. Pero ojo, ¿qué norma de convivencia puede dictar el modus vivendi de un ser humano? ¿En qué punto entra el modo de vida chabolista en conflicto con el resto de la sociedad? ¿En virtud de qué norma de convivencia social decimos que un poblado chabolista creado en un descampado en mitad de la nada es socialmente inaceptable?
En mi opinión sólo entra en conflicto con intereses económicos especulativos, inmobiliarios, etc., ya que casualmente a los habitantes de un poblado chabolista no les hacen el favor de realojarlos y salvarlos de su "triste" modo de vida, hasta que en esos terrenos se plantea una actuación urbanística. Hasta ese momento, están en paz con la sociedad.
¿Por qué escribo este blog?
La verdad es que suelo jactarme de tener bastante meditados los argumentos que justifican casi todas las acciones que hago. Me tengo por una persona reflexiva y, salvo arranques espontáneos, que como todo ser humano tengo, suelo saber bien por qué hago cada cosa. Pero al mismo tiempo Yaiza tiene la capacidad de hacerme superar mis propios límites y sorprenderme, y anoche me sacó del tablero con una simple pregunta: "¿Por qué escribes tu blog?"
Y me ha hecho pensar en algo en lo que no había pensado hasta ahora. ¿Por qué escribo este blog? No tengo ni idea. Quizá sea la suma de una serie de compulsiones, y por eso no tenía una justificación premeditada. ¿Escribo por altruísmo o por egocentrismo? Pues tampoco lo sé. No creo que pueda considerarse altruísmo. Eso podría aplicarse a mis intervenciones en la Wikipedia, o en Yahoo! Answers donde uno sí escribe por y para los demás (y dejo para otro post, mi otra conversación con Yaiza sobre el altruísmo egoísta y el egoísmo altruista.
La verdad es que para mí este blog es, esencialmente, una forma de ordenar mis ideas. Se me ocurren a diario montones de pensamientos, algunos fruto de entradas de información, leyendo el periódico, oyendo la radio, etc. Otros simplemente son la consecuencia directa de mis conversaciones aquí y allá con unos y otros. Considero que no hay nada tan enriquecedor para la mente como el intercambio de ideas, el debate y la confrontación dialéctica, que permite no sólo contrastarlas con las de otro, sino además desenmarañarlas de la nebulosa mental en la que flotan antes de que salgan a la luz. (En mi particular mundo de metáforas las ideas se coportan de modo comparable con la forma en que está el ADN en el núcleo celular, en forma de sopa genética informe, que se diferencia en cromosomas en el momento de la división celular. Vale, ya paro, que se me va la olla). Volviendo al hilo, poner las ideas en negro sobre blanco me ayuda a consolidarlas. Quizá esta sea la principal finalidad que le doy, pero también me sirve como almacenamiento para colocar el resultado o conclusiones de alguna que otra investigación personal. Lo uso para denunciar hechos que me parecen dignos de ello. Cumple la función de recordatorio de un sentimiento puntual que no quiero perder, olvidar o dejar que el tiempo desfigure...
Y entonces Yaiza pregunta "¿Y por qué lo haces público?" Y mi respuesta es "¿Y por qué no?" En principio no escribo teniendo en mente que nadie vaya a leerme. De ser así, no publicaría algunos artículos que pueden tener poco o ningún interés para el público en general. Supongo que, salvando las distancias, es como el pintor que pinta cuando, lo que y como le apetece, pero luego no se guarda su obra para sí, y no tiene reparos en exponerla. El caso es que, una vez publicados, si alguien no tiene mucho que hacer, y mi blog le sirve para pasar el rato, pues sea. Mira, ahí está el puntito altruísta. Acabo de encontrarlo, Yaiza.
Y me ha hecho pensar en algo en lo que no había pensado hasta ahora. ¿Por qué escribo este blog? No tengo ni idea. Quizá sea la suma de una serie de compulsiones, y por eso no tenía una justificación premeditada. ¿Escribo por altruísmo o por egocentrismo? Pues tampoco lo sé. No creo que pueda considerarse altruísmo. Eso podría aplicarse a mis intervenciones en la Wikipedia, o en Yahoo! Answers donde uno sí escribe por y para los demás (y dejo para otro post, mi otra conversación con Yaiza sobre el altruísmo egoísta y el egoísmo altruista.
La verdad es que para mí este blog es, esencialmente, una forma de ordenar mis ideas. Se me ocurren a diario montones de pensamientos, algunos fruto de entradas de información, leyendo el periódico, oyendo la radio, etc. Otros simplemente son la consecuencia directa de mis conversaciones aquí y allá con unos y otros. Considero que no hay nada tan enriquecedor para la mente como el intercambio de ideas, el debate y la confrontación dialéctica, que permite no sólo contrastarlas con las de otro, sino además desenmarañarlas de la nebulosa mental en la que flotan antes de que salgan a la luz. (En mi particular mundo de metáforas las ideas se coportan de modo comparable con la forma en que está el ADN en el núcleo celular, en forma de sopa genética informe, que se diferencia en cromosomas en el momento de la división celular. Vale, ya paro, que se me va la olla). Volviendo al hilo, poner las ideas en negro sobre blanco me ayuda a consolidarlas. Quizá esta sea la principal finalidad que le doy, pero también me sirve como almacenamiento para colocar el resultado o conclusiones de alguna que otra investigación personal. Lo uso para denunciar hechos que me parecen dignos de ello. Cumple la función de recordatorio de un sentimiento puntual que no quiero perder, olvidar o dejar que el tiempo desfigure...
Y entonces Yaiza pregunta "¿Y por qué lo haces público?" Y mi respuesta es "¿Y por qué no?" En principio no escribo teniendo en mente que nadie vaya a leerme. De ser así, no publicaría algunos artículos que pueden tener poco o ningún interés para el público en general. Supongo que, salvando las distancias, es como el pintor que pinta cuando, lo que y como le apetece, pero luego no se guarda su obra para sí, y no tiene reparos en exponerla. El caso es que, una vez publicados, si alguien no tiene mucho que hacer, y mi blog le sirve para pasar el rato, pues sea. Mira, ahí está el puntito altruísta. Acabo de encontrarlo, Yaiza.
27 ene 2008
Los frutos de la carambola cósmica
Hace unos días mantuve con Yaiza una interesante conversación acerca de un tema que desde pequeño me ha resultado fascinante. El calendario.
Los hombres más primitivos se dieron cuenta de que había una serie de sucesos astronómicos que sucedían con regularidad. Algunos son más que evidentes, y es posible que nuestros antepasados previos al homo sapiens ya se percatasen de forma consciente de que el sol sale cada mañana, recorre el cielo, y se pone por el lugar opuesto del horizonte. Es una forma fácil de definir lo que es un día. Del mismo modo, la luna sale cada noche, pero con la particularidad de que, si bien el sol es homogéneo, la luna cambia de aspecto. Aquellos humanos primitivos se dieron cuenta de que cada 28 soles, la luna repetía su ciclo. El período mes tenía una sencilla forma de ser percibido, y además podía subdividirse claramente en días. Para aquellos tiempos en los que no existía ningún tipo de cálculo, el hecho de que se diese esta coincidencia era realmente un regalo del universo, ya que de otro modo habría habido un desfase evidente que habría dado al traste con esta relación. Aquellos humanos, se dieron cuenta, a su vez, de que cada 13 lunas, había otra serie de sucesos que se daban también con regularidad. Ciertas plantas florecían, los animales entraban en celo, llegaban las nieves, comenzaba la temporada de lluvias, sucedían crecidas. Evidentemente estos sucesos ocurrían con la suficiente periodicidad para asignarles un período de tiempo lógico (un año) y con la suficiente inexactitud para adjudicarles motivos o condicionantes externos (los dioses).
La casi mágica exactitud de la divisibilidad del año en meses y en días, producida por la casi mágica exactitud de la divisibilidad entre las cifras de los períodos de traslación y rotación terrestre, y del ciclo lunar, facilitó la creación de los calendarios. De otro modo, quizá no habría sido posible crear un calendario hasta milenios más tarde, cuando se hubiesen desarrollado herramientas mátemáticas más avanzadas como los logaritmos en el siglo XVII, teniendo en cuenta que, sin la creación del calendario quizá el desarrollo de la humanidad no habría sido el mismo.
Sin poder predecir de forma correcta las crecidas de los ríos, las estaciones de lluvias o las épocas secas, la planificación de la agricultura y la ganadería habrían sido imposibles. Y no hay que olvidar que estos fueron los primeros pasos con los que el hombre prehistórico del neolítico se adentró en la Civilización. La agricultura y la ganadería permitieron ahorrar tiempo respecto a la recolección y la caza, y este tiempo extra fue vital para dedicar a otras actividades de investigación, filosofía, protociencia y demás. Sin la elaboración de aquellos primitivos calendarios neolíticos tallados en hueso quizá ahora no seríamos quienes somos. Sin la carambola cósmica de la divisibilidad matemática entre los períodos astronómicos, quizá estaríamos aún a merced del universo, del tiempo, y del espacio.
Los hombres más primitivos se dieron cuenta de que había una serie de sucesos astronómicos que sucedían con regularidad. Algunos son más que evidentes, y es posible que nuestros antepasados previos al homo sapiens ya se percatasen de forma consciente de que el sol sale cada mañana, recorre el cielo, y se pone por el lugar opuesto del horizonte. Es una forma fácil de definir lo que es un día. Del mismo modo, la luna sale cada noche, pero con la particularidad de que, si bien el sol es homogéneo, la luna cambia de aspecto. Aquellos humanos primitivos se dieron cuenta de que cada 28 soles, la luna repetía su ciclo. El período mes tenía una sencilla forma de ser percibido, y además podía subdividirse claramente en días. Para aquellos tiempos en los que no existía ningún tipo de cálculo, el hecho de que se diese esta coincidencia era realmente un regalo del universo, ya que de otro modo habría habido un desfase evidente que habría dado al traste con esta relación. Aquellos humanos, se dieron cuenta, a su vez, de que cada 13 lunas, había otra serie de sucesos que se daban también con regularidad. Ciertas plantas florecían, los animales entraban en celo, llegaban las nieves, comenzaba la temporada de lluvias, sucedían crecidas. Evidentemente estos sucesos ocurrían con la suficiente periodicidad para asignarles un período de tiempo lógico (un año) y con la suficiente inexactitud para adjudicarles motivos o condicionantes externos (los dioses).
La casi mágica exactitud de la divisibilidad del año en meses y en días, producida por la casi mágica exactitud de la divisibilidad entre las cifras de los períodos de traslación y rotación terrestre, y del ciclo lunar, facilitó la creación de los calendarios. De otro modo, quizá no habría sido posible crear un calendario hasta milenios más tarde, cuando se hubiesen desarrollado herramientas mátemáticas más avanzadas como los logaritmos en el siglo XVII, teniendo en cuenta que, sin la creación del calendario quizá el desarrollo de la humanidad no habría sido el mismo.
Sin poder predecir de forma correcta las crecidas de los ríos, las estaciones de lluvias o las épocas secas, la planificación de la agricultura y la ganadería habrían sido imposibles. Y no hay que olvidar que estos fueron los primeros pasos con los que el hombre prehistórico del neolítico se adentró en la Civilización. La agricultura y la ganadería permitieron ahorrar tiempo respecto a la recolección y la caza, y este tiempo extra fue vital para dedicar a otras actividades de investigación, filosofía, protociencia y demás. Sin la elaboración de aquellos primitivos calendarios neolíticos tallados en hueso quizá ahora no seríamos quienes somos. Sin la carambola cósmica de la divisibilidad matemática entre los períodos astronómicos, quizá estaríamos aún a merced del universo, del tiempo, y del espacio.
Camino a ninguna parte
Hay ocasiones en que el maquinista interna el tren en una vía muerta, aún a sabiendas de que no conduce a ninguna parte. Sólo por disfrutar del paisaje.
26 ene 2008
Extraterrestres. La eterna cuestión
Ayer tuve una conversación recurrente en mi vida con mi compi Fernando. La misma que tuve hace unos días con mi amiga Cristina, y la misma que he tenido en numerosas ocasiones en el pasado.
Siempre surge de la misma manera. Alguien defiende los avistamientos OVNI, y los contactos con extraterrestres que llegan a nuestro planeta, y cuando yo le comunico mi escéptica postura, su defensa suele ser del estilo de "Es que me parece muy prepotente por tu parte pensar que estemos solos en el Universo." Y entonces es cuando yo pongo cara de pez globo, y pregunto tímidamente: "¿En qué momento hemos dejado de hablar de aterrizajes extraterrestres para pasar a hablar de posible exobiología?"
No sé si es casual que todas las personas que se creen a pies juntillas los contactos OVNI, usen sistemáticamente el mismo argumento defensivo, cambiando de plano, de discurso y de argumento mismo. Que mezclen churras con merinas y su defensa sea fintar al adversario retórico convirtiendo el debate en un diálogo de besugos del que una vez dentro, es difícil salir.
Mi postura acerca de la exobiología es clara: Considero que es posible y harto probable que haya vida fuera de la Tierra. Pero aquí hay que entrar en un sinnúmero de matices. Vida es un concepto curioso y resbaladizo que ni siquiera sabemos aplicar con firmeza en los organismos que nos rodean. Aquí mismo, en la Tierra, tenemos organismos vivos que nos cuesta identificar como tales (un lithops, por ejemplo) mientras que hay organismos como los virus (y más concretamente los retrovirus) que parecen comportarse como vivos, cuando su simplicidad orgánica hace borrosas las fronteras de dicho concepto. ¿Una molécula, por el mero hecho de reaccionar químicamente, está viva? El comportamiento de algunos virus es poco más.
Dado que en la Tierra se desarrolló vida, creo, como acabo de exponer, que es muy probable que esto mismo haya sucedido en otros planetas. La inmensidad tan sólo de nuestra galaxia (que contiene entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas) hace que las probabilidades de que seamos los únicos seres vivos de la Vía Láctea sean bastante bajas. Si además tenemos en cuenta que en el universo, nuestra galaxia es de un tamaño más bien modesto, y que hay un número incalculable de galaxias, es fácil darse cuenta de que lo increíblemente raro sería precisamente que fuesemos la única forma de vida en el universo.
Tras lo dicho, mi postura acerca de los avistamientos OVNI y contactos extraterrestres es igualmente clara: Doy por sentado que existen los OVNI en tanto Objetos Volantes No Identificados, y yo mismo he visto en muchas ocasiones luces en el cielo cuyo origen no podía (y sigo sin poder) explicar. (Pero yo no me invento razones para aquello que desconozco, como hacía el hombre prehistórico que se inventaba un carro de fuego para explicar la existencia del sol). Por supuesto, si hablamos de contactos cercanos con extraterrestres, me parecen todos una patraña. Pero voy a exponer mis motivos para que quede claro que no son estas afirmaciones a la ligera.
La cuestión, es que para empeza la inmensa mayoría de los contactos con extraterrestres muestran humanoides: Seres de aspecto ligeramente similar al humano, con una cabeza diferenciada, bípedos, y con dos brazos con manos útiles, con un número variable de dedos. Esta es una prueba más que clara de lo absurdo de este tipo de avistamientos. Cualquier persona que tuviese dos dedos de frente no tiene más que mirar a su alrededor. En un mismo planeta, la vida se ha desarrollado partiendo de un inicio común, en base a unas mismas características (dependencia del agua, estructuras basadas en el carbono, etc), y en unas mismas condiciones físicas (mismos niveles de radiación, de luz, de presión, de gravedad, etc), y aún así, que alguien me diga en qué se parece una coliflor a un elefante. Y sin embargo quienes defienden los contactos con seres extraterrestres pretenden covencer a los demás de que una forma de vida desarrollada en un planeta completamente distinto, con condiciones que pueden ser radicalmente diferentes, y en base a estructuras químicas muy desiguales, que quizá respiren amoniaco, o vaya usted a saber... Resulta que el tipo que baja de la nave espacial es clavadito a mí. Tiene los dos ojos donde los tengo yo, la nariz en el mismo sitio, una boca pequeñita pero debajo de la nariz, y tiene dos brazos y dos piernas en la misma posición en la que los tengo yo. Vamos que no tienen bigote y barba por casualidad.
Otro elemento claro para mí, es el aspecto de los vehículos de transporte de los extraterrestres. Un amerindio precolombino jamás habría podido imaginar una carabela europea, ya que jamás había visto nada parecido en su vida. Si uno de ellos hubiese dicho ver venir a extranjeros, desde luego les habría visto venir en una canoa o un vehículo similar a cualquiera de los que él estaba acostumbrado a ver. Nuestra imaginación, por desbordante que sea, usa como semilla la información almacenada anteriormente en la memoria. Del mismo modo, un testigo de un fenómeno OVNI ve un vehículo interplanetario que es, exactamente, como lo construiríamos los humanos. De metal brillante, con ventanillas y luces. Vamos, que ni salido de un cómic de Flash Gordon. Esta es una prueba más de que esos avistamientos no son sino fruto consciente o subconsciente de la imaginación del testigo.
Otro argumento es la dificultad de los viajes interestelares. Siempre piensan estas personas que todo lo que venga de fuera es mejor (un pensamiento muy español, puede decirse en su defensa). Así, los extraterrestres siempre están más avanzados que nosotros. Pero claro, resulta sospechoso que la Tierra sea una especie de motel de carretera donde viene todo quisque del universo conocido, y de parte del desconocido a repostar y a veces a follar (lo digo por la cantidad de testimonios de supuestas violaciones). Y casualmente jamás los vea nadie con criterio, ni se hagan fotos decendes, ni queden pruebas fehacientes.
Claro entonces yo suelo decir que si aterrizase una nave extraterrestre, primero se detectaría llegando (hay miles de observatorios escrutando el cielo) y que el aterrizaje en sí sería un acontecimiento de escala histórica. Pero claro, me topo siempre con la tesis de que los gobiernos ocultan información. Vaya por Dios. Supongo que se refieren a todos los gobiernos del planeta sin excepción, claro. Para otras zarandajas como el cambio climático y tal no se ponen de acuerdo, pero si se trata de ocultar a los extraterrestres, en eso sí, se dan todos la mano y piensan todos del mismo modo. Incluso el de Tuvalu, Uganda o Kiribati, las doscientas y pico naciones. Bush y Ahmadineyad se toman unos vermús cuando hablan de ocultación de extraterrestres. Hablando de Bush, no deja de ser curioso que naciones poderosas que no son capaces de evitar ataques terroristas en su propio territorio, sí tengan una increíble capacidad para ocultar pruebas de los miles de aterrizajes y contactos extraterrestres que, siempre según los testigos, se producen cada año a lo largo y ancho del planeta.
En definitiva, que no me quiero extender más que luego me regañan por escribir artículos muy largos. Creer en los contactos con extraterrestres es una cuestión de fe. No me cabe duda. Yo es que de fe ando algo escaso, tengo que reconocerlo. De los dogmas no me fío nada, y de las promesas, poquito y según de quién vengan, así que conmigo es difícil contar. Mi pensamiento es más bien crítico y científico, y no especulativo. Si veo algo que no sé explicar, no me invento una explicación. Lo dejo en la categoría preguntas sin respuesta, a la espera de encontrarla, sin prisa. Si veo a un señor que es como yo, pero un poco más cabezón y de color verde o grisáceo, estaré más cercano a pensar que sea un vecino mío gastándome una broma, que de creer que vaya a llevarme a su nave a darme por el culo y a implantarme un microchip en el cogote.
Siempre surge de la misma manera. Alguien defiende los avistamientos OVNI, y los contactos con extraterrestres que llegan a nuestro planeta, y cuando yo le comunico mi escéptica postura, su defensa suele ser del estilo de "Es que me parece muy prepotente por tu parte pensar que estemos solos en el Universo." Y entonces es cuando yo pongo cara de pez globo, y pregunto tímidamente: "¿En qué momento hemos dejado de hablar de aterrizajes extraterrestres para pasar a hablar de posible exobiología?"
No sé si es casual que todas las personas que se creen a pies juntillas los contactos OVNI, usen sistemáticamente el mismo argumento defensivo, cambiando de plano, de discurso y de argumento mismo. Que mezclen churras con merinas y su defensa sea fintar al adversario retórico convirtiendo el debate en un diálogo de besugos del que una vez dentro, es difícil salir.
Mi postura acerca de la exobiología es clara: Considero que es posible y harto probable que haya vida fuera de la Tierra. Pero aquí hay que entrar en un sinnúmero de matices. Vida es un concepto curioso y resbaladizo que ni siquiera sabemos aplicar con firmeza en los organismos que nos rodean. Aquí mismo, en la Tierra, tenemos organismos vivos que nos cuesta identificar como tales (un lithops, por ejemplo) mientras que hay organismos como los virus (y más concretamente los retrovirus) que parecen comportarse como vivos, cuando su simplicidad orgánica hace borrosas las fronteras de dicho concepto. ¿Una molécula, por el mero hecho de reaccionar químicamente, está viva? El comportamiento de algunos virus es poco más.
Dado que en la Tierra se desarrolló vida, creo, como acabo de exponer, que es muy probable que esto mismo haya sucedido en otros planetas. La inmensidad tan sólo de nuestra galaxia (que contiene entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas) hace que las probabilidades de que seamos los únicos seres vivos de la Vía Láctea sean bastante bajas. Si además tenemos en cuenta que en el universo, nuestra galaxia es de un tamaño más bien modesto, y que hay un número incalculable de galaxias, es fácil darse cuenta de que lo increíblemente raro sería precisamente que fuesemos la única forma de vida en el universo.
Tras lo dicho, mi postura acerca de los avistamientos OVNI y contactos extraterrestres es igualmente clara: Doy por sentado que existen los OVNI en tanto Objetos Volantes No Identificados, y yo mismo he visto en muchas ocasiones luces en el cielo cuyo origen no podía (y sigo sin poder) explicar. (Pero yo no me invento razones para aquello que desconozco, como hacía el hombre prehistórico que se inventaba un carro de fuego para explicar la existencia del sol). Por supuesto, si hablamos de contactos cercanos con extraterrestres, me parecen todos una patraña. Pero voy a exponer mis motivos para que quede claro que no son estas afirmaciones a la ligera.
La cuestión, es que para empeza la inmensa mayoría de los contactos con extraterrestres muestran humanoides: Seres de aspecto ligeramente similar al humano, con una cabeza diferenciada, bípedos, y con dos brazos con manos útiles, con un número variable de dedos. Esta es una prueba más que clara de lo absurdo de este tipo de avistamientos. Cualquier persona que tuviese dos dedos de frente no tiene más que mirar a su alrededor. En un mismo planeta, la vida se ha desarrollado partiendo de un inicio común, en base a unas mismas características (dependencia del agua, estructuras basadas en el carbono, etc), y en unas mismas condiciones físicas (mismos niveles de radiación, de luz, de presión, de gravedad, etc), y aún así, que alguien me diga en qué se parece una coliflor a un elefante. Y sin embargo quienes defienden los contactos con seres extraterrestres pretenden covencer a los demás de que una forma de vida desarrollada en un planeta completamente distinto, con condiciones que pueden ser radicalmente diferentes, y en base a estructuras químicas muy desiguales, que quizá respiren amoniaco, o vaya usted a saber... Resulta que el tipo que baja de la nave espacial es clavadito a mí. Tiene los dos ojos donde los tengo yo, la nariz en el mismo sitio, una boca pequeñita pero debajo de la nariz, y tiene dos brazos y dos piernas en la misma posición en la que los tengo yo. Vamos que no tienen bigote y barba por casualidad.
Otro elemento claro para mí, es el aspecto de los vehículos de transporte de los extraterrestres. Un amerindio precolombino jamás habría podido imaginar una carabela europea, ya que jamás había visto nada parecido en su vida. Si uno de ellos hubiese dicho ver venir a extranjeros, desde luego les habría visto venir en una canoa o un vehículo similar a cualquiera de los que él estaba acostumbrado a ver. Nuestra imaginación, por desbordante que sea, usa como semilla la información almacenada anteriormente en la memoria. Del mismo modo, un testigo de un fenómeno OVNI ve un vehículo interplanetario que es, exactamente, como lo construiríamos los humanos. De metal brillante, con ventanillas y luces. Vamos, que ni salido de un cómic de Flash Gordon. Esta es una prueba más de que esos avistamientos no son sino fruto consciente o subconsciente de la imaginación del testigo.
Otro argumento es la dificultad de los viajes interestelares. Siempre piensan estas personas que todo lo que venga de fuera es mejor (un pensamiento muy español, puede decirse en su defensa). Así, los extraterrestres siempre están más avanzados que nosotros. Pero claro, resulta sospechoso que la Tierra sea una especie de motel de carretera donde viene todo quisque del universo conocido, y de parte del desconocido a repostar y a veces a follar (lo digo por la cantidad de testimonios de supuestas violaciones). Y casualmente jamás los vea nadie con criterio, ni se hagan fotos decendes, ni queden pruebas fehacientes.
Claro entonces yo suelo decir que si aterrizase una nave extraterrestre, primero se detectaría llegando (hay miles de observatorios escrutando el cielo) y que el aterrizaje en sí sería un acontecimiento de escala histórica. Pero claro, me topo siempre con la tesis de que los gobiernos ocultan información. Vaya por Dios. Supongo que se refieren a todos los gobiernos del planeta sin excepción, claro. Para otras zarandajas como el cambio climático y tal no se ponen de acuerdo, pero si se trata de ocultar a los extraterrestres, en eso sí, se dan todos la mano y piensan todos del mismo modo. Incluso el de Tuvalu, Uganda o Kiribati, las doscientas y pico naciones. Bush y Ahmadineyad se toman unos vermús cuando hablan de ocultación de extraterrestres. Hablando de Bush, no deja de ser curioso que naciones poderosas que no son capaces de evitar ataques terroristas en su propio territorio, sí tengan una increíble capacidad para ocultar pruebas de los miles de aterrizajes y contactos extraterrestres que, siempre según los testigos, se producen cada año a lo largo y ancho del planeta.
En definitiva, que no me quiero extender más que luego me regañan por escribir artículos muy largos. Creer en los contactos con extraterrestres es una cuestión de fe. No me cabe duda. Yo es que de fe ando algo escaso, tengo que reconocerlo. De los dogmas no me fío nada, y de las promesas, poquito y según de quién vengan, así que conmigo es difícil contar. Mi pensamiento es más bien crítico y científico, y no especulativo. Si veo algo que no sé explicar, no me invento una explicación. Lo dejo en la categoría preguntas sin respuesta, a la espera de encontrarla, sin prisa. Si veo a un señor que es como yo, pero un poco más cabezón y de color verde o grisáceo, estaré más cercano a pensar que sea un vecino mío gastándome una broma, que de creer que vaya a llevarme a su nave a darme por el culo y a implantarme un microchip en el cogote.
24 ene 2008
El collado de los besos
22 ene 2008
Toda la vida siendo bebé
Hoy en la radio hablaban sobre las curiosas declaraciones de Esperanza Aguirre a propósito de la inmigración, y estaban haciendo breves entrevistas a algunos inmigrantes que viven en Madrid. En un momento dado la periodista ha introducido al siguiente invitado diciendo "Vamos a hablar con Arturo, que es de Ecuador, y vive en Madrid desde hace cuatro años con su esposa Yanire y su bebé de 4 meses..." Y ya se sabe que a mí hay cosas que no me pasan desapercibidas. ¿Hace 4 años que vive en Madrid con su bebé de 4 meses? ¿Su bebé no envejece? ¿Hace 4 años que el bebé detuvo su crecimiento en el estadio de los 4 meses? En Ecuador pasan cosas curiosísimas...
21 ene 2008
Te llevaste el título, Bob
El viejo zorro Bobby Fischer se nos fue. El ajedrecista genial y excéntrico, el que probablemente haya sido el jugador más brillante de todos los tiempos murió el pasado viernes en Reykjavik, llevándose a la tumba un título de Campeón del Mundo de Ajedrez del que la FIDE le había desposeído, pero del que él (y como yo, muchos otros) siempre se consideró propio.
Robert J. Fischer nació en Chicago, de una familia de emigrantes alemanes tras la Segunda Guerra Mundial (su madre era judía), de recursos limitados. Bobby aprendió a jugar al ajedrez de forma autodidacta con unos seis años, tras leer las reglas de movimiento de las piezas en un librillo de instrucciones, y comenzó a jugar contra sí mismo y contra su hermana. En menos de un año se inscribió en el club de ajedrez de Brooklyn en busca de adversarios más fuertes. A pesar de ser un alumno complicado (dejó a medias la educación secundaria), continuó mejorando hasta convertirse en campeón de ajedrez de Estados Unidos con 14 años, y hacerse con el grado de Gran Maestro de ajedrez un año más tarde. Corría el año 1958 y la carrera de Fischer se tomó un descanso. Más de diez años después de aquel momento, llegó a la final del Campeonato del Mundo de Ajedrez tras 19 victorias consecutivas ante gigantes como Petrosian, Taimanov o Larsen.
La final del campeonato del mundo, contra Spassky se celebró en Reykjavik, con más carácter de cumbre política que de enfrentamiento deportivo. En plena Guerra Fría, la URSS había mostrado un dominio absoluto en el plano ajedrecístico, ganando todos los campeonatos del mundo desde 1948. Entonces Bobby perdió el primer enfrentamiento y no se presentó al segundo. Cuando parecía que se desinflaba por momentos, Fischer ganó el tercer encuentro, el cuarto acabó en tablas, y a partir del quinto estuvo arrollador sin perder ninguna más. Spassky abandonó la vigésima primera partida, junto con su título. Fischer estaba durmiendo cuando le comunicaron que era el nuevo Campeón del Mundo de Ajedrez, y el primero estadounidense. Era el 31 de agosto de 1972. Fischer se hizo cada vez más excéntrico y en 1975 hubo de defender su título ante un jovencísimo Karpov. Las condiciones de la final del Campeonato del Mundo las imponía el campeón en posesión del título y Fischer comenzó a quejarse por la luz y el ruido de la sala, u hasta por el color de los escaques del tablero (según dijo, los blancos eran muy blancos). Ante tanto despropósito, la FIDE decidió desposeerle del título y otorgárselo de forma agridulce a Karpov, que fue campeón sin ganar, en una de las decisiones más polémicas de la historia de este campeonato.
Bobby desapareció y vivió retirado hasta que en 1992 salió a la luz para enfrentarse a su antiguo rival Spassky, en Belgrado, en una partida conmemorativa por los 20 años de su victoria. Fischer acudió a lo que sería una trampa saducea, ya que el encuentro se producía en Belgrado, la cual era una zona de bloqueo para Estados Unidos, por los desmanes Serbios durante la Guerra de la Antigua Yugoslavia. Así, tras ganarlo (y también los 3 millones de dólares de premio), fue declarado traidor y puesto en busca y captura por parte del FBI y la CIA. Y Bob volvió a esfumarse. Hasta 12 años después no volvió a saberse nada de él, cuando intentó salir de Japón con un pasaporte estadounidense cancelado. Fue arrestado y Estados Unidos se apresuró a solicitar la extradición. Pero mientras estaba bajo arresto, Islandia, país al que Fischer había pedido asilo político, y en el que se había alzado con el título, le otorgó tal condición, y solicitó que Fischer fuese trasladado de inmediato a Reykjavik. Sin embargo el trámite se alargó hasta que el día de su sexagésimo segundo cumpleaños, el 9 de marzo de 2005 Bobby recibió un gran regalo de cumpleaños: Un pasaporte islandés. Su cautiverio de 8 meses terminó y Fischer fijó su residencia en la capital islandesa, donde una multitud le aclamó como un héroe. A finales de 2007 se le diagnosticó una demencia senil con ataques paranoides, hasta que el pasado jueves decidió mandar todo a la mierda y largarse al más allá, a su manera. Como siempre, hosco y desabrido, pero brillante y genial.
Pero el legado de Fischer no es sólo su extravagante carrera, sino que innovó en el juego del ajedrez en numerosos aspectos. Por citar dos ejemplos, Fischer tuvo la osadía de inventar un nuevo ajedrez, más dinámico. Lo que él llamo "ajedrez aleatorio", en el que, entre otras modificaciones, las posiciones de las piezas (los peones no son piezas, sino peones), se decide mediante tiradas de dados. También inventó el "reloj Fischer", que agrega una pequeña cantidad de tiempo a cada jugador, tras cada movimiento. De este modo se gasta tiempo al pensar la jugada pero se recupera algo de ese tiempo al realizar el movimiento, con lo que los finales de partida eran más justos siendo más difícil perder por tiempo.
Como dijo Mikhail Tahl, "El título de Campeón del Mundo (de ajedrez) es efímero. El de ex campeón, en cambio, es eterno". Pero tú, Bob, te llevaste invicto el título a la eternidad. Nos vemos.
Dos artículos interesantes sobre Bobby Fischer
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/vida/salir/tablero/elpepusocdmg/20080127elpdmgrep_2/Tes
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Partida/perdida/Bobby/elpepusocdmg/20080127elpdmgrep_1/Tes
Robert J. Fischer nació en Chicago, de una familia de emigrantes alemanes tras la Segunda Guerra Mundial (su madre era judía), de recursos limitados. Bobby aprendió a jugar al ajedrez de forma autodidacta con unos seis años, tras leer las reglas de movimiento de las piezas en un librillo de instrucciones, y comenzó a jugar contra sí mismo y contra su hermana. En menos de un año se inscribió en el club de ajedrez de Brooklyn en busca de adversarios más fuertes. A pesar de ser un alumno complicado (dejó a medias la educación secundaria), continuó mejorando hasta convertirse en campeón de ajedrez de Estados Unidos con 14 años, y hacerse con el grado de Gran Maestro de ajedrez un año más tarde. Corría el año 1958 y la carrera de Fischer se tomó un descanso. Más de diez años después de aquel momento, llegó a la final del Campeonato del Mundo de Ajedrez tras 19 victorias consecutivas ante gigantes como Petrosian, Taimanov o Larsen.
La final del campeonato del mundo, contra Spassky se celebró en Reykjavik, con más carácter de cumbre política que de enfrentamiento deportivo. En plena Guerra Fría, la URSS había mostrado un dominio absoluto en el plano ajedrecístico, ganando todos los campeonatos del mundo desde 1948. Entonces Bobby perdió el primer enfrentamiento y no se presentó al segundo. Cuando parecía que se desinflaba por momentos, Fischer ganó el tercer encuentro, el cuarto acabó en tablas, y a partir del quinto estuvo arrollador sin perder ninguna más. Spassky abandonó la vigésima primera partida, junto con su título. Fischer estaba durmiendo cuando le comunicaron que era el nuevo Campeón del Mundo de Ajedrez, y el primero estadounidense. Era el 31 de agosto de 1972. Fischer se hizo cada vez más excéntrico y en 1975 hubo de defender su título ante un jovencísimo Karpov. Las condiciones de la final del Campeonato del Mundo las imponía el campeón en posesión del título y Fischer comenzó a quejarse por la luz y el ruido de la sala, u hasta por el color de los escaques del tablero (según dijo, los blancos eran muy blancos). Ante tanto despropósito, la FIDE decidió desposeerle del título y otorgárselo de forma agridulce a Karpov, que fue campeón sin ganar, en una de las decisiones más polémicas de la historia de este campeonato.
Bobby desapareció y vivió retirado hasta que en 1992 salió a la luz para enfrentarse a su antiguo rival Spassky, en Belgrado, en una partida conmemorativa por los 20 años de su victoria. Fischer acudió a lo que sería una trampa saducea, ya que el encuentro se producía en Belgrado, la cual era una zona de bloqueo para Estados Unidos, por los desmanes Serbios durante la Guerra de la Antigua Yugoslavia. Así, tras ganarlo (y también los 3 millones de dólares de premio), fue declarado traidor y puesto en busca y captura por parte del FBI y la CIA. Y Bob volvió a esfumarse. Hasta 12 años después no volvió a saberse nada de él, cuando intentó salir de Japón con un pasaporte estadounidense cancelado. Fue arrestado y Estados Unidos se apresuró a solicitar la extradición. Pero mientras estaba bajo arresto, Islandia, país al que Fischer había pedido asilo político, y en el que se había alzado con el título, le otorgó tal condición, y solicitó que Fischer fuese trasladado de inmediato a Reykjavik. Sin embargo el trámite se alargó hasta que el día de su sexagésimo segundo cumpleaños, el 9 de marzo de 2005 Bobby recibió un gran regalo de cumpleaños: Un pasaporte islandés. Su cautiverio de 8 meses terminó y Fischer fijó su residencia en la capital islandesa, donde una multitud le aclamó como un héroe. A finales de 2007 se le diagnosticó una demencia senil con ataques paranoides, hasta que el pasado jueves decidió mandar todo a la mierda y largarse al más allá, a su manera. Como siempre, hosco y desabrido, pero brillante y genial.
Pero el legado de Fischer no es sólo su extravagante carrera, sino que innovó en el juego del ajedrez en numerosos aspectos. Por citar dos ejemplos, Fischer tuvo la osadía de inventar un nuevo ajedrez, más dinámico. Lo que él llamo "ajedrez aleatorio", en el que, entre otras modificaciones, las posiciones de las piezas (los peones no son piezas, sino peones), se decide mediante tiradas de dados. También inventó el "reloj Fischer", que agrega una pequeña cantidad de tiempo a cada jugador, tras cada movimiento. De este modo se gasta tiempo al pensar la jugada pero se recupera algo de ese tiempo al realizar el movimiento, con lo que los finales de partida eran más justos siendo más difícil perder por tiempo.
Como dijo Mikhail Tahl, "El título de Campeón del Mundo (de ajedrez) es efímero. El de ex campeón, en cambio, es eterno". Pero tú, Bob, te llevaste invicto el título a la eternidad. Nos vemos.
Dos artículos interesantes sobre Bobby Fischer
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/vida/salir/tablero/elpepusocdmg/20080127elpdmgrep_2/Tes
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Partida/perdida/Bobby/elpepusocdmg/20080127elpdmgrep_1/Tes
17 ene 2008
Hoy es San Antón, patrón de los bichos
San Antón, al resfriarse:
—Bienvenido, hermano estafilococo...—
—Bienvenido, hermano estafilococo...—
14 ene 2008
Forer e Identity
La verdad es que veo la tele de higos a brevas. Los únicos programas que veo son algunos que veo en diferido por Youtube, y series y películas que veo, desde luego, sin anuncios, y no cuando "me las echan", sino cuando tengo tiempo y ganas para verlos.
El caso es que mi aversión por la emisión televisiva me hace a veces perderme joyas como la que pude presenciar el sábado al mediodía, de refilón: Identity. Se trata de un programa concurso que se emite en La Primera, de TVE, y que no es sino una versión sui generis del viejo juego de MB "¿Quién es quién?". Hay una serie de personajes, y una serie de profesiones. Cada personaje da algún dato que empleará el concursante para intentar descifrar la identidad de todos y cada uno de los personajes.
Aquí tengo que hablar de mi amigo Forer. No recuerdo si en alguna ocasión he hablado del "efecto Forer". Es un efecto de la psicología cognitiva que consiste en una capacidad (y puñetera manía) de nuestro cerebro, que hace que busque pruebas fehacientes basadas no en lo que realmente se percibe, sino en lo que se espera percibir. Esencialmente, es en lo que se basa la creencia en los horóscopos. En 1948, Bertrand Forer, profesor de psicología, entregó a sus alumnos un cuestionario de personalidad. Posteriormente, se les entregó un perfil psicológico a cada uno de ellos, supuestamente basado en el test de personalidad antes mencionado. Los alumnos tenían que valorar lo acertado del resultado. La nota media fue de 4,26 sobre 5. Lo que no sabían los alumnos era que todos y cada uno de ellos habían recibido exactamente el mismo resultado. Sin embargo, este análisis de personalidad estaba redactado de un modo que una persona sugestionada y esperando encontrarse reflejada en él, sin duda encontraría cualquier argumento para validar su postura. El texto del análisis psicológico era:
El caso es que fui plenamente consciente (como otras veces) de cómo atacaba Forer, agazapado en la sombra, haciéndome decir "este tío tiene pinta de ser forense" o "ha dicho tal o cual cosa porque es técnico aeronáutico", etc. Sin duda Identity es el paraíso para Forer.
El caso es que mi aversión por la emisión televisiva me hace a veces perderme joyas como la que pude presenciar el sábado al mediodía, de refilón: Identity. Se trata de un programa concurso que se emite en La Primera, de TVE, y que no es sino una versión sui generis del viejo juego de MB "¿Quién es quién?". Hay una serie de personajes, y una serie de profesiones. Cada personaje da algún dato que empleará el concursante para intentar descifrar la identidad de todos y cada uno de los personajes.
Aquí tengo que hablar de mi amigo Forer. No recuerdo si en alguna ocasión he hablado del "efecto Forer". Es un efecto de la psicología cognitiva que consiste en una capacidad (y puñetera manía) de nuestro cerebro, que hace que busque pruebas fehacientes basadas no en lo que realmente se percibe, sino en lo que se espera percibir. Esencialmente, es en lo que se basa la creencia en los horóscopos. En 1948, Bertrand Forer, profesor de psicología, entregó a sus alumnos un cuestionario de personalidad. Posteriormente, se les entregó un perfil psicológico a cada uno de ellos, supuestamente basado en el test de personalidad antes mencionado. Los alumnos tenían que valorar lo acertado del resultado. La nota media fue de 4,26 sobre 5. Lo que no sabían los alumnos era que todos y cada uno de ellos habían recibido exactamente el mismo resultado. Sin embargo, este análisis de personalidad estaba redactado de un modo que una persona sugestionada y esperando encontrarse reflejada en él, sin duda encontraría cualquier argumento para validar su postura. El texto del análisis psicológico era:
Tienes la necesidad de que otras personas te quieran y admiren, y sin embargo eres crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente eres capaz de compensarlas. Tienes una considerable capacidad sin usar que no has aprovechado. Disciplinado y controlado hacia afuera, tiendes a ser preocupado e inseguro por dentro. A veces tienes serias dudas sobre si has obrado bien o tomado las decisiones correctas. Prefieres una cierta cantidad de cambios y variedad y te sientes defraudado cuando te ves rodeado de restricciones y limitaciones. También estás orgulloso de ser un pensador independiente; y de no aceptar las afirmaciones de los otros sin pruebas suficientes. Pero encuentras poco sabio el ser muy franco en revelarte a los otros. A veces eres extravertido, afable, y sociable, mientras que otras veces eres introvertido, precavido y reservado. Algunas de tus aspiraciones tienden a ser poco realistas.Si estas frases suenan familiares no es casual. El bueno de Bertrand había sacado esas sentencias de distintos horóscopos de un periódico local.
El caso es que fui plenamente consciente (como otras veces) de cómo atacaba Forer, agazapado en la sombra, haciéndome decir "este tío tiene pinta de ser forense" o "ha dicho tal o cual cosa porque es técnico aeronáutico", etc. Sin duda Identity es el paraíso para Forer.
11 ene 2008
Tetris extremo
8 ene 2008
Cambio, evolución y mutación
Escuchaba yo el otro día por la radio un debate sobre los cambios en las personas, y cómo los afrontamos. En muchas ocasiones oigo expresar algo que parece ya una máxima de la vida: "La gente no cambia" Y el caso es que yo estoy en profundo desacuerdo con esa afirmación.
Yo creo firmemente que las personas cambiamos, y mucho. Pero habría que diferenciar entre dos tipos de cambio. Por una parte tenemos la evolución, que sería el conjunto de cambios que realiza una persona sin darse cuenta, de modo involuntario debido principalmente a factores sociales y ambientales. Es el entorno afectivo, económico, sentimental, etc. lo que nos hace evolucionar, no siempre a mejor, todo sea dicho. Esta evolución conforma el carácter de la persona a lo largo de su vida. Así, es fácil ver cómo personas con las que en un momento vital hemos tenido enormes paralelismos y coincidencias, pasados unos años, dejamos de tener puntos en común y se pierde la conexión, sin que necesariamente ninguna de las personas haya realizado un cambio a peor, y sin que haya conflicto alguno. Simplemente cambian los intereses y quienes antes eran amigos, pasan a no llamarse y a dejar de tener temas de qué hablar.
Por otro lado estarían la mutación usando la terminología de Jodorowsky, que a mi modo de ver son aquellos cambios que imprime una persona voluntariamente en su carácter, generalmente a resultas de una situación traumática, o un proceso de profunda reflexión. En situaciones de pérdida, crisis emocional, etc. de la suficiente gravedad, solemos iniciar un replanteamiento de gran calado que nos hace sanear nuestros principios y modos de actuación, generalmente hacia posturas menos radicales y conflictivas que mejoran la convivencia. Este es el cambio más difícil de llevar a cabo.
Lo cierto es que el resultado de ambos tipos de cambio puede ser idéntico. Conozco personas que han tenido un cambio confluyente en el mismo estado, en una ocasión de forma involuntaria (evolución) y en otra de forma premeditada (mutación). Generalmente esto se da en cambios "a mejor" ya que es muy raro que una persona, tras meditar y madurar una posición, valore la posibilidad de hacerse "más malo", a no ser que debido a una laxa moral se acepte que la "maldad" otorga otras contrapartidas beneficiosas para el individuo que de forma egoísta se acepten aún a pesar del cambio. Pero esta situación es relativamente rara.
Sin embargo las mutaciones, o cambios voluntarios son, como ya adelanté antes, los más raros de ver, y quizá sea por eso que se convierta en un tópico la frase antes citada de "la gente no cambia" que es la expresión de un sentimeinto que en nuestra sociedad es muy común. Y son raros de ver precisamente porque emprender un cambio requiere una asunción de que algo no va bien. Es increíble cómo somos los humanos increíblemente conservadores cuando se trata de mirar hacia nosotros mismos, y cómo nos cuesta admitir que determinadas posiciones son erróneas, y precisan de un trabajo de cambio. La gente suele ser con demasiada frecuencia renuente a admitir posturas no válidas y es por eso que en muchas ocasiones se encastillan en otra postura también clásica. La de "yo soy así y no cambio", que enarbolan como bandera de su invariabilidad. Honesta y personalmente creo que adoptar una postura de rigidez no tiene nada de positivo. Interiorizar el cambio y la evolución, intentando siempre mejorar, es algo que en las culturas orientales viene dándose desde antiguo como parte de la filosofía de vida. Así, tenemos en Japón el concepto del kaizen (改善) que podríamos traducir como "mejora continua". El kaizen es un pilar de la cultura japonesa que se aplica no sólo al ámbito del crecimiento personal, sino también a facetas de la vida cotidiana, con casos tan famosos como el llamado TPS (Toyota Production System) que no es sino una aplicación del kaizen a todo un sistema de producción en serie de automóviles, diagnosticando, localizando y solventando problemas con increíble agilidad.
Como salta a la vista, esto choca frontalmente con las posturas occidentales donde tanto a nivel social, como a nivel personal y otros, la gente se aferra a su postura sin oír ni prestar atención a las situaciones de alerta que se dan a su alrededor, enrocándose en la postura de que si se cambia, se reconoce que la postura anterior era errónea, y esto desacredita. ¿No desacredita más la persistencia en el error?
(Vía Luz y Sombra)
Yo creo firmemente que las personas cambiamos, y mucho. Pero habría que diferenciar entre dos tipos de cambio. Por una parte tenemos la evolución, que sería el conjunto de cambios que realiza una persona sin darse cuenta, de modo involuntario debido principalmente a factores sociales y ambientales. Es el entorno afectivo, económico, sentimental, etc. lo que nos hace evolucionar, no siempre a mejor, todo sea dicho. Esta evolución conforma el carácter de la persona a lo largo de su vida. Así, es fácil ver cómo personas con las que en un momento vital hemos tenido enormes paralelismos y coincidencias, pasados unos años, dejamos de tener puntos en común y se pierde la conexión, sin que necesariamente ninguna de las personas haya realizado un cambio a peor, y sin que haya conflicto alguno. Simplemente cambian los intereses y quienes antes eran amigos, pasan a no llamarse y a dejar de tener temas de qué hablar.
Por otro lado estarían la mutación usando la terminología de Jodorowsky, que a mi modo de ver son aquellos cambios que imprime una persona voluntariamente en su carácter, generalmente a resultas de una situación traumática, o un proceso de profunda reflexión. En situaciones de pérdida, crisis emocional, etc. de la suficiente gravedad, solemos iniciar un replanteamiento de gran calado que nos hace sanear nuestros principios y modos de actuación, generalmente hacia posturas menos radicales y conflictivas que mejoran la convivencia. Este es el cambio más difícil de llevar a cabo.
Lo cierto es que el resultado de ambos tipos de cambio puede ser idéntico. Conozco personas que han tenido un cambio confluyente en el mismo estado, en una ocasión de forma involuntaria (evolución) y en otra de forma premeditada (mutación). Generalmente esto se da en cambios "a mejor" ya que es muy raro que una persona, tras meditar y madurar una posición, valore la posibilidad de hacerse "más malo", a no ser que debido a una laxa moral se acepte que la "maldad" otorga otras contrapartidas beneficiosas para el individuo que de forma egoísta se acepten aún a pesar del cambio. Pero esta situación es relativamente rara.
Sin embargo las mutaciones, o cambios voluntarios son, como ya adelanté antes, los más raros de ver, y quizá sea por eso que se convierta en un tópico la frase antes citada de "la gente no cambia" que es la expresión de un sentimeinto que en nuestra sociedad es muy común. Y son raros de ver precisamente porque emprender un cambio requiere una asunción de que algo no va bien. Es increíble cómo somos los humanos increíblemente conservadores cuando se trata de mirar hacia nosotros mismos, y cómo nos cuesta admitir que determinadas posiciones son erróneas, y precisan de un trabajo de cambio. La gente suele ser con demasiada frecuencia renuente a admitir posturas no válidas y es por eso que en muchas ocasiones se encastillan en otra postura también clásica. La de "yo soy así y no cambio", que enarbolan como bandera de su invariabilidad. Honesta y personalmente creo que adoptar una postura de rigidez no tiene nada de positivo. Interiorizar el cambio y la evolución, intentando siempre mejorar, es algo que en las culturas orientales viene dándose desde antiguo como parte de la filosofía de vida. Así, tenemos en Japón el concepto del kaizen (改善) que podríamos traducir como "mejora continua". El kaizen es un pilar de la cultura japonesa que se aplica no sólo al ámbito del crecimiento personal, sino también a facetas de la vida cotidiana, con casos tan famosos como el llamado TPS (Toyota Production System) que no es sino una aplicación del kaizen a todo un sistema de producción en serie de automóviles, diagnosticando, localizando y solventando problemas con increíble agilidad.
Como salta a la vista, esto choca frontalmente con las posturas occidentales donde tanto a nivel social, como a nivel personal y otros, la gente se aferra a su postura sin oír ni prestar atención a las situaciones de alerta que se dan a su alrededor, enrocándose en la postura de que si se cambia, se reconoce que la postura anterior era errónea, y esto desacredita. ¿No desacredita más la persistencia en el error?
(Vía Luz y Sombra)
6 ene 2008
Remordimiento inexistente
El hecho de no poseer una plancha elimina de forma eficaz el remordimiento que se produciría por no planchar.
Estoy valorando la posibilidad de deshacerme de la fregona, la aspiradora, el Pato WC y el Tenn con bioalcohol (reaviva el brillo) con el mismo propósito.
Estoy valorando la posibilidad de deshacerme de la fregona, la aspiradora, el Pato WC y el Tenn con bioalcohol (reaviva el brillo) con el mismo propósito.
5 ene 2008
Equilibrium
Me recomendó Equilibrium aquella chica rumana de recepción (creo que se llamaba Raquel), justo el día en que celebraba su último día de trabajo en la oficina. Me costó encontrarla (la película) y me fascinó. A la incréible interpretación de Christian Bale hay que sumar un sinnúmero de circunstancias que hacen de esta película una cinta que si no lo es ya, se acabará convirtiendo inexorablemente en cine de culto. Equilibrium (2002) es una película de Kurt Watson, que cuatro años más tarde me sorprendería con Ultraviolet (2006), escrita (como Ultraviolet) por él mismo, y que mezcla con acierto guiños a clásicos de la literatura de ficción científica como 1984, Un Mundo Feliz, o Fahrenheit 451, paralelismos con Gattaca (1997) y The Matrix (1999) y ciertos guiños a la iconografía nazi. Equilibrium muestra una distopía en la que se nezcla la opresión de una figura paternalista como el Gran Hermano, que aquí es el Padre, con consignas que pueden oírse allá donde uno esté, con una población sin voluntad y controlada mediante un fármaco a imagen y semejanza de la soma de Aldous Huxley, y un estamento político que centra todos sus esfuerzos en erradicar lo que para él es el origen de todos los males y concretamente la guerra: la sensibilidad, los sentimientos, intentando erradicar todo aquello que lo produce. Sin duda una película recomendable, entretenida de ver, y al tiempo que invita a la reflexión. Una película que fácilmente veremos más de una vez, obteniendo nuevas claves o llegando a nuevas conclusiones en cada visionado.
Husos horarios
Estaba el otro día viendo un mapa de husos horarios, de esos clásicos (hay uno muy chulo en la Wikipedia) y empecé a fijarme en distintos detalles. Una de las cosas más evidentes que ya ha merecido mi atención desde hace años, es el desfase que tiene España respecto a su huso horario. La península Ibérica está casi íntegramente dentro del huso horario 0 (GMT+0) y por eso Portugal tiene dicho huso horario mientras que sin embargo España tiene el huso horario del resto de Europa central, el +1 (llamado CET por Central European Time, u Hora Central Europea). Quizá esa sea la razón de que a los españoles nos guste tanto comer tan tarde. Pero más allá de esto, hay otros datos curiosos.
Hay muchos países que se ven en la misma situación. Francia también debería tener el huso 0. Chile está en el huso -4 cuando cae dentro del -5, y Argentina, que está en el -4 tiene el -3 (quizá sólo por no tener el mismo que Chile)
Está claro que los husos horarios siguen (más o menos) las fronteras de países, o en países grandes, fronteras entre provincias, regiones o estados. Brasil está bastante bien repartido entre los husos -3 y -4, pero Alaska, que debería tener los husos -10 y -11, tiene sin embargo el -9.
Australia tiene los husos +8, +9:15 y +10. Parece que quisieron hilar fino y el huso +9 no les satisfacía del todo.
Probablemente el huso horario menos poblado sea el -12, que sólo es adoptado por la República de Kiribati, un minúsculo archipiélago del Pacífico sur.
En Estados Unidos la división es bastante lógica, con los husos -5, -6, -7 y -8, mientras que en Siberia, lo vasto del territorio (supongo) les hizo no complicarse la vida y dividirla en husos horarios de dos en dos. Así, en gran parte de dicho territorio tenemos el huso +3, +5, +7, +9 sólo entonces tenemos el +10, +11 y +12.
Una de las cosas que más llaman la atención es la simplicidad china. No debían de dar para mucho los dirigentes chinos, ya que toda China tiene un único huso horario, el +8 cuando en realidad se extiende por 5 husos horarios. Desde el +5 hasta el +9 ambos inclusive. Esto significa que en el Este de China amanece, pongamos a las 5 de la mañana hora local, y ese mismo día, en el Oeste de China, el sol sale a las 10 de la mañana. Curioso, por no denominarlo de obtuso.
No dejan de ser curiosos los países o regiones que tienen husos horarios fraccionarios. La mayoría tienen media hora de desfase, como India (+5:30), Afganistán (+4:30) etc, pero hay casos curiosos como el de Nepal, que tiene el huso +5:45.
3 ene 2008
Errores de percepción
Producidos generalmente por un exceso de alcohol en sangre. Conversación entre Joaquín y David.
—Creo que a la que le he pedido bailar, está embarazada.—
—Joaquín, no está embarazada. Eso son las tetas. Tiene cincuenta y cinco años por lo menos.—
—Creo que a la que le he pedido bailar, está embarazada.—
—Joaquín, no está embarazada. Eso son las tetas. Tiene cincuenta y cinco años por lo menos.—
La infinitud de la insignificancia humana
El vídeo es una comparativa entre objetos celestes, comenzando por Mercurio, nuestro vecino, y acabando en VV Cephei A, una estrella con un diámetro entre 1.000 y 2.200 veces el de nuestro Sol. Esas magnitudes escapan a la capacidad humana.
Memoria olfativa
Una parte frecuentemente olvidada de los recuerdos (lo cual es una antítesis en sí mismo), es la referente a los olores. De entre los muchos olores que desbordan los recuerdos de mi infancia, (rememoro el tiempo en que las gasolineras olían a gasolina), hay dos en concreto que recuerdo con especial vividez.
Uno de ellos, era el metro. El olor del metro, pero no cuando montaba en él, que de pequeño montaba en metro poco o nada, sino el del aire caliente y viciado que salía por la enorme rejilla de ventilación que había (y sigue habiendo, creo) en la calle Virgen de Nieva, y que atravesaba andando cada mañana de camino al colegio. Recuerdo cómo me detenía unos segundos allí, a respirar aquel aroma cálido a humedad, grasa, polvo, hollín y otro cúmulo inclasificable de olores, al tiempo que dejaba en invierno que entrase por debajo de mi abrigo calentándome el cuerpo en un instante.
El otro olor que recuerdo con especial cariño era el de mi casa, cada vez que volvíamos de veraneo. El olor de mi casa, imperceptible en el día a día, se hacía patente tras estar herméticamente cerrada durante un mes o quince días que permanecíamos en la playa. El ambiente, caliente por el sol, con las persianas bajadas, era especial. Entrar en mi habitación y oler la moqueta, los muebles, mis sábanas era un placer que se comenzaba a desvanecer tan pronto empezaba a disfrutarlo.
Uno de ellos, era el metro. El olor del metro, pero no cuando montaba en él, que de pequeño montaba en metro poco o nada, sino el del aire caliente y viciado que salía por la enorme rejilla de ventilación que había (y sigue habiendo, creo) en la calle Virgen de Nieva, y que atravesaba andando cada mañana de camino al colegio. Recuerdo cómo me detenía unos segundos allí, a respirar aquel aroma cálido a humedad, grasa, polvo, hollín y otro cúmulo inclasificable de olores, al tiempo que dejaba en invierno que entrase por debajo de mi abrigo calentándome el cuerpo en un instante.
El otro olor que recuerdo con especial cariño era el de mi casa, cada vez que volvíamos de veraneo. El olor de mi casa, imperceptible en el día a día, se hacía patente tras estar herméticamente cerrada durante un mes o quince días que permanecíamos en la playa. El ambiente, caliente por el sol, con las persianas bajadas, era especial. Entrar en mi habitación y oler la moqueta, los muebles, mis sábanas era un placer que se comenzaba a desvanecer tan pronto empezaba a disfrutarlo.
Mucho ruido y pocos fieles
Viendo el ruido que está organizando la Iglesia (Católica, entiéndase en adelante), que ha decidido meterse plenamente en campaña electoral (y eso que no se presenta a las elecciones), me ponía yo a pensar esta mañana acerca de la influencia que tiene la Iglesia sobre la vida pública y política en España. No deja de parecerme curioso debido al escaso número de seguidores que tiene. Y aquí es donde llega el baile de cifras.
Si tomamos como seguidores de la Iglesia Católica a todos aquellos que se dicen creyentes en Dios, evidentemente hay una inmensa mayoría de la población española que cree en Dios (en torno al 90% según diversas encuestas). Ahora bien, de lo que me doy cuenta es de numerosas personas se declaran católicos simplemente por incultura, desconocimiento o inercia. La inmensa mayoría de los que se dicen católicos contravienen de forma sistemática los más básicos principios que sustentan el ideario católico, a saber: Usan preservativos, son promiscuos, algunas chicas abortan, no acuden a la iglesia con la regularidad exigida, y en algunos casos incluso son homosexuales, o aprueban la homosexualidad. En muchos de estos casos, cuando se rasca un poco más, el autodenominado católico aclara "Bueno, yo creo en Dios pero no en la Iglesia)". Ojito, aquí empieza a verse luz al final del túnel.
El caso es que según encuesta del CIS de abril de 2005 que ya cité en el artículo sobre la apostasía, sólo el 18,1% del 79,4% que se decía católico (es decir, el 14,4% del total) acude con regularidad a la iglesia los domingos y fiestas religiosas, (aunque puede que de ese porcentaje un buen número use condones y folle antes de casarse). Esto nos deja con que el 65% de la población está siendo usada por la Iglesia como arma arrojadiza, como elemento de presión para aumentar su peso mediático.
Si todos aquellos católicos por inercia, que en realidad se manifiestan en contra de muchas de las decisiones y posturas de la Iglesia, que en realidad se manifiestan simplemente "creyentes en Dios, pero no en la Iglesia", y en muchos casos directamente afirman "creo que existe algo pero no sé lo que es" realmente ajustasen su postura a sus creencias, sólo tal vez en ese caso la Iglesia tomaría conciencia de su falsa posición de peso en la sociedad española y quizá comenzase a replantearse su posicionamiento sobre diversos puntales de la opinión pública como el uso del preservativo, el aborto, el sacerdocio femenino y otros muchos. Y tal vez en ese caso dejaría de entrometerse en la vida política y comprendiese, de una puñetera vez, que la religión forma parte del elemento místico, espiritual y trascendente del ser humano, y que como tal, es algo estrictamente personal y no social.
Si tomamos como seguidores de la Iglesia Católica a todos aquellos que se dicen creyentes en Dios, evidentemente hay una inmensa mayoría de la población española que cree en Dios (en torno al 90% según diversas encuestas). Ahora bien, de lo que me doy cuenta es de numerosas personas se declaran católicos simplemente por incultura, desconocimiento o inercia. La inmensa mayoría de los que se dicen católicos contravienen de forma sistemática los más básicos principios que sustentan el ideario católico, a saber: Usan preservativos, son promiscuos, algunas chicas abortan, no acuden a la iglesia con la regularidad exigida, y en algunos casos incluso son homosexuales, o aprueban la homosexualidad. En muchos de estos casos, cuando se rasca un poco más, el autodenominado católico aclara "Bueno, yo creo en Dios pero no en la Iglesia)". Ojito, aquí empieza a verse luz al final del túnel.
El caso es que según encuesta del CIS de abril de 2005 que ya cité en el artículo sobre la apostasía, sólo el 18,1% del 79,4% que se decía católico (es decir, el 14,4% del total) acude con regularidad a la iglesia los domingos y fiestas religiosas, (aunque puede que de ese porcentaje un buen número use condones y folle antes de casarse). Esto nos deja con que el 65% de la población está siendo usada por la Iglesia como arma arrojadiza, como elemento de presión para aumentar su peso mediático.
Si todos aquellos católicos por inercia, que en realidad se manifiestan en contra de muchas de las decisiones y posturas de la Iglesia, que en realidad se manifiestan simplemente "creyentes en Dios, pero no en la Iglesia", y en muchos casos directamente afirman "creo que existe algo pero no sé lo que es" realmente ajustasen su postura a sus creencias, sólo tal vez en ese caso la Iglesia tomaría conciencia de su falsa posición de peso en la sociedad española y quizá comenzase a replantearse su posicionamiento sobre diversos puntales de la opinión pública como el uso del preservativo, el aborto, el sacerdocio femenino y otros muchos. Y tal vez en ese caso dejaría de entrometerse en la vida política y comprendiese, de una puñetera vez, que la religión forma parte del elemento místico, espiritual y trascendente del ser humano, y que como tal, es algo estrictamente personal y no social.
2 ene 2008
La Luna y el escritor de poesías
El viejo escritor de poesías siempre se sentaba en aquella esquina junto al parque. Escribía sin cesar aquellos frutos de su alma, algunos más dulces, otros más amargos, unos más jugosos, y otros más enjutos. Los transeúntes pasaban junto a él prestándole la misma atención que a la farola que le alumbraba. Sólo uno de cada muchos se detenía allí, y leía alguna de sus obras a cambio de la voluntad.
Aquella solitaria tarde de año nuevo, sin nada mejor que hacer, el viejo escritor volvió a ocupar su desvencijado asiento. Ni un alma por la calle, salvo aquella jovencísima mujer que se acercó, leyó, y depositó su óbolo en el sombrero vuelto del revés en el suelo. Al caer la noche y sin otro visitante, el viejo se dispuso a recoger sus bártulos. Allí, en el sombrero no había moneda alguna sino tan sólo un papel, depositado, no podía ser de otra manera, por la joven. Ya en casa, leyó. Y lloró. Lloró ante la belleza de aquella poesía. Las dulces metáforas se entreveraban con una sensibilidad y un dominio de las formas que le hacía vibrar.
Así era como él quería escribir desde su adolescencia y ahora aquella joven le dejaba siquiera entrever, tocar con las yemas de los dedos una belleza incomparable que llevaba en su interior, y que había querido compartir con él de forma fugaz. La joven se había acercado, le había leído y le había pagado con otra poesía sublime. Firmaba aquella perla “La Luna”. No había forma de conocer la identidad de la joven ni forma alguna de contactar con ella. El pobre escritor se devanaba obsesivamente buscando el modo de decirle cuánto admiraba su obra, su forma, su poesía. Quería más. Quería saber más de ella. Quería conocerla. Aprender de ella. Mas ella no quiso dejar más pistas. El viejo no sabía si la muchacha volvería en busca de una respuesta o siquiera si La Luna querría regresar ya en busca de sus mediocres versos. Se limitó a hacerse eco de su visita. Si volvía, sabría sin duda verse aludida. Mientras tanto, al viejo le quedó el consuelo de seguir mirando hacia el cielo, contemplando cada noche a la Luna viendo el mundo desde arriba.
Aquella solitaria tarde de año nuevo, sin nada mejor que hacer, el viejo escritor volvió a ocupar su desvencijado asiento. Ni un alma por la calle, salvo aquella jovencísima mujer que se acercó, leyó, y depositó su óbolo en el sombrero vuelto del revés en el suelo. Al caer la noche y sin otro visitante, el viejo se dispuso a recoger sus bártulos. Allí, en el sombrero no había moneda alguna sino tan sólo un papel, depositado, no podía ser de otra manera, por la joven. Ya en casa, leyó. Y lloró. Lloró ante la belleza de aquella poesía. Las dulces metáforas se entreveraban con una sensibilidad y un dominio de las formas que le hacía vibrar.
Así era como él quería escribir desde su adolescencia y ahora aquella joven le dejaba siquiera entrever, tocar con las yemas de los dedos una belleza incomparable que llevaba en su interior, y que había querido compartir con él de forma fugaz. La joven se había acercado, le había leído y le había pagado con otra poesía sublime. Firmaba aquella perla “La Luna”. No había forma de conocer la identidad de la joven ni forma alguna de contactar con ella. El pobre escritor se devanaba obsesivamente buscando el modo de decirle cuánto admiraba su obra, su forma, su poesía. Quería más. Quería saber más de ella. Quería conocerla. Aprender de ella. Mas ella no quiso dejar más pistas. El viejo no sabía si la muchacha volvería en busca de una respuesta o siquiera si La Luna querría regresar ya en busca de sus mediocres versos. Se limitó a hacerse eco de su visita. Si volvía, sabría sin duda verse aludida. Mientras tanto, al viejo le quedó el consuelo de seguir mirando hacia el cielo, contemplando cada noche a la Luna viendo el mundo desde arriba.
Demonios de película
No sé cuál será el personaje más interpretado de la historia del cine. Leí hace años en alguna parte que había sido Drácula. Si esto es así, el Demonio, Satán, Belcebú, Lucifer, Mefistófeles, el Maligno o como lo queramos llamar debe de estar en segundo lugar. Y el caso es que el otro día viendo una película comencé a pensar en los diablos famosos del cine. No me refiero a diablillos de tercera regional, no. Me refiero a Diablos. Los auténticos, los únicos.
En mi ranking personal, la medalla de bronce es sin duda ninguna para Robert de Niro por su maravilloso Lou Cyphre, con un punto además para William Hjortsberg, guionista de Angel Heart (1987) (El corazón del Ángel), ya que el juego de palabras entre el nombre del personaje Louis Cyphre, y Lucifer es magistral. Este demonio es oscuro, sarcástico, cínico e inquietante. Una gran interpretación y sin duda uno de los mejores Mefistófeles de la historia del cine.
La medalla de plata tengo que otorgársela a Al Pacino por su John Milton (esta vez un nombre común) en The Devil's Advocate (1997) (El abogado del Diablo, si no recuerdo mal, fue el título con que se estrenó en España). Aquí el Diablo se vuelve refinado, elegante y perverso, pero increíblemente atrayente.
Pero por sorprendente que pueda parecer mi decisión, el mejor Diablo que he visto jamás en una película, mi medalla de oro indiscutible, al menos hasta el momento, es para el grandísimo Peter Stormare por su papel de Satán en Constantine (2005). El ácido refinamiento de un Satán vestido impolutamente de blanco (junto al mejor arcángel Gabriel que he visto jamás, encarnado por Tilda Swinton, todo sea dicho) deja a la altura del betún a todos los demás.
Fuera de la clasificación tengo que citar al Diablo más acojonante (por lo que acojona más que nada) aunque no depende del intérprete sino del genial director que tenía detrás. El Demonio del Fausto (1926) de Murnau tiene momentos, como la escena en la que se yergue gigantesco dominando la ciudad que son para cagarse encima, y que lo hacen merecedor, (esta vez de forma conjunta director, F.W. Murnau e interprete, Emil Jannings) de una mención honorífica y especial.
En mi ranking personal, la medalla de bronce es sin duda ninguna para Robert de Niro por su maravilloso Lou Cyphre, con un punto además para William Hjortsberg, guionista de Angel Heart (1987) (El corazón del Ángel), ya que el juego de palabras entre el nombre del personaje Louis Cyphre, y Lucifer es magistral. Este demonio es oscuro, sarcástico, cínico e inquietante. Una gran interpretación y sin duda uno de los mejores Mefistófeles de la historia del cine.
La medalla de plata tengo que otorgársela a Al Pacino por su John Milton (esta vez un nombre común) en The Devil's Advocate (1997) (El abogado del Diablo, si no recuerdo mal, fue el título con que se estrenó en España). Aquí el Diablo se vuelve refinado, elegante y perverso, pero increíblemente atrayente.
Pero por sorprendente que pueda parecer mi decisión, el mejor Diablo que he visto jamás en una película, mi medalla de oro indiscutible, al menos hasta el momento, es para el grandísimo Peter Stormare por su papel de Satán en Constantine (2005). El ácido refinamiento de un Satán vestido impolutamente de blanco (junto al mejor arcángel Gabriel que he visto jamás, encarnado por Tilda Swinton, todo sea dicho) deja a la altura del betún a todos los demás.
Fuera de la clasificación tengo que citar al Diablo más acojonante (por lo que acojona más que nada) aunque no depende del intérprete sino del genial director que tenía detrás. El Demonio del Fausto (1926) de Murnau tiene momentos, como la escena en la que se yergue gigantesco dominando la ciudad que son para cagarse encima, y que lo hacen merecedor, (esta vez de forma conjunta director, F.W. Murnau e interprete, Emil Jannings) de una mención honorífica y especial.
El qué y el cómo
Me produce un placer verdaderamente incomparable el hecho de, tras una agradable conversación con alguien que me supera en edad, sabiduría, madurez, conocimientos, y muchos otros ámbitos, me encuentro que tras mucho debatir, intercambiar, y en definitiva hablar, he aprendido más que sobre el qué, sobre el cómo.
Gracias, Mar.
Gracias, Mar.
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