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Rush (2013)
Mi fascinación por Niki Lauda viene desde muy pequeño. En mi casa gustaba la Fórmula 1, y mi padre me contaba mil y una historias, entre otras cosas, de los "coches de fórmula". Tenía una colcha en la cama con un montón de coches dibujados en la que ponía PORCHE en vez de Porsche… Era una época de coches legendarios, los Lotus negros y dorados de John Player Special, los Williams blancos, los Tyrrell de 6 ruedas de Elf, los Ligier azules con la aleta de tiburón y Gitanes en los laterales, los McLaren con su invariable publicidad monográfica de Marlboro, los Brabham de Parmalat… Una época con pilotos legendarios como Lauda, Hunt, Andretti, Regazzoni, Patrese, Scheckter, Fittipaldi, Pironi, Villeneuve, Lafitte… Una época en la que los coches de Fórmula 1 se parecían a los coches de calle mucho más que hoy en día. Pero mi devoción incondicional por Niki Lauda vino cuando leyendo el cómic Grand Prix 1979, protagonizado por mis héroes, descubrí en la ficha de pilotos que Lauda había nacido el mismo día que yo: el 22 de febrero. Cosas que a un niño le producen fascinación y que guarda en su cabecita como información valiosísima. Ese hecho lo convertiría en el piloto favorito de mi niñez, y la truculenta historia que me contó mi madre sobre su accidente en aquel gigantesco circuito de Nurburgring (hace muchos años que la F1 se corre en una versión acortada del mismo) que discurría en mitad de un espeso bosque, marcaron definitivamente mi adoración por el austríaco. Me convertiría en seguidor suyo hasta su retirada a mediados de los ochenta. Y después de su retirada, cuando pasó a dedicarse a otra de mis pasiones y fundó Lauda Air, una compañía aérea.
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