Me resulta harto divertida la polémica generada a raíz de la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Me resultan hilarantes los argumentos de aquellos que se oponen al mismo, y desde esta tribuna querría responderles.
Amigos retrógrados: Matrimonio viene de "madre" y todo lo que vuestras mercedes deseen. Pero no podemos ser esclavos de las palabras, porque por esa regla de tres, un abogado sería alguien a quien llamamos (de ad vocatum) y nada más, y no debería permitirse a los licenciados en Derecho adoptar ese nombre. El matrimonio en su origen era un sacramento de índole puramente y exclusivamente religiosa. Una unión de un hombre y una mujer ante Dios y la Sociedad, que permitía servir de contrato para contraer (valga la redundancia) determinados derechos y deberes de forma equitativa (los derechos los "contraía" el hombre y los deberes la mujer.)
Pero todo esto dejó de tener sentido cuando se instauró el matrimonio civil, ya que no tiene sentido religioso, ni media un párroco ni es ante Dios ni nada de nada. Por tanto, el matrimonio civil, es una mera unión entre dos personas, sin la intervención de Dios ni de ninguno de sus comerciales en la Tierra. Por tanto, la Iglesia en esto ni pincha ni corta, ni debe pinchar, ni debe cortar. Porque afortunadamente, en España hace muchos años que Iglesia y Estado van cada uno por su lado, y la creencia es cosa de cada uno, y el que nos gobierna ya no está aquí "por la Gracia de Dios", como ponía en las monedas. De veras que lamento mucho que les pique que la Iglesia no mangonee en los asuntos sociales y del Estado como ha hecho durante cientos de años, pero es que las cosas han cambiado mucho y seguirán cambiando. Despierten o perderán su tren.
Amigos eclesiásticos y simpatizantes: Hagan con su vida lo que les salga de las narices, y dejen vivir la vida a los demás, a quienes no comulgan, ni con hostias, ni con ruedas de molino. Excomulguen si quieren a los gays católicos que se casen, y también a las jovencitas católicas que no lleguen vírgenes al matrimonio (con los jovencitos no pasa nada), y a todo aquel que no siga los rígidos preceptos de la Iglesia. Y dentro de poco no serán ni cuatro gatos. A los que no creemos en Dios y muchísimo menos en la Iglesia, déjennos en paz, que nos pongamos condones, abortemos, follemos cuando, donde, como y con quien nos dé la gana, y si alguno es homosexual (no es mi caso), que se case con quien le salga de las narices y ustedes dejen de tocarnos las mismas. Preocúpense de gobernar a sus fieles, que el Arca de Noé hace aguas y se les va a pique como sigan mirando a quien no les cae simpáticos, en vez de a sus seguidores. Y al que no les caiga bien, échenlo de su club elitista y sectario y SANTAS pascuas, o SAN Seacabó, pero déjennos a los demás en paz.
Subproductos y diarreas mentales producidas por diversos excesos de índole cognitiva.
27 abr 2005
22 abr 2005
MP3 killed the MiniDisc star
¿Quién no recuerda aquella canción de The Buggles que hizo furor en Europa? Puede que aquella fuese la primera canción de la yo me aprendiese (a mi manera) el estribillo, cantada por aquel tipo de gafas de optometría infinita, asegurando que el vídeo había matado a la estrella de la radio.
El caso es que mucho más tarde vi un suceso similar a aquel, salvando las distancias, aunque más dramático si cabe pues la víctima apenas saboreó el estrellato.
A finales de los 80 los usuarios de músca portátil estaban ante una grave disyuntiva. Ante sí tenían dos medios de almacenamiento y reproducción de música. Uno, el Musicassete (MC) o simplemente Cassete, ofrecía una casi universalidad. Desde Papúa-Nueva Guinea hasta el Soho de Londres, allá donde fuera uno, encontraría siempre un reproductor de cintas. Además, podía grabarse fácilmente ya que se basaba en los principios de grabación magnética de audio en cinta conocidos desde hacía casi un siglo. Por otro lado, el Compact Disc, lanzado por Sony aún no tenía diez años, pero su calidad superior de sonido, además de no producirse un desgaste físico del medio, como ocurría con los medios empleados hasta entonces (cassetes y discos de vinilo, acetato, acetileno...) lo convertía en el formato del mañana. Pensado para que mañana se oyese exactamente igual de bien, sin el chisporroteo que tenían los viejos discos del abuelo después de que la aguja de la gramola los recorriese incansable infinidad de veces. Pero el exitoso CD no podía grabarse por medios domésticos, lo que hacía de él un medio menos versátil. Además, estaba mucho menos extendido. ¿Por cuál decantarse? ¿Calidad extrema o versatilidad total?
En 1991 Sony anunciaba su nueva criatura. El MiniDisc (MD) era la solución definitiva. Era digital, y por tanto su calidad de audio incuestionable. Pero además se venderían discos vírgenes que podían ser grabados en un grabador doméstico de un modo tan sencillo como se grababa una cassete. Además, era mucho más pequeño y ligero que un CD (llevar un Discman es algo incómodo) y mucho más pequeño que una cassete, ya que cada disco mediría 64mm. Los primeros reproductores portátiles eran del tamaño de un Walkman del momento, y posteriormente llegaron a ser meramente ligeramente más grandes que el propio MiniDisc. Además, era óptico, como el CD, lo que evitaba el desgaste físico del medio, y así se oiría siempre fenomenal. Sony se había dejado el presupuesto desarrollando además un formato de compresión de audio (ATRAC) que permitiría meter en aquel diminuto disco 74 minutos. Los mismos que en un CD. Para redondear la faena, (o más bien para cuadrarla), se dotaría al disco de un encapsulado de plástico cuadrado, de modo que se eliminaría uno de los puntos flacos de los CDs, su delicada superficie inferior de resina transparente se rayaba con facilidad al depositarlo en superficies. Con el encapsulado de herencia claramente informática, el disco quedaba encerrado en una burbuja de cristal que lo protegería de rayaduras, polvo y demás agresiones externas, pudiendo llevarlo en el bolsillo, junto a las llaves de casa sin que pasase nada. Además, Sony garantizaba más de mil regrabaciones Era perfecto...
Yo he tenido varios MiniDisc y por ejemplo, para el coche no había nada mejor. Donde antes cabían 5 cintas ahora cabían 10 MD y además no les afectaba el polvo o la porquería que suele acumularse en el interior del coche. Además podía uno grabarlos varias veces y cuando aparecieron los grabadores y reproductores 2x y 4x que duplicaban o cuadruplicaban la capacidad nominal de cada disco, las posibilidades aumentaban.
No obstante las innegables ventajas del minidisc, de una parte, el mercado no supo acoger este medio, al que se vio como competidor del CD, cuando en realidad era el sustituto del cassete. (Un medio regrabable, portátil y ligero en el que grabar música, no en el que comprar música) y mucha gente me decía "Pero si ya tengo CD, ahora no voy a pasarme todos los discos a MD", a lo que yo respondía "¿No tienes cassete en el coche? ¿Y no te pasas a cassete los CDs que quieres escuchar en el coche?" Pero por la otra, Sony no supo dar a conocer este medio en su verdadera dimensión y adoleció de una promoción escasa y quizá mal enfocada.
Pero lo peor estaba por llegar. En los 90 llega la popularización de la informática de consumo. Ya no hay que ser un freak para comprarse un ordenador. Aparece Windows 95, el enviado de Dios para facilitar el manejo de los ordenadores a los pobres mortales, que hasta ese momento, en la mayoría de los casos requería escribir comandos con extraños nombrecillos en letras blancas sobre un horrible fondo negro. Las ventas de ordenadores personales, en crecimiento moderado desde 1981 se disparan exponencialmente. Se abratan los precios y todo el mundo necesita un ordenador. Poco antes, en 1987 casi a la par del desarrollo del MD, comenzó la investigación en el centro de I+D "Fraunhofer Institut Integrierte Schaltungen" de un medio de compresión de audio. Hasta ese momento los métodos de almacenamiento digital de audio empleados se limitaban a codificar la onda sonora (los famosos ficheros Wave, o .wav). Esto daba una buena calidad, pero a costa de un tamaño de archivo inmenso. El director del centro, Karlheinz Brandenburg, era un matemático especialista en electrónica y entusiasta de la informática y las nuevas tecnologías desde sus inicios. En 1988 se establecía el MPEG (Moving Picture Experts Group), un Grupo de expertos destinado a la investigación acerca de la compresión de imagen en movimiento y audio (vamos, lo que viene siendo una película). Entre 1989 y 1990 el desarrollo del formato MP3 estaba casi concluido. Su tasa de compresión era variable, lo que permitía comprimir mucho perdiendo más calidad, o comprimir menos, manteniendo una calidad mejor. Además se podía reproducir en cualquier PC mediante un reproductor software.
Y el boom de la informática supuso la universalización del MP3... who killed the MD star.
El caso es que mucho más tarde vi un suceso similar a aquel, salvando las distancias, aunque más dramático si cabe pues la víctima apenas saboreó el estrellato.
A finales de los 80 los usuarios de músca portátil estaban ante una grave disyuntiva. Ante sí tenían dos medios de almacenamiento y reproducción de música. Uno, el Musicassete (MC) o simplemente Cassete, ofrecía una casi universalidad. Desde Papúa-Nueva Guinea hasta el Soho de Londres, allá donde fuera uno, encontraría siempre un reproductor de cintas. Además, podía grabarse fácilmente ya que se basaba en los principios de grabación magnética de audio en cinta conocidos desde hacía casi un siglo. Por otro lado, el Compact Disc, lanzado por Sony aún no tenía diez años, pero su calidad superior de sonido, además de no producirse un desgaste físico del medio, como ocurría con los medios empleados hasta entonces (cassetes y discos de vinilo, acetato, acetileno...) lo convertía en el formato del mañana. Pensado para que mañana se oyese exactamente igual de bien, sin el chisporroteo que tenían los viejos discos del abuelo después de que la aguja de la gramola los recorriese incansable infinidad de veces. Pero el exitoso CD no podía grabarse por medios domésticos, lo que hacía de él un medio menos versátil. Además, estaba mucho menos extendido. ¿Por cuál decantarse? ¿Calidad extrema o versatilidad total?
En 1991 Sony anunciaba su nueva criatura. El MiniDisc (MD) era la solución definitiva. Era digital, y por tanto su calidad de audio incuestionable. Pero además se venderían discos vírgenes que podían ser grabados en un grabador doméstico de un modo tan sencillo como se grababa una cassete. Además, era mucho más pequeño y ligero que un CD (llevar un Discman es algo incómodo) y mucho más pequeño que una cassete, ya que cada disco mediría 64mm. Los primeros reproductores portátiles eran del tamaño de un Walkman del momento, y posteriormente llegaron a ser meramente ligeramente más grandes que el propio MiniDisc. Además, era óptico, como el CD, lo que evitaba el desgaste físico del medio, y así se oiría siempre fenomenal. Sony se había dejado el presupuesto desarrollando además un formato de compresión de audio (ATRAC) que permitiría meter en aquel diminuto disco 74 minutos. Los mismos que en un CD. Para redondear la faena, (o más bien para cuadrarla), se dotaría al disco de un encapsulado de plástico cuadrado, de modo que se eliminaría uno de los puntos flacos de los CDs, su delicada superficie inferior de resina transparente se rayaba con facilidad al depositarlo en superficies. Con el encapsulado de herencia claramente informática, el disco quedaba encerrado en una burbuja de cristal que lo protegería de rayaduras, polvo y demás agresiones externas, pudiendo llevarlo en el bolsillo, junto a las llaves de casa sin que pasase nada. Además, Sony garantizaba más de mil regrabaciones Era perfecto...
Yo he tenido varios MiniDisc y por ejemplo, para el coche no había nada mejor. Donde antes cabían 5 cintas ahora cabían 10 MD y además no les afectaba el polvo o la porquería que suele acumularse en el interior del coche. Además podía uno grabarlos varias veces y cuando aparecieron los grabadores y reproductores 2x y 4x que duplicaban o cuadruplicaban la capacidad nominal de cada disco, las posibilidades aumentaban.
No obstante las innegables ventajas del minidisc, de una parte, el mercado no supo acoger este medio, al que se vio como competidor del CD, cuando en realidad era el sustituto del cassete. (Un medio regrabable, portátil y ligero en el que grabar música, no en el que comprar música) y mucha gente me decía "Pero si ya tengo CD, ahora no voy a pasarme todos los discos a MD", a lo que yo respondía "¿No tienes cassete en el coche? ¿Y no te pasas a cassete los CDs que quieres escuchar en el coche?" Pero por la otra, Sony no supo dar a conocer este medio en su verdadera dimensión y adoleció de una promoción escasa y quizá mal enfocada.
Pero lo peor estaba por llegar. En los 90 llega la popularización de la informática de consumo. Ya no hay que ser un freak para comprarse un ordenador. Aparece Windows 95, el enviado de Dios para facilitar el manejo de los ordenadores a los pobres mortales, que hasta ese momento, en la mayoría de los casos requería escribir comandos con extraños nombrecillos en letras blancas sobre un horrible fondo negro. Las ventas de ordenadores personales, en crecimiento moderado desde 1981 se disparan exponencialmente. Se abratan los precios y todo el mundo necesita un ordenador. Poco antes, en 1987 casi a la par del desarrollo del MD, comenzó la investigación en el centro de I+D "Fraunhofer Institut Integrierte Schaltungen" de un medio de compresión de audio. Hasta ese momento los métodos de almacenamiento digital de audio empleados se limitaban a codificar la onda sonora (los famosos ficheros Wave, o .wav). Esto daba una buena calidad, pero a costa de un tamaño de archivo inmenso. El director del centro, Karlheinz Brandenburg, era un matemático especialista en electrónica y entusiasta de la informática y las nuevas tecnologías desde sus inicios. En 1988 se establecía el MPEG (Moving Picture Experts Group), un Grupo de expertos destinado a la investigación acerca de la compresión de imagen en movimiento y audio (vamos, lo que viene siendo una película). Entre 1989 y 1990 el desarrollo del formato MP3 estaba casi concluido. Su tasa de compresión era variable, lo que permitía comprimir mucho perdiendo más calidad, o comprimir menos, manteniendo una calidad mejor. Además se podía reproducir en cualquier PC mediante un reproductor software.
Y el boom de la informática supuso la universalización del MP3... who killed the MD star.
7 abr 2005
Treinta tacos
Un buen día cambias de decenio. Ya no te acordabas de la vez anterior, ya que fue hace diez años, claro. Y mucho menos de la anterior porque cuando uno cumple 10 años le encanta que le digan "diez añazos, ¡qué mayor!" y en ese momento uno crece unos cuantos centímetros, o más bien los levita. Uno se siente estupendo cuando utiliza todos sus dedos de las dos manos abiertas, palmas hacia afuera, para responder a la pregunta de "¿cuántos añitos tienes?"
La siguiente vez casi no se nota. Estás demasiado orgulloso ya que acabas de hacerte mayor de edad, lo cual ya de por sí, suena de puta madre, y además, de pronto te dejan votar, conducir coches y entrar en los sex-shops y alquilar pelis porno sin tener que robarle el carné del videoclub a alguien o tener que hacerle la pelota al repetidor enorme de tu clase (el de la mía se llamaba "Cortezón", puedo jurarlo) para que os alquile la peli al grupito de sobrehormonados adolescentes. Ahora todo es estupendísimo así que cuando llegan los 20 ya te da igual que gastes los dedos de las manos y de los pies, porque el mundo es cojonudo. Tienes montones de planes, y te comparas con tu entorno, intentando imaginarte cómo serás con 23, 24, 25 o 26 años. Sabes que te queda un huevo de tiempo por delante y te da lo mismo todo, porque estás absolutamente convencido de que conseguirás absolutamente todo lo que te propongas.
Pero llega un día, diez años después de entonces en que las temperaturas permanecen sin cambios, o en moderado ascenso. La nubosidad es variable y por la mañana hay un formidable atasco como cualquier otro día. Es un día cualquiera y te autoconvences de que es un día como cualquier otro. Pero algo dentro de tu interior se empeña en ponerte las cosas difíciles. Lo curioso es que al principio te autoconvences. El poder sugestivo de la mente es verdaderamente acojonante, y le cuentas a todo el mundo que te sientes como un chaval, que no ha cambiado nada, y que es todo igual de cojonudo que cuando tenías 29 años y 364 días. Además, con un pelín de suerte, tus amiguetes te dicen que no aparentas tener 30 palos.
Pero pasados unos cuantos días, que pueden ser dos, cuatro, veinte... Los falaces argumentos empiezan a desmoronarse. Te das cuenta de que aquellos planes de cuando cumplías veinte años no se han cumplido. Y lo que es peor, empiezas a sospechar que no se cumplirán en la vida. Y ese momento es demoledor, porque es bastante jodido. Te das cuenta de que tu destino es el mismo que el de montones de chavales que, al igual que tú, pensaron en comerse el mundo con 20 años, y que, al igual que tú, no lo consiguieron. En ese momento haces como las grandes empresas, usar el eufemismo "rebajar las expectativas de crecimiento", que no es ni más ni menos que decir "venga, va, como no lo hemos conseguido, nos conformamos con cualquier cosa". En ese momento darías la mitad de lo que te queda de vida por pasar la otra mitad con aquellos 20 años, porque parece que este último decenio haya sido inútil. Porque te sientes inútil por no haber conseguido lo que te propusiste, y porque te felicitan por amenizar cualquier reunión de cualquiera que sea su índole, por tus estupendos artículos de la wikipedia, por tu humor ácido, mordaz y quirúrgico y por saber un poco casi de todo, o de casi todo. Pero todo ese conocimiento pluridisciplinar y heterodoxo no sirve para nada realmente útil. O quizá sea esa la salsa de la vida... Empiezas a tener envidia de los jóvenes y te da la impresión de que ahora ellos lo tienen más fácil. Porque cuando tú tenías 20 años no tenías internet, ni móvil ni nada de eso. Entonces el puto Abono Transportes duraba sólo hasta los 21 y no había tarjeta +26 como ahora, que la sacan cuando ya no te vale pa' ná. Te tenías que conformar con la EURO<26."Jóvenes menos jóvenes" se dedicaron a especular salvajemente con la vivienda hasta convertirla en un lujo de forma que resulte más económico comprarse un Porsche y vivir en él. Al menos se puede conducir y mola un huevo.
Y haces para tus adentros una profunda reflexión. Los 10 fueron cojonudos, los 20 llegaron casi sin darte cuenta, los 30 han sido una putada que ha caído sobre ti como un montón de mierda que no te deja ni respirar. Y cambios de decenio aún te quedan cuatro o cinco, fácil. Como lleven este ritmo, me cago en la puta como llegue a cumplir los noventa.
Dentro de dos lustros hablamos...
La siguiente vez casi no se nota. Estás demasiado orgulloso ya que acabas de hacerte mayor de edad, lo cual ya de por sí, suena de puta madre, y además, de pronto te dejan votar, conducir coches y entrar en los sex-shops y alquilar pelis porno sin tener que robarle el carné del videoclub a alguien o tener que hacerle la pelota al repetidor enorme de tu clase (el de la mía se llamaba "Cortezón", puedo jurarlo) para que os alquile la peli al grupito de sobrehormonados adolescentes. Ahora todo es estupendísimo así que cuando llegan los 20 ya te da igual que gastes los dedos de las manos y de los pies, porque el mundo es cojonudo. Tienes montones de planes, y te comparas con tu entorno, intentando imaginarte cómo serás con 23, 24, 25 o 26 años. Sabes que te queda un huevo de tiempo por delante y te da lo mismo todo, porque estás absolutamente convencido de que conseguirás absolutamente todo lo que te propongas.
Pero llega un día, diez años después de entonces en que las temperaturas permanecen sin cambios, o en moderado ascenso. La nubosidad es variable y por la mañana hay un formidable atasco como cualquier otro día. Es un día cualquiera y te autoconvences de que es un día como cualquier otro. Pero algo dentro de tu interior se empeña en ponerte las cosas difíciles. Lo curioso es que al principio te autoconvences. El poder sugestivo de la mente es verdaderamente acojonante, y le cuentas a todo el mundo que te sientes como un chaval, que no ha cambiado nada, y que es todo igual de cojonudo que cuando tenías 29 años y 364 días. Además, con un pelín de suerte, tus amiguetes te dicen que no aparentas tener 30 palos.
Pero pasados unos cuantos días, que pueden ser dos, cuatro, veinte... Los falaces argumentos empiezan a desmoronarse. Te das cuenta de que aquellos planes de cuando cumplías veinte años no se han cumplido. Y lo que es peor, empiezas a sospechar que no se cumplirán en la vida. Y ese momento es demoledor, porque es bastante jodido. Te das cuenta de que tu destino es el mismo que el de montones de chavales que, al igual que tú, pensaron en comerse el mundo con 20 años, y que, al igual que tú, no lo consiguieron. En ese momento haces como las grandes empresas, usar el eufemismo "rebajar las expectativas de crecimiento", que no es ni más ni menos que decir "venga, va, como no lo hemos conseguido, nos conformamos con cualquier cosa". En ese momento darías la mitad de lo que te queda de vida por pasar la otra mitad con aquellos 20 años, porque parece que este último decenio haya sido inútil. Porque te sientes inútil por no haber conseguido lo que te propusiste, y porque te felicitan por amenizar cualquier reunión de cualquiera que sea su índole, por tus estupendos artículos de la wikipedia, por tu humor ácido, mordaz y quirúrgico y por saber un poco casi de todo, o de casi todo. Pero todo ese conocimiento pluridisciplinar y heterodoxo no sirve para nada realmente útil. O quizá sea esa la salsa de la vida... Empiezas a tener envidia de los jóvenes y te da la impresión de que ahora ellos lo tienen más fácil. Porque cuando tú tenías 20 años no tenías internet, ni móvil ni nada de eso. Entonces el puto Abono Transportes duraba sólo hasta los 21 y no había tarjeta +26 como ahora, que la sacan cuando ya no te vale pa' ná. Te tenías que conformar con la EURO<26."Jóvenes menos jóvenes" se dedicaron a especular salvajemente con la vivienda hasta convertirla en un lujo de forma que resulte más económico comprarse un Porsche y vivir en él. Al menos se puede conducir y mola un huevo.
Y haces para tus adentros una profunda reflexión. Los 10 fueron cojonudos, los 20 llegaron casi sin darte cuenta, los 30 han sido una putada que ha caído sobre ti como un montón de mierda que no te deja ni respirar. Y cambios de decenio aún te quedan cuatro o cinco, fácil. Como lleven este ritmo, me cago en la puta como llegue a cumplir los noventa.
Dentro de dos lustros hablamos...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)